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Revista Digital de El Quinto Hombre
UN HOMBRE LLAMADO...
KRISHNAMURTI
- Parte III
FZ: Desde los primeros libros de los años 30 y 40, siempre hay una
referencia a algo que está "más allá" - más allá del pensamiento, más
allá del tiempo, más allá de esta conciencia.... Directa o indirectamente
se insinúa la posibilidad de que eso está más allá de esto que conocemos,
puede hacerse accesible si cambiamos lo que lo impide. ¿No será esta promesa
implícita el atractivo para que tantísima gente se interese en Krishnamurti?.
AC: Lo que Ud. dice es cierto, posiblemente mucha gente, tal vez la
mayoría, lo siente de ese modo. Pero observe lo que ocurre. Al sentirlo
así, convierten a Krishnamurti - ellos lo convierten - en un gurú más
que promete las mismas cosas que otros, alcanzables mediante una metodología
diferente. Vale decir, una opción más de las que presenta el campo religioso-esotérico
para "llegar a ser" el hombre transformado, el liberado, el iluminado,
etc., etc.
FZ: La metodología diferente sería "la metodología de la no-metodología.
AC: Así lo interpretan; el camino más fácil. Ni siquiera hace falta
someterse a disciplina alguna, a ejercitaciones físicas, a meditaciones
trascendentales... ¡nada!. Uno lee a Krishnamurti, lo "comprende" y ya
está liberado, ya tiene otra consciencia.
FZ: Eso es lo que quise decir antes: hay como un señuelo engañoso
en la enseñanza. Ofrece sin prometer. No digo que ésa sea la intención
de Krishnamurti, pero casi todos quedan atrapados en eso.
AC: Atrapados en una ilusión, una más de las tantas. Mire, creo que
este planteo que Ud. ha hecho es muy interesante. Veamos si podemos investigarlo
un poco, presiento que puede contribuir a esclarecer cosas fundamentales.
La enseñanza de Krishnamurti está ahí, es lo que es. ¿Qué es? No lo sabemos,
puede ser muchas cosas. Está ahí, es una expresión de la vida, una expresión
en el nivel psíquico de la realidad. Nosotros estamos aquí, con nuestro
psiquismo que ha hecho de este mundo lo que es. Porque este mundo del
hombre lo hemos hecho los hombres, Usted, yo y todos los demás. Este mundo
es un desastre de violencia, crueldad, injusticia, hambre, guerras, locura
creciente. En este mundo estamos todos, somos los generadores y usufructuarios
del mundo que nosotros mismos nos hemos construido. ¿A Ud. le gusta este
mundo tal como es, se siente cómodo en él?.
FZ: ¿Me lo pregunta personalmente?
AC: Sí.
FZ: No, no me gusta.
AC: Casi nadie se siente completamente cómodo y a gusto en este mundo.
Pero las razones de esa incomodidad, de ese desagrado, son muchísimas
y muy variadas. El pobre se sentiría mejor si fuera rico; el rico se sentiría
mejor si su riqueza no estuviera amenazada por los pobres y por otros
ricos; el comunista se sentiría más a gusto si no existieran los capitalistas;
los capitalistas estarían más cómodos si no hubiera comunistas... Nadie
quiere un mundo en guerra, es incómodo vivir con la amenaza de un holocausto
nuclear. Nadie está seguro ni de un lado ni del otro. No obstante, unos
y otros, para estar seguros, se arman el uno contra el otro. La seguridad
de unos está en la eliminación lisa y llana de los otros, etc., etc. Lo
que pudiera agregarse, lo reflejan mejor diarios de cada día, los noticieros
de la TV., de la radio, la índole de las publicaciones masivas que nos
inundan. Bien; con sus raíces psicológicas profundamente hundidas en este
mundo, algunos sienten que la tensión es excesiva, que si no hay otra
cosa mejor que ésta, la vida no tiene mucho sentido. Hay demasiado miedo,
demasiada amenaza desde todas partes, mucha depresión nerviosa, desasosiego.
Unos acuden al psicoanálisis, otros buscan salidas diferentes. Grupos
de acá, grupos de allá; escuelas de meditación, métodos para aliviar tensiones
y triunfar en la vida, para ser mejores y ganar amigos, para lograr el
control mental... No digo que eso esté mal ni bien. Forma parte del mundo
en que vivimos y, ¿por qué no?, a muchos les ayuda a pasarla mejor, a
no caer en pozos profundos de depresión nerviosa. En una palabra, a sobrevivir
con menos carga autodestructiva.
FZ: ¿No nos fuimos del tema "Krishnamurti"?
AC: No, acabamos de llegar a él - mejor dicho, no nos hemos alejado
en ningún momento; se trataba de situar bien los hechos de encarar el
punto que Ud. mismo ha planteado. Entonces, la enseñanza de Krishnamurti,
que está ahí, y que puede significar muchas cosas - no lo sabemos - se
le presenta a la mente como una opción más para librarse de algo que la
perturba. Pero esa mente, lo hemos dicho, tiene sus raíces profundamente
hundidas en este mundo. Lo cual implica que, psicológicamente, es este
mundo que la inquieta, que la presiona. Al dar con la enseñanza de Krishnamurti
la mente particular que se ha acercado a ella, es el mundo el que ha establecido
el vínculo con la enseñanza, el mismo mundo que la enseñanza enfoca despiadadamente
y hace trizas en sus cimientos. Hablo del mundo psicológico, el mundo
humano de la relación del hombre consigo mismo, con sus semejantes, con
la vida y la muerte. No hay en la enseñanza promesa alguna, ni explícita
ni implícita, de nada de nada que pudiera ser accesible a una mente que
no ha cortado por completo las raíces que la mantienen indisolublemente
unida a ese mundo despiadado y egocéntrico, a ese mundo que es uno mismo.
No hay tal promesa en la enseñanza. ¿Por qué, entonces, la gente suele
interpretar que sí la hay? Lo que Ud. dijo es cierto: casi todos los que
se interesan en Krishnamurti soslayan ese aspecto que es el corazón mismo
de la enseñanza, y ponen la mira en algo que, inevitablemente, tiene que
expresarse también a través de esa enseñanza.
Ya lo ve, hemos llegado por
otra vía de investigación, al punto del "cambio", de la mente que no quiere
cambiar. Porque cuando la mente se dice a sí misma: "Quiero cambiar porque
es el único modo de llegar a aquello", ha cerrado todas las posibilidades
de un verdadero cambio.
FZ: Comprendo, pero creo que sería bueno para los navegantes aclarar
esto un poco más. Está complicado.
AC: No lo es, lo parece verbalmente. La consciencia con que nos manejamos(es
una forma de decirlo, somos esa consciencia) es su propio contenido, o
sea, nuestro pasado - las experiencias heredadas y adquiridas, los conocimientos,
las heridas psicológicas, etc. La expresión interna de todo eso es el
pensamiento psicológico que adquiere su identidad como el "yo" en el centro
(no es un centro espacial) de esa consciencia. El "yo" expresa todos los
movimientos del contenido, nada hay en él que no sea producto y manifestación
de ese contenido. Perdóneme si soy algo reiterativo, esto es fundamental
y tiene que quedar claro. En ese "yo" se reflejan y asumen identidad "personal"
el miedo, la búsqueda de placer, de seguridad, el odio, la codicia, la
envidia, la ambición, la adquisividad, el apego, etc., etc. Todo lo que
está en la consciencia colectiva de la humanidad, y lo que contiene nuestra
consciencia particular (la cual es ése contenido y nada más) reacciona
permanentemente a los estímulos y retos de afuera y de adentro. Y eso
se constituye en lo que pensamos, en lo que sentimos, deseamos, aceptamos
o rechazamos. Son movimientos complejos, cada uno de ellos es la suma
de muchas reacciones activadas por los estímulos. El intercambio entre
la consciencia particular y la consciencia del mundo es constante, y una
es la otra.
Entonces ahí está la enseñanza
de Krishnamurti, y aquí está mi consciencia particular - sólo es "particular"
merced a la memoria personal que la identifica - que recibe el estímulo
psicológico de esa enseñanza ¿Qué ocurre en la consciencia y se refleja
en el "yo" como "mi" pensamiento, "mi" sentimiento? ¿Cómo es recibida
la invitación al cambio?
FZ: Obviamente, se produce una reacción en el contenido.
AC: Esa reacción es "mi" respuesta. La enseñanza postula un cambio
de consciencia. Yo (no yo personalmente, hablo en general) llevo latente
en mi la idea de un "cambio". Pero es un cambio en el sentido de mejorar,
ampliar o refinar el contenido. Yo soy ese contenido, y "yo" digo que
quiero cambiar. Y llegamos a la pregunta del principio: ¿Quiero cambiar?
Ese contenido que es mi condicionamiento, que es mi consciencia, que soy
yo mismo, ¿percibe de algún modo, aunque sea aproximado, en qué consiste
el cambio que postula la enseñanza?
FZ: Supongo que no. Le falta el instrumento de percepción necesario.
Si todos los movimientos de esta consciencia están forzosamente limitados
a su contenido, y si la verdadera naturaleza de ese cambio no está registrada
en ese contenido. ¿Cómo podría producirse la percepción? Parece un callejón
sin salida.
AC: Es esta conciencia la que convierte la cosa en un callejón sin
salida.
FZ: ¿Hay otra consciencia acaso?
AC: Mientras existe ésta, no hay otra.
FZ: ¿Entonces...?
AC: Entonces... está el Universo, el Cosmos, la Vida Infinita e Incognoscible,
el Orden Universal, la creación y destrucción de Soles y Planetas, la
aparición de la existencia biológica en ciertos puntos de la inmensidad,
la evolución física que desemboca en la criatura psíquica....
Al principio de éste diálogo
tocamos el punto del "hacer". Quedó ahí. Creo que ha llegado el momento
de retomarlo en otro contexto. Esta consciencia, este contenido que nos
caracteriza y personaliza, impide el contacto directo, perceptivo con
la realidad.
FZ: El lector podría preguntarse "el contacto de "quién"? Porque si
uno es ese contenido, ¿quién es el que no puede establecer el contacto
por culpa de ese contenido?
AC: El ser humano esclavizado por su propia consciencia.
FZ: Sigo representando al lector. ¿Entonces el ser humano no es su
consciencia?
AC: Mientras esa consciencia...Espere, aquí voy a hacer un alto o
un paréntesis. No nos confundamos. Todo el tiempo nos estamos refiriendo
a lo psicológico, al conjunto de actividades, de movimientos internos
que constituyen nuestra idiosincrasia y nos identifican psicológicamente
a través de lo que pensamos y sentimos. Eso está claro. Ud. preguntó si
el ser humano no es la consciencia que lo define. Sí, mientras esa conciencia
hecha de miedo, de búsqueda de seguridad y de placer con todas las secuelas
que de ello se derivan, está ahí y opera, lo que llamamos "ser humano"
es eso. A cada una de esas consciencias particulares - que reflejan con
su propia memoria la consciencia común de la humanidad - a cada una de
esas consciencias la llamamos "un ser humano".
FZ: O sea, que "un" ser humano no sería "el" ser humano.
AC: Puede expresarse así, pero cuidémonos de los conceptos fijos.
El ser humano es la humanidad. La consciencia separativa, ese contenido
que crea la ilusión, en cada uno de nosotros, de una entidad única y separada
de las demás, ha hecho del mundo lo que es. Millones de islas psicológicas
en conflicto permanente consigo mismas y con las demás.
Cuando se juntan entre sí,
es sólo en función de la fuerza para defenderse de otras o para atacar
a otras que también se juntan para ser más fuertes. Eso somos, y así nos
está yendo.
Dentro de esta consciencia egocéntrica, fragmentada,
separativa, no hay salida. Es un callejón cerrado. La primera cosa que
se desprende de un contacto serio y profundo con la enseñanza - adivino
por su expresión lo que me quiere decir; le contesto que sí, que ese contacto
es posible cuando existe cierta sensibilidad esencial. Y esa sensibilidad
se activa en el contacto mismo con la enseñanza.
FZ: Sí, eso quería preguntarle, lo adivinó. Sigo pensando siempre
en nuestros lectores y en las dudas que pueden suscitarse en ellos ante
ciertos puntos que resultan contradictorios si no se explican.
AC: Estamos intentando explicar todo lo que es posible explicar verbalmente.
El lector no está excluido de ese requerimiento de sensibilidad, gracias
a la cual aun aquello real que no puede "explicarse", es captado perceptivamente.
Confiemos un poco en esa sensibilidad, porque sin ella estarían demás
todas las explicaciones, como están demás todas las religiones, las filosofías
y las obras de arte que ha conocido la humanidad en milenios. Digo que
"están demás" por lo inoperantes en relación con un despertar verdadero
de la sensibilidad.
Bien, decíamos que lo primero
que surge de la enseñanza es la imprescindible comprensión de que esta
consciencia es un callejón sin salida, que cualquier movimiento que hagamos
desde esta consciencia sólo aumenta el contenido que la constituye y,
por lo tanto, agrava el problema. Esa comprensión, cuando es verdadera
comprensión, cuando penetra la totalidad del ser, cerebro, mente, corazón,
nervios, todo, origina un curioso aquietamiento del contenido, lo detiene,
lo desactiva. Cuando el contenido está quieto, cuando no se proyecta como
pensamiento psicológico crea la ilusoria entidad separativa del "yo".
¿Qué pasa entonces?
FZ: No se, dígamelo Ud.
AC: Es obvio que estamos ante algo diferente. ¿Qué hay? ¿Una pérdida
de la consciencia?
FZ: Parecería...
AC: Al menos, esta consciencia no opera. Recién cuando esta consciencia
no opera, cuando estos contenidos están inactivos, el ser humano está
en condiciones de establecer un contacto puro y verdadero con la realidad.
FZ: Pero eso sigue implicando una consciencia. ¿Puede haber una consciencia
sin un contenido?
AC: Es la gran incógnita, que sólo puede resolverse en la acción.
Contestar que sí es lo mismo que contestar que no. primer paso: el conocimiento
de uno mismo. No el conocimiento de mis peculiaridades personales para
"mejorarme", para "superarme" y todo eso. El conocimiento de ese contenido
común a toda la humanidad, el conocimiento de que ese contenido no me
diferencia sino que me iguala a todos los demás habitantes del planeta,
el conocimiento de que todo lo que sufro, gozo, anhelo, deseo, estimo,
odio, etc., etc., es compartido por todos los demás que conviven conmigo
en esta tierra, que no soy diferente mientras lo que soy sea el resultado
de todas las acumulaciones y acreciones que componen mi consciencia "particular".
Este conocimiento propio es un permanente descubrimiento propio. La cosa
empieza con la sensibilidad; la sensibilidad establece contacto con la
sustancia de la enseñanza - la vida está operando. Eso es todo. La vida
está operando, no "yo", o "el", o "usted", sino la vida. Como opera en
el Cosmos, como opera en el mar, en la Tierra, en los árboles, en los
pájaros.... en otro nivel que en el meramente físico o biológico, pero
con la misma espontaneidad. En el nivel físico no "intervienen" ni el
árbol, ni el pájaro; aquí no "intervengo" yo, no interfiero "yo". Cuando
nada resiste el movimiento inteligente de la Vida, la acción en ese nivel
no es el resultado de una voluntad egocéntrica.
CONTINUA
El Quinto Hombre
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