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Revista Digital de El Quinto Hombre
UN HOMBRE LLAMADO...
KRISHNAMURTI
- Parte IV (última parte)
FZ: Espere, resumamos un poco esto. Entiendo que en un solo reportaje
no se puede sintetizar una enseñanza como la de Krishnamurti. Pero sería
bueno que dos o tres puntos importantes quedaran bien claros antes de
terminar. Esto se complicó más de lo que esperaba, pero está bien, así
tenía que ser, ya que nos propusimos hacer algo distinto de una entrevista
periodística habitual con preguntas y respuestas informativas.
AC: Y me alegro, porque más que un reportaje esto ha resultado ser
un diálogo de investigación como los que suelen generarse cuando me reúno
con amigos que se interesan seriamente en el tema. No hay un plan fijo,
se empieza con lo que surge naturalmente en una conversación informal,
y la cosa se va encauzando por sí misma. Siempre decanta de eso algo revelador,
creativo.
FZ: Sí, creo que aquí también. Bueno, quedó claro entonces que la
dificultad para entender la enseñanza está en la resistencia de los propios
contenidos mentales. También hablamos del arte de vivir. Este
consistiría, entonces, en el conocimiento de esos contenidos hasta el
punto de desactivarlos, permitiendo que la vida actúe inteligentemente,
y creando, gracias a esa acción, un estado de consciencia que nada tiene
que ver con esta consciencia que conocemos. Es así. ¿No?
AC: Explicado sintéticamente, sí. Pero ya lo dijimos, la explicación
se inscribe como un concepto más en el cerebro y, por lógica y brillante
que sea, no tiene fuerza de acción para cambiar absolutamente nada. Esta
es una de las cosas más importantes de comprenderse: la total inoperancia
de lo meramente intelectual en un campo que requiere la acción de una
energía que pertenece a un orden por completo diferente. Esa energía no
la genera ni el intelecto, ni el sentimiento personal, ni la emoción devocional,
ni la avidez de realización propia, ni ninguna de las cosas que pertenecen
a esta consciencia, a este contenido que es tiempo el tiempo de
la mente, el tiempo psicológico. La energía de comprensión, la energía
que transforma, que es capaz de demoler los cimientos y las estructuras
temporales de la mente, no pertenece al tiempo. El cerebro no puede introducirla
en sus mecanismos, no puede reconocerla y registrarla, no está en sus
funciones hacerlo. Esa energía es inteligencia pura, impersonal. Opera
en una mente libre de sus primitivos mecanismo de miedo, seguridad y placer.
Un solo instante de detención en esos mecanismos, en ese permanente movimiento
egocéntrico, implica la espontánea irrupción de la otra energía. Son los
destellos perceptivos, la captación lúcida y directa de lo real.
FZ: ¿Y cómo se llega a eso? Todos aportan métodos y sistemas y disciplinas.
Krishnamurti lo deja a uno solo...
AC: A solas con la Inmensidad Cósmica, a solas con la Inteligencia.
Sin intermediarios, sin ayudadores comedidos, sin muletas para la invalidez
psicológica, para la falta de una percepción libre y directa. Bendita
soledad ésa si uno sabe comprenderla. Claro que Krishnamurti lo deja a
uno solo, es la verdadera y singular grandeza de su enseñanza. La trampa,
para esta consciencia egocéntrica, es que al encontrar que la enseñanza
no requiere métodos, disciplinas ni sistemas, confunde eso con el facilismo.
La ausencia de una sensibilidad adecuada, hace que no se perciba el inmenso,
gigantesco trabajo que exige un verdadero conocimiento propio, el único
cauce para la liberación, para el cambio de consciencia. Trabajo, no esfuerzo.
Trabajo de atención, trabajo persistente, indeclinable de observación,
trabajo para no caer ni en lo permisivo ni en lo coactivo; trabajo constante,
intenso, pero sin la participación de la voluntad egocéntrica, sin el
movimiento de los contenidos, sin el esfuerzo consciente de una meta,
de un logro personal, de un llegar a ser.
FZ: ¡Esto es lo que hace tan difícil la enseñanza! Justamente porque
no indica ningún tipo de disciplina para controlar o anular esos movimientos.
AC: Tampoco controlar; el control forma parte del proceso egocéntrico.
Ni anular, no hay que anular nada. El río corre. Uno es ese
río que corre. No puede sentarse en la orilla a observar el río, o pararlo,
o desviarlo. No obstante, tiene que hacer una observación del río que
corre, que es este mundo, que es uno mismo con su miedo, su dolor, sus
alegrías, su vida y su muerte. En esa observación sin el observador,
ocurren cosas. Es la única acción real, el único hacer que no aumenta
el contenido en lugar de vaciarlo, que no fortalece esta consciencia egocéntrica
y autoprotectora.
FZ: Para ir terminando este diálogo y también con vistas a nuestros
lectores: ¿De qué modo la enseñanza de Krishnamurti , más que otras enseñanzas,
ayuda a que esto ocurra? ¿Cuál diría Ud. que es la diferencia fundamental,
lo que la hace tan única? Y no me refiero a los seguidores, a los fanáticos
de Krishnamurti, que los hay. Se lo pregunto a Ud. Tanto en los tres libros
suyos, como en la serie de artículos que hace años escribió para nuestra
revista, ese carácter único y singular de la enseñanza se desprende del
propio contexto sin necesidad de que Ud. lo afirme explícitamente. El
lector perceptivo lo notará incluso cuando lea este diálogo-reportaje.
¿Podría Ud. definir de alguna manera, directa o indirecta, esa diferencia,
esa singularidad de Krishnamurti?
AC: Usted lo dijo bien y creo que es la respuesta más adecuada. Es
verdad, uno lo percibe así: es una enseñanza (vacilo un poco al llamarlo
enseñanza) única en toda la historia humana conocida. Y si
eso se desprende del contexto de mis libros, de lo que escribo o hablo
con la gente, creo que es una buena respuesta. Y Ud. sabe que no hay en
esto que expreso ni una pizca de fanatismo o de sometimiento a una autoridad.
¿Qué más podría agregar?
Desde que existe el ser
humano como tal, la vida ha estado operando en est nivel de lo que
hemos dado en llamar enseñanzas, instructores del mundo,
profetas, maestros, sabios... Ha estado
operando en el tiempo de la tierra, pero la fuente de esa acción, de esa
inteligencia, de ese amor, no está en el tiempo de la tierra. La tierra
podrá desaparecer, y todos los planetas, y el universo entero que vemos
y estudiamos, pero la fuente es....bueno, lo que no pertenece al tiempo,
no pertenece a las palabras. ¿Inmutable? ¿Eterna? Palabras. Y entonces
hay miles de años, y aparecen ciertos seres humanos que hablan de ciertas
cosas. Y su hablar no es un mero hablar, es el reflejo comunicativo de
hechos vividos, de percepciones intrasmisibles que operan en el campo
psíquico o espiritual. Todos esos seres, los conocidos, y los no conocidos,
forman un solo hecho más allá de las limitaciones temporales del nacimiento
y la muerte física. Y entonces Krishnamurti es la decantación más intensa,
la explosión más luminosa y reveladora del mismo hecho único que ha recorrido
nuestra historia humana. No es mejor que otros, es los otros
en su expresión más desnuda y esclarecedora. Pero esto que se dice no
tiene valor alguno si no se lo percibe como verdadero con la totalidad
del propio ser. Que es, precisamente, lo que propone la enseñanza.
FZ: Lo que acaba de decir es muy intenso, y personalmente me resulta
muy esclarecedor. Sin embargo me gustaría, de ser posible, una respuesta
directa a esta pregunta: ¿Qué es en realidad Krishnamurti, cuál es la
verdadera índole de su enseñanza? ¿Puede ser?
AC: Vea, creo que ese interrogante sólo puede contestarse negativamente.
En el terreno desbrozado y limpiado por los no, puede ser
que florezca un si no verbal la única respuesta verdadera
a esto.
FZ: ¿Se puede explicar mejor?
AC: Puede intentarse. Esto es válido para todo cuanto concierne a
nuestra relación con el hecho vida en su aspecto, digamos,
esencial, profundo, humano en el verdadero sentido trascendente
de esta palabra. Tomar una cosa y no definirla positivamente,
no decir esto es así sin haber decantado antes lúcidamente,
inteligentemente, todo lo que eso no es. En nuestro caso, Krishnamurti
y la enseñanza. Krishnamurti no es un moralista, no es un predicador,
no es un reformador social, no es un filósofo, no es un político, no es
un psicólogo.... Su enseñanza no es una serie de normas,, explícitas o
sutiles, destinadas a procurarnos una supervivencia más satisfactoria
en el mundo, Krishnamurti no ha estado recorriendo la tierra durante más
de 60 años, hasta su muerte a los 91, para que Ud. y yo y los demás encontremos
una manera mejor de vivir superficialmente nuestra mezquina vida en circuito
cerrado (yo para mi, mi familia para sí, mi país, mi nación, mi grupo
político, social, religioso o el que fuere primero, y después los otros,
etc., etc.) Krishnamurti y la enseñanza no han estado, no están al servicio
de esta mente que nos gobierna, de este ser humano que ahora somos, violento,
adquisitivo, ambicioso, codicioso, insensible, cruel, para que este mismo
ser humano modifique ciertas pautas de comportamiento a fin de que no
la pasemos tan mal como la estamos pasando. La enseñanza no es una especie
de elixir psicológico para aliviar, mitigar o consolar nuestra actual
condición.
FZ: ¿Y qué es?
AC: Un detonante poderoso para una explosión en la consciencia humana.
Si llega donde tiene que llegar, si encuentra lo que tiene que encontrar
y el contacto se produce. La explosión es inevitable. Todas las otras
cosas que buscamos, podemos encontrarlas en la política, en las religiones
organizadas, en las doctrinas esotéricas, en las meditaciones y métodos
de los gurús de Oriente y occidente, en las múltiples actividades que
nos absorben y gratifican desde el punto de vista material o psicológico.
Sólo cuando hemos descartado todas esas cosas, pero de verdad, podemos
preguntarnos seriamente qué es Krishnamurti, qué significa su enseñanza.
FZ: Si uno ha descartado todo eso. ¿Se lo pregunta?
AC: No
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