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Revista Digital de El Quinto Hombre
El mensaje de Krishnamurti: penetración y vivencia
VER EL PROPIO PELIGRO - Nota II
La vida es la energía o INTENSIDAD -en constante movimiento y transformación-
de TODO el infinito.
Por Jacobo Zaslavsky
Esa es la inteligencia que se acerca, penetra o se abre al reto y deja
que éste entre en comunión con ella, trascendiéndose así el límite personal
y conocido, y desvaneciéndose la aparente separación externa entre el
reto y la respuesta. Esa es la armonía de la vida y de ella surge el amor.
Así se libera el gran éxtasis del vivir. Muriendo para el sí mismo. Y
en esa muerte o descanso psicológico, la energía se ha renovado y su pasión
marca el nacimiento del nuevo instante. Es el milagro del viaje eterno.
Un eterno renacer, comprensión y júbilo siempre ahora. Está visto que
sin honda atención o amor no hay comprensión ni felicidad. Es un error,
pues, correr tras la felicidad. Ésta es un derivado de la comprensión.
Por ello, es fundamental que haya comprensión de la vida en todo y en
cada momento. Porque la comprensión no es continua. Nada continúa ni se
repite. La comprensión del instante anterior no puede aplicarse al nuevo,
ya que éste puede ser completamente diferente de aquel. Y, por cierto,
que la vida es un río de instantes siempre nuevos y diferentes, cuyo misterio
tiene que ser también siempre descubierto en lo nuevo y requiere nueva
atención. El ahora no puede ser percibido con la memoria. Tiene que haber,
entonces, una constante renovación de la atención; ésta ha de viajar en
constante unidad o comunión con la vida, sin ninguna clase de separaciones.
En el apartarse no hay afecto ni igual nivel; hay crítica, comentario
o elogio, o sea, "tiempo" y "espacio" psicológico, distanciamiento. ¡conflicto!
La comprensión exige el mismo nivel, afecto o comunión entre las partes.
Y la memoria es sólo una parte del cerebro o del organismo. Nadie puede
comprender a otro si no desaparece -psicológicamente- para sí mismo. La
memoria, por sí, no tiene comprensión, pero cuando la memoria se silencia,
o interrumpe, la comprensión puede penetrar y transmitirle su mensaje.
Es natural que la memoria exija seguridad. Es su función. Y no se puede
prescindir de seguridad. Pero hay un momento en que la memoria se registra
también a sí misma "yo"."yo". Tal vez sea en la muy temprana infancia,
aunque parece arrancar con los albores del hombre. Algo como un ente aparte,
como si fuera separado hasta del mismo organismo, se fascina consigo mismo
y comienza y pregunta "¿quién soy?" "¿qué soy?". "¿qué será de mí cuando
el cuerpo muera?" Y también expresa ya una voluntad: "quiero seguir siempre
igual." Miremos con atención, -o con afecto, sin intentar modificar nada-
este detalle que parece crucial. Aquí aparece, se hace visible y tomamos
consciencia de otra memoria, que no es memoria, de los mismos recuerdos,
imágenes, etc.; una memoria de la memoria misma, es decir, una super-memoria,
personalizada ya, que se conoce, se re-conoce, se centra, gira y se fascina
alrededor de sí misma. "yo". "yo". "yo soy todo esto". Y este "yo -o cada
uno de nosotros- es como si dijéramos. soy alguien y quiero continuar
siempre así: no quiero ser diferente ni nada ni nadie: soy y quiero ser
yo mismo". y siempre, aun después de la muerte". Nos damos cuenta, pero
este es un punto excepcional, casi metafísico. ¡se está produciendo un
ensueño, una fascinación en un estancamiento o punto fijo que va contra
todas las leyes de la Vida! En la memoria registramos un nuevo recuerdo,
que nuclea los recuerdos anteriores, al que denominamos "yo" y al que
nos apegamos como si fuera la vida misma o lo más importante de la vida.
No vemos que, ni bien registrado el momento ya pasó para siempre y, como
vida nueva ya no existe más. Así en el irreal espectro nos distraemos
de lo real, de la vida nueva, del instante presente y eterno. No vemos
que el "yo" es una "entidad" totalmente ILUSORIA sin ninguna vida propia.
Luego se agregan otros recuerdos, que forman la estructura o núcleo del
"yo" ("yo" soy así, me gusta esto, no me gusta lo otro; etc.) o sea la
personalidad egoísta, el ego o egoísmo en sí ("si no me cuido solo, ¿quién
lo hará?). El ego se considera protector y beneficioso. La belleza de
la vida está en la comprensión. Y su drama en la incomprensión. El "yo"
sólo tiene validez como recuerdo, pasado o memoria. Y en la memoria, precisamente
no hay comprensión. Sólo posee capacidad de imaginación. Y haciendo combinaciones
con los recuerdos que parecen nuevos, pero nada tienen de ello ya, que
provienen siempre del propósito o trasfondo del pasado, puede imaginar
pensamientos, sin "darse cuenta", sin comprender que esos pensamientos
son también irreales e ilusorios. Pero mediante ellos, puede expresarse
su voluntad. "yo no termino, ni paso ni muero: yo seguiré siempre". La
búsqueda de seguridad ha pasado ahora a ser exigencia de seguridad o continuidad
psicológica, pero como hemos entrado en confusión. ¡estamos confundiendo
la vida con un recuerdo de la vida o de nosotros mismos y pretendemos
infundir realidad a un pasado que no tiene vida! "Quiero seguir siendo
yo" significa "quiero continuar siendo siempre lo mismo. Mis recuerdos,
mis pensamientos o lo conocido, lo que ya pasó y está fijo en la memoria
o en mí mismo". Queremos detenernos en un manojo de recuerdos. nos gustan
nuestros pensamientos, nos produce placer sentirnos "yo" en lo conocido
nos sentimos "seguros". y en lo desconocido. "IN-seguros". Tenemos visto
que la atención -y la atención sólo es en lo nuevo- contiene silencio
mental, humildad, calor. Pero, precisamente, al producirse la fascinación
del pasado en las posibilidades de combinaciones de la memoria o continuidad
de los pensamientos, hay un alejamiento de la distracción de lo nuevo,
o de la atención, y de la consiguiente IN-comprensión. Para la continuidad
del pasado, esta humildad o silencio implican cesación, desaparición,
un peligro de "muerte" (psicológica), una atemorizante soledad. donde
no existimos, no somos nada ni nadie. y -este es el nudo- nosotros, en
lo psicológico, queremos, deseamos, ser algo o "alguien", un "yo" "seguro
y permanente". y la función de la memoria es producir seguridad. sólo
que no vemos que el intento de producir algo permanente configura un estado
de alienante ilusionismo, y que la supuesta "continuidad", mediante el
pensamiento, en lo conocido, no es tal seguridad (ni siquiera transitoria)
ni tampoco ninguna felicidad o solución, porque la seguridad, como un
hecho permanente o continuo, no existe y no puede ser producida. La búsqueda
o deseo del placer en la seguridad del "yo" pasado y conocido, proyectando
continuamente pensamientos, no es producir seguridad, sino ilusión, aberración,
locura o dolor, porque la palabra mental, "felicidad", "nuevo" o cualquier
otro pensamiento, no es el hecho de la felicidad o la novedad, sino el
dolor de ayer al desear repetirse. Cada instante o cada hecho es nuevo,
pero la palabra mental que viene del depósito de la memoria, no es -ni
puede ser- nueva ni real, pertenece al archivo de las cosas conocidas
y, por ello, viejas, muertas y útiles como información, pero no para vivir
el fuego de la vida. De ahí que la ilusión de "seguridad" continua o psicológica
del "yo" intentada en el pensamiento continuo o conciencia del "yo", es
el dolor, la tristeza del ayer, ¡pero no lo vemos! Para verlo hace falta
tanto calor, humildad. atención, afecto. pero la fascinación en lo ya
conocido, la borrachera de los pensamientos con su ilusión de seguridad
y felicidad, nos marea. ¡Y no vemos que la ilusión no es el hecho! La
frescura o el gozo de la vida nueva no puede ser percibida bajo el manto
de los viejos prejuicios, sino todo lo contrario. Las viejas imágenes
son una ficción con la vida nueva un aislamiento o segregación y crean
tensión una verdadera soledad. Narciso se mira en la fuente. -oh Dioses,
por que nos abandonan- e inconscientemente "sin darse cuenta" ¡un robot
comienza a levantarse contra su creador!. mientras la vida es movimiento
y lozanía, nosotros o cada "yo" nos erigimos en voluntad de continuar
en los viejos e ilusorios recuerdos, apartándonos y dejando de responderle
a la vida con el descubrimiento o la novedad, y por la otra parte intentamos
servirnos de ella en beneficio propio. No vemos que en esta voluntad de
personalizarnos ("quiero y me gusta ser yo") producimos una resistencia,
represión o rechazo a las leyes eternas del amor total e impersonal: se
ha iniciado una lucha, una parte se está separando de la totalidad, bajo
la ilusión de un placer o felicidad continua o permanente, se ha producido
un esfuerzo mental continuo, inconsciente sí, pero tremendamente doloroso.
Es el drama de la incomprensión, confusión, o Ego. Veamos un poco más
en detalle lo que significa este apego o fascinación en la ilusión del
ego, "felicidad" o continuidad psicológica, o atadura a nosotros mismos.
Continua nota III
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