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Revista Digital de El Quinto Hombre
El mensaje de Krishnamurti: penetración y vivencia
VER EL PROPIO PELIGRO - Nota III
La vida es la energía o INTENSIDAD -en constante movimiento y transformación-
de TODO el infinito.
Por Jacobo Zaslavsky
Todo reto o hecho es siempre nuevo y desconocido. Al enfrentarnos al mismo,
la memoria material toma su precaución natural y establece -en
lo físico- la distancia prudente. Pero la comprensión del
hecho requiere comunicación, acercamiento psicológico. Exige
atención, quietud, silencio mental.
Y aquí comienza el problema. Este es el punto crucial de la tragedia
humana. Porque en el silencio no existimos y nosotros queremos ser "alguien"
conocido y seguro, "queremos ser yo". Y este "queremos
ser yo" significa o configura un tremendo miedo a lo NO-conocido,
des-conocido o a dejar de estar en lo conocido, o sea, dejar de ser "yo".
"quiero ser yo" implica miedo o "temor a no ser yo",
miedo en sÍ y, por consiguiente, miedo a todo, a cualquier hecho,
a cualquier reto, al silencio, a la quietud, a la interrupción,
etc. y sin quietud o silencio no puede haber renovación de la energía
necesaria a todo el organismo
Y aquí está la raíz del drama. Porque en vez de entrar
en atención o silencio, o de madurar en inteligencia o afecto y
comprender el reto, tanto interno como externo, ¡intentamos una
regresión o permanencia en el pasado!, en lo conocido y supuestamente
"seguro", pero en realidad, muerto ya y totalmente in-seguro.
Y ¡huimos!, ¡intentamos huir hasta de nosotros mismos! Y comenzamos
a emitir -ya en el pánico de la estampida y mediante nuestra memoria-
una carrera continua de pensamientos (podemos comprobarlo observando ahora
nuestra mente: éste es nuestro estado habitual, un continuo parloteo,
considerado normal), un pensamiento tras otro, casi sin interrupción.
El pasado lucha contra lo nuevo. Las "voces", "imágenes"
o "sonidos interiores" nos producen una placentera ilusión,
un canto de sirenas con el que nos sentimos "acompañados",
"seguros", "felices", ¡pero no vemos que nos
estamos saliendo de la vida nueva, del dinámico ahora y nos hundimos
en el pasado, en la tristeza, en el dolor de ayer!
¡hundirnos
en la tristeza!
y nos creíamos protectores y beneficiosos
Pero nuestra estructura está mostrando, por una parte, dolor y,
por la otra, nuestro esfuerzo -el esfuerzo del mismo dolor- por no sentir
dolor, lo cual sólo refuerza el dolor y la tristeza.
Así, con el nacimiento de la memoria psicológica, del pensamiento
continuo o "yo", que concreta nuestra voluntad de continuar
siendo pensamiento, o "yo" -o pasado- nace el problema humano.
Y al huir de la vida nueva, caemos en nuestra propia trampa. Porque no
vemos que, sutil, escondida o inconscientemente, dentro de cada pensamiento,
ilusión o "voluntad de ser yo" cabalga el miedo a "no
ser yo".
¡Somos el miedo y no vemos que la continuidad del pensamiento o
del "yo" es la continuidad del miedo! ¡Ha comenzado el
drama del hombre y de toda la humanidad!
ya no hay más silencio.
Afecto, humanidad, descubrimiento, comprensión o alegría;
ahora es una continua preocupación, esfuerzo, desgaste o agotamiento
por "llegar a ser" algo nuevo (¿?), concreto, continuo
y perdurable. La vida nos desafía con su torrente de amor, de arrebatadora
pasión, humildad y silencio. Y nosotros respondemos con el esfuerzo
egoísta e interesado y con el continuo temor y mezquindad. Y el
esfuerzo continuo impide los descansos psicológicos. Lamentablemente,
sin ellos no queda lugar para la renovación, la frescura, amabilidad,
delicadeza o afecto.
El pensamiento es la forma inconsciente de huir de lo nuevo hacia el
pasado. Y al aislarnos en nuestros pensamientos quedamos envueltos o atrapados
en nuestro encierro. Un círculo que se hace cada vez más
cerrado. No es extraño entonces que nos sintamos en la más
absoluta soledad. De pronto, un inmenso, desgarrante sentimiento de soledad
nos envuelve y parece cortar cualquier posibilidad de comunicación.
En lo psicológico, súbitamente nos hemos vuelto un microscópico
puntito perdido en el infinito, en medio de un sobrecogedor vacío
una soledad que nos sigue a todas partes -vayamos a donde vayamos- porque
esa soledad es lo que somos, lo que se esconde dentro de cada pensamiento.
Y nuevamente, en vez de acercarnos y comprender, huimos. El escape se
vuelve ya nuestra forma habitual de existir. Ponemos palabras, nombres,
etc. Emitimos palabras mentales, "vacío", "angustia",
o cualquier otra aplicación o complicación -aún hasta
en el sueño- una proyección continua de ilusiones, discusiones,
casi sin ninguna interrupción. De este modo, mediante el ruido
de los pensamientos, queda velado el sentimiento o temor a la soledad,
el miedo de estar solos, resulta oculto o inconsciente, pero cada vez
más agravado. Ya ni nos damos cuenta que, con sus mil expresiones
diferentes, el miedo a estar solos domina y maneja las acciones de nuestra
vida: temor a morir o desaparecer, en el anónimo, en el pasar desapercibidos,
en la vejez, la pobreza, la enfermedad, etc. y su consiguiente escape,
el esfuerzo por no sentir el miedo, la búsqueda por "llegar
a ser" algo "seguro", "importante", "superior",
"espiritual", etc. y ¡feliz!
A veces, en los días brumosos, aún a través del ambiente
opaco, se suele divisar al fondo o en lo alto de una calle cualquiera,
algún blanco edificio, reflejando gloriosamente la luz del sol.
Todo habla de un estado pleno. Pero nosotros nos enfrascamos y nos perdemos
en la bruma o en las sombras y no vemos el fondo ni la altura.
El mal humor, la tensión, se esfuerza ¡por sentirse feliz!
y se vuelve desesperación, obsesión. Veamos a dónde
nos lleva.
El "yo quiero ser feliz" va dentro de cada uno de nosotros.
Queremos sentirnos "seguros", "en paz", ¡luchando!.
Los pensamientos producen en nosotros esta gravísima ruptura. Es
que ya no vemos más el reto. Sólo "vemos" nuestras
palabras interiores. Y las confundimos con el reto. No habiendo comunicación
dentro, tampoco la hay fuera de nosotros. La comunicación queda
rota. Y, por dentro, todo está roto. Las supuestas amistades, el
matrimonio, la familia, los pueblos, etc. y, más grave aun, habiendo
separación los retos internos y externos, se vuelven "el otro".
Cuando no hay comunicación los retos se "ven" como algo
lejano, separado. Entonces, potencialmente, "el otro" puede
ser un peligro... al cerrarnos en el ego ¡todo lo demás puede
ser un "enemigo"!
¡y le atribuimos lo que nosotros
pensamos de él!
la trampa del pensamiento toma un cariz imprevisto.
Continua nota IV
El Quinto Hombre
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