Cuando se habla de Despertar de Consciencia, está implícito el concepto de que hay algo dormido, sino no habría “despertar”. Con lo cual en primera medida aquí es importante aclarar que la Consciencia está latente en cada uno de nosotros, simplemente que por diversos motivos tales como programa familiar, programa social a través de la educación y demás etcéteras, se adormece. El que esa Consciencia esté dormida da lugar a que se opere en el mundo real con la conciencia, o sea, esa vara juzgadora y crítica formada como un escudo para movernos en sociedad, la cual es moralista y prejuiciosa.
A continuación transcribiré un interesante cuento relatado por Osho en donde se describe lo que implica ese despertar de Consciencia:
“Un rey japonés envió a su hijo para que un místico, un maestro, le enseñara a ser consciente.
El rey era anciano y le dijo a su hijo: “Pon toda tu energía en aprender porque, salvo que seas consciente, no vas a sucederme. No voy a darle mi reino a alguien que está dormido e inconsciente. No es una cuestión entre padre e hijo. Mi padre me lo dio a mí solamente después de haber alcanzado la consciencia. Yo no era la persona adecuada porque no era su hijo mayor, era el menor. Pero mis otros dos hermanos, mayores que yo, no podían alcanzarla.
“Lo mismo va a ocurrirte a ti. Y el problema es aún más complicado porque yo solo tengo un hijo: si tú no alcanzas la consciencia, el reino irá a parar a manos de cualquiera. Tú serás un mendigo de la calle. Por tanto, para ti es una cuestión de vida o muerte. Ve con ese hombre, él ha sido mi maestro. Ahora ya es muy mayor, pero sé que si alguien puede enseñarte, ese hombre es él. Dile: “Mi padre está enfermo, viejo, puede morir cualquier día. Queda poco tiempo y tengo que ser totalmente consciente antes de que muera, de lo contrario perderé el reino”.
El hijo del rey fue a ver al viejo maestro de las montañas. Le dijo: “He sido enviado por tu discípulo, el rey”. El maestro era muy anciano, más que su padre. Le contestó: “Recuerdo a ese hombre. Era realmente un auténtico buscador. Espero demuestres tener la misma calidad, el mismo genio, la misma totalidad, la misma intensidad”.
El joven príncipe afirmó: “Lo haré todo”. A lo que el maestro respondió: “Entonces, empieza por limpiar en la comuna. Y recuerda una cosa: que te golpearé en cualquier momento. Quizá cuando estés limpiando el suelo yo me acerque por detrás y te golpee con mi vara; así pues, mantente alerta”. Él replicó: “Pero yo he venido a aprender consciencia…”. Y el maestro le contestó: “Así es como aprenderás”.
Pasó un año. Al principio recibía muchos golpes cada día, pero poco a poco empezó a estar más consciente. Hasta incluso las pisadas del viejo…, podía encontrarse haciendo cualquier cosa, por muy absorto que estuviera en su trabajo, inmediatamente se daba cuenta de que el maestro estaba rondándolo. El príncipe estaba preparado. Después de un año el maestro lo golpeó por la espalda mientras estaba muy enzarzado hablando con un compañero del ashram. Pero el príncipe continuó conversando y, aún así, pudo esquivar la vara antes de que le alcanzara el cuerpo. El maestro le dijo: “Está bien. Este es el final de la primera lección. Esta noche empezamos la segunda”. El príncipe contestó: “Creí que esto era todo. ¿Esto es solo la primera lección? ¿Cuántas más quedan?”. El anciano respondió: “Depende de ti. La segunda lección consiste en que ahora te golpearé mientras duermes y tienes que mantenerte alerta cuando estés dormido”. Él replicó: “Dios mío. ¿Cómo puede uno estar alerta dormido?”. El viejo aclaró: “No te preocupes. Miles de discípulos han pasado la prueba. También tu padre la pasó. No es imposible. Es difícil, pero es un reto”.
Y desde entonces, cada noche recibía golpes en seis, ocho o doce ocasiones. Era difícil dormir. Pero a los seis meses empezó a sentir dentro de él una cierta consciencia. Llegó un día que, justo cuando el maestro iba a golpearlo, con los ojos cerrados le dijo: “No te molestes. Eres demasiado viejo. Me duele que estés tomándote tantas preocupaciones. Soy joven, puedo sobrevivir a los golpes”. A lo que el anciano contestó: “Bendito seas. Has superado la segunda lección. Pero hasta ahora he estado golpeándote con mi vara de madera. La tercera lección consiste en que ahora empezaré a golpearte, desde mañana por la mañana, con una espada auténtica. ¡Mantente alerta! Un solo momento de inconsciencia y estás acabado”.
Por la mañana temprano, el maestro solía sentarse en el jardín, escuchar a los pájaros cantando…, ver las flores abrirse, el sol naciendo. El príncipe pensó: “¡Ahora va a ser peligroso! Una vara de madera era dura, difícil, pero no iba a matarme. Una espada auténtica…”. Él mismo era un espadachín, pero no se le daba la oportunidad de protegerse; su única protección sería permanecer consciente. Entonces se le ocurrió una idea: “Este viejo es realmente peligroso. Antes de empezar la tercera lección me gustaría comprobar si él mismo puede pasar la tercera prueba o no. Si va a poner en riesgo mi vida, no puedo permitirle hacerlo sin haber comprobado si es merecedor de ello o no”. Esto eran solo pensamientos que se le ocurrían mientras yacía en la cama. La mañana era fría. El maestro le ordenó: “¡Sal de debajo de tu manta, idiota! ¿Quieres golpear a tu propio maestro con una espada? ¡Avergüénzate! Puedo escuchar las pisadas de tus pensamientos.., abandona esa idea”. El príncipe estaba realmente avergonzado. Cayó a los pies del maestro y dijo: “Perdóname. Soy un auténtico estúpido”.
Pero ya que se trataba de un problema de espada, una espada de verdad, empezó a ser consciente de todo lo que le rodeaba, incluso de su propia respiración, del latido de su corazón. Se daba cuenta de la más mínima brisa pasando entre las hojas, de una hoja caída volando en el viento. El maestro lo intentó unas cuantas veces pero siempre lo encontró preparado. No pudo golpearlo con la espada porque no podía sorprenderlo inconsciente, despistado. Siempre estaba alerta. Era una cuestión de vida o muerte –no puedes permitirte estar de ninguna otra manera que no sea alerta. Durante tres días el maestro no pudo encontrar ni un solo momento, ni un solo resquicio. Y después del tercer día, le llamó y le dijo: “Ahora ya puedes marcharte y comunicar a tu padre que el reino es tuyo, aquí tienes una carta de mi parte”.”
De ese bello cuento lo fundamental es comprender que ese Ser Consciente implica un recorrido considerando constancia y disciplina. La armadura de creencias y preconceptos es firme y opera en piloto automático las 24 horas del día los 7 días de la semana. La pregunta que sigue es, ¿y cómo generas esa constancia y entrenamiento en tu vida cotidiana? Aquí es cuando la Astrología Esotérica surge como una de las vías de trabajo interno y ese devenir del despertar. ¿Y por qué sería eso? Porque dentro de lo que se conoce como la Astrología tradicional, a lo que se accede son a tus energías de “fábrica” y cómo tu conciencia (la moralista) hace uso de ellas. De ahí que puedas decir, te gusta tal cosa, no te gusta tal otra, eres una persona iracunda, eres callada, etc. Todas etiquetas que con la Astrología tradicional simplemente confirmas y reafirmas esa conciencia dormida. Por otro lado, la Astrología Esotérica te propone dar un paso más y además de confirmar la descripción de lo que tu ego hizo con tus energías, tomes Consciencia de qué propuestas de Crecimiento Interno propician las energías de tu mapa natal y las uses a favor. Como se suele decir, aprender cómo es la ola y cuando viene, subirse y aprovechar ese aventón.
Ojalá hayas disfrutado de estas líneas, nos encontramos en un próximo artículo. ¡Hasta pronto!
Carolina Capmany
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