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Revista Digital de El Quinto Hombre
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Los "prodigios"
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Por MARIA TERESA FORERO
Licenciada en Letras de la UBA, especializada en textos con fenómenos anómalos
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Una excelente investigación sobre un tema poco difundido: prodigios celestes de origen desconocido en los cielos de América en la época de la conquista española; la autora de este artículo, exclusivo para EL QUINTO HOMBRE, profundiza en los textos de los cronistas de Indias, donde quedaron registrados para la posteridad fenómenos anómalos tan inexplicables como los de nuestros días. América ha sido desde tiempos remotos y hasta la actualidad testigo de tales manifestaciones. Este documentado trabajo así lo demuestra…
Pocas civilizaciones fueron tan diezmadas por el efecto de las conquistas como la azteca. Templos, obras de arte, primorosos escritos sobre piel de antílope se han perdido irremisiblemente. La defensa de la fe era la excusa del latrocinio. Unos pocos textos se salvaron de las llamas, los famosos códices, que son celosamente investigados y aún guardan secretos.-
Pero otros textos nos llegaron de manos de estudiosos que recopilaron testimonios de esos hombres que no podían entender por qué se ensañaban así con sus vidas. Entre ellos, los más curiosos y no tan difundidos, nos relatan episodios llamados “prodigios” que anunciaban el fin de un imperio.-
Un testigo confiable narró: “Se veía como una espiga de fuego, como una llama de fuego, como una aurora: se mostraba como si estuviera goteando, como si estuviera punzando en el cielo. Ancha de asiento, angosta de vértice. Bien en el medio del cielo, bien al centro del cielo llegaba (…) al mismo cielo estaba alcanzando. Y de este modo se veía: en el oriente se mostraba: llegaba a la medianoche; se manifestaba aún en el amanecer; entonces la hacía desaparecer el Sol. Y en el tiempo en que estaba apareciendo: por un año venia a mostrarse”. (…) Otro testigo, que no conocía al anterior, narró: “(…) siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del cielo por el aire y de tres en tres por la parte de Occidente, con toda fuerza y violencia, que iban desechando y desapareciendo de sí brasas de fuego o centellas por donde corrían hasta el Oriente, y llevaban tan grandes colas, que tomaban muy gran distancia su largor y grandeza; y al tiempo que estas señales se vieron, hubo alboroto, y asimismo muy gran ruido y gritería y alarido de gentes”.
El primer testimonio pertenece a la “Historia General de las cosas de la Nueva España”, de sacerdote franciscano Bernardino de Sahagún, escrito entre 1540 y 1585. Sahagún recorrió el territorio mexicano, donde aprendió a hablar náhuatl para poder comunicarse con los nativos. Su obra es uno de los pocos documentos confiables de los primeros años de la conquista española.
El segundo texto está contenido en la “Historia General de Tlaxcala” de Diego Muñoz Camargo (1529-1599), un historiador mestizo, hijo de un conquistador español y una india azteca. El hecho que consignamos ocurrió en Tlaxcala, al sureste del anterior y por la misma época.
Si quisiésemos decir con vocabulario de nuestros días ambos fenómenos, diríamos que en el valle de México, se vio un objeto muy brillante fijo en el cielo durante un año, y que más al sur, en Tlaxcala, vieron tres objetos luminosos que parecían despedir llamas y que corrían de occidente a oriente. Como no podemos precisar de qué se trata, los llamaríamos OVNIS.
Ovnis entre 1517 y 1519. Ovnis que forman parte de lo que se conoce como los “prodigios” que le anunciaron al emperador Moctezuma el final de su imperio, lo que ocurrió en 1519.
Entre dichos prodigios – en total diez - se mencionan también los siguientes:
- La laguna de Tenochtitlán (hoy ciudad de México), hirvió en olas que arrasaron gran parte de las casas aztecas situadas en las márgenes.
- Un “rayo” destruyó un Templo, pero no había tormenta y el cielo estaba límpido. Dice Sahagún que “no se escuchó el trueno”. Un “rayo” silencioso y destructor.
- Otro templo consagrado a la deidad máxima, Huitzilopotchtli, entró en combustión espontánea y, como nos dice Muñoz Camargo: “Y cuando se acercaban a echar el agua y querer apagar el fuego (…), entonces se encendía más la llama con gran fuerza, y así, sin ningún remedio, se acabó de quemar todo”.
- En la noche, en medio del silencio, en el templo Mayor (donde ahora está la Catedral de Distrito Federal), que estaba desierto después del atardecer, de pronto se escuchaba la voz de una mujer que lloraba diciendo: “¡Oh hijos míos! del todo nos vamos ya a perder... e otras veces decía: Oh hijos míos ¿a dónde os podré llevar y esconder?” (Núñez Camargo, también Sahagún la menciona). Aún hoy, en pleno siglo XXI, los vendedores ambulantes que se distribuyen frente a la Catedral, afirman que algunas noches ven salir a una mujer del gran templo (cerrado al atardecer), llorando por sus hijos. Esta mujer atraviesa las gruesas paredes de la Catedral y se pierde en la noche en el famoso Zócalo, la gran plaza central. Se trata de la famosa “llorona” mejicana, hecha leyenda y canción. Para nosotros, claramente hablan de un fantasma.
- Moctezuma, como todo emperador azteca, era también sacerdote y se valía de otros sacerdotes y chamanes para su ministerio. Nos dice el padre Sahagún: “Muchas veces se atrapaba, se cogía algo en redes. Los que trabajaban en el agua cogieron cierto pájaro ceniciento como si fuera grulla. Luego lo llevaron a mostrar a Motecuhzoma, en la Casa de lo Negro (casa de estudio mágico). Había llegado el Sol a su apogeo: era el medio día. Había un como espejo en la cabeza del pájaro como rodaja de huso, en espiral: era como si estuviera perforado en su medianía. Allí se veía el cielo: las estrellas. Y Motecuhzoma lo tuvo a muy mal presagio, cuando vio las estrellas. Pero cuando vio por segunda vez la cabeza del pájaro, nuevamente vio allá, en lontananza, como si algunas personas vinieran de prisa; bien estiradas; dando empellones. Se hacían la guerra unos a otros y los traían a cuestas unos como venados. Al momento llamó a sus magos, a sus sabios. Les dijo: “¿No sabéis: qué es lo que he visto? ¡Unas como personas que están en pie y agitándose!” Pero cuando ellos, queriendo dar la respuesta, se pusieron a ver desapareció todo: nada vieron”.
Los aztecas no conocían el caballo, de ahí la confusión y el decir que esos hombres venían montando “unos como venados”. Pero ¿qué era ese “espejo mágico” que le mostraba el porvenir solamente al emperador?
Curiosamente, en “La Araucana”, epopeya chilena escrita por Alonso de Ercilla (soldado español, 1563-1594), se menciona una piedra andina pulida como un espejo que mostraba imágenes de lugares remotos y anunciaba el porvenir”. (*)
¡Cómo no recordar el Aleph de Jorge Luis Borges, esa esfera de cristal de dos centímetros de diámetro que mostraba al unísono el mundo, el pasado, el presente y el porvenir! Querido y admirado maestro Borges: aunque usted en el epílogo de su cuento se empeña en decirnos que no existió un Aleph en América, (un sitio que en su pequeñez contiene el mundo y el tiempo), creemos que se equivocó: el Aleph estuvo (¿está?) aquí.-
(*) Sugestivamente, un espejo similar hecho de antracita y que se conserva en el BRITISH MUSEUM, habría estado en posesión del mago isabelino JOHN DEE (1527-1608 ó 1609) con el cual se comunicaba con seres de otros planos… (N. de la R.)
Fuente: “Visión de los vencidos”, Universidad Nacional Autónoma de México. Textos seleccionados por el investigador Miguel León Portilla.
BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA:
- HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE LA NUEVA ESPAÑA,
Fray Bernardino De Sahagun, Editorial Porrua
- HISTORIA GENERAL DE TLAXCALA,
Diego Muñoz Camargo, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.-
- LA ARAUCANA,
Alonso de Ercilla, Editorial Cátedra.- |
Por MARIA TERESA FORERO
Licenciada en Letras de la UBA, especializada en textos con fenómenos anómalos
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