Revista Digital de El Quinto Hombre


INTIMIDADES DE VENUS

Por Ludwig Sullos


   En las mitologías de, prácticamente, todos los pueblos aparecen los "dioses que vinieron de arriba". Dioses, maestros, instructores; seres superiores que enseñaban a los seres humanos primitivos del planeta Tierra. A muchos de estos "dioses" se les atribuye haber venido de la "estrella del crepúsculo", que solo puede ser Venus. En los inicios de los seres humanos que terminaron en los actuales, parece que hicieron sus visitas; muchas pinturas rupestres ilustran figuras que pueden ser astronautas. O, por lo menos, así lo dibujaría gente primitiva en caso de verlos. En la mitología griega se habla de los dioses con netas características humanas, algunos con cualidades no muy nobles por cierto, y que hacen pensar en una humanidad de invasores con alta tecnología pero con ética que deja bastante que desear. Hay una  historia, la de Faeton, que pidió prestado a Helios (dios del Sol) su "carro de fuego". Faeton condujo el carro un solo día, desde el amanecer hasta el crepúsculo; pero era inexperto para manejarlo y al ponerse el Sol, se precipitó a tierra en medio de un terrible fuego, destruyendo la morada de los dioses; éstos debieron huir del Olimpo y establecerse en otra parte.

    Varias otras mitologías hablan de manera similar. Y casi todas se refieren a que "los de arriba-afuera" decían proceder de la estrella "vespertina-matutina", o sea, de Venus.  
   Pero todo lo anterior es incompatible con lo que las sondas venusinas encontraron: una superficie de casi 500 grados de temperatura, 90 atmósferas de presión de dióxido de carbono (CO2), sin oxígeno y sin agua, con actividad volcánica intensa, ríos y lagos de sal fundida, huracanes colosales de convección atmosférica. Un verdadero infierno donde la vida humana tal como la conocemos es imposible. Los astrofísicos sonríen al escuchar los relatos mitológicos. Sin embargo…

   Lo que sigue es una teoría respecto a esta distinguida dama de nuestro sistema solar,  segundo planeta, casi tan grande como la Tierra y hoy por completo fuera de las posibilidades de una colonización humana.  

   Cuando se formó el sistema solar, había un gran disco giratorio de polvo y gases que reducía mucho la intensidad de la radiación del sol recién formado. Dentro de este disco, donde la luz solar estaba muy disminuida, se formaron los planetas, en un ambiente relativamente frío. Cuando los cuerpos proto-planetarios eran bastante grandes y tenían velocidad de escape como para retener los gases, éstos consumieron el polvo restante del disco, incluso toda el agua. Cuando el disco ya dejaba pasar la luz solar con suficiente intensidad como para iluminarlos, los planetas habrían crecido a tamaños similares a los de hoy.

   O sea, Marte, la Tierra, Venus y hasta Mercurio crecieron acaparando bastante hielo, muy abundante en el disco de polvo proto-estelar.  

    La Tierra, y probablemente Venus también, en su interior, tienen mucha agua. En la alta presión del interior, el agua que contienen las rocas es estable a la temperatura que hay allí. En el magma caliente hay gran cantidad de agua; parece increíble, ¿no? Muchos geólogos discuten esto; en las erupciones volcánicas, la lava libera grandes cantidades de vapor. Se han hecho experimentos  respecto a cuánta agua puede contener el magma a la presión y temperatura a que se encuentra en las profundidades de la Tierra. El agua es estable como gas hasta cerca de 2000 grados. La cantidad de magma bastante por debajo de esta temperatura contiene tanta agua que sería suficiente para regenerar varias veces los océanos, si éstos se perdieran por algún motivo. Más aún, la Tierra, y parece que Venus también, en realidad, están perdiendo agua en forma continua por el viento solar, pero estos 3 km de espesor-promedio de la Tierra resultan del equilibrio entre la velocidad de pérdida y la reposición desde el magma. La idea de que los cometas trajeron el agua a la tierra tiene un problema matemático: debieron caer mil  millones de cometas para traer el agua actual, cifra muy poco probable.

   A medida que la Tierra primitiva se fue enfriando, el dióxido de carbono (CO2) atmosférico fue absorbido por los óxidos de los metales alcalino-térreos de la corteza, en especial por el calcio, para formar carbonatos. La Tierra contiene 3,6% de calcio, más que suficiente para absorber todo el CO2 de la atmósfera primitiva. Pero para que esto haya sucedido, debió bajar la temperatura. Recordemos que la cal se fabrica calentando el carbonato de calcio: éste suelta CO2, quedando óxido de calcio (cal viva). Se le agrega agua y se obtiene hidróxido de calcio (cal apagada) que, al absorber CO2, se endurece y forma la piedra caliza.

   Por otra parte, en la estratosfera, el vapor de agua se perdía lentamente siendo descompuesta por los rayos ultravioleta de Sol; el hidrógeno, de peso molecular 2, se escapó y dejó el oxígeno suelto, de peso molecular 32, que, la mayor parte, se quedó en la atmósfera. Los organismos con clorofila contribuyeron a este proceso. Si todo el carbón fósil enterrado hoy se quemara, estaría lejos de regenerar la primitiva atmósfera de CO2; añadiría cerca de 2% de CO2 a la atmósfera actual (nos mataría). El carbón enterrado habría resultado del CO2 que los organismos con clorofila habrían fijado, soltando la misma cantidad de oxígeno. El carbón fósil debería ser el equivalente del CO2 extraído de la atmósfera y devuelto como oxígeno. Pero solo hay carbón fósil como para haber liberado 2% de oxígeno. Entonces, ¿de dónde vino el 21% de oxígeno de hoy? Incluso, en la era Jurásica, llegó a 35%. La descomposición del agua en la estratosfera, debido a la luz ultravioleta del Sol, fue el primer generador de oxígeno.

   Los organismos biológicos contribuyeron también a la fijación del CO2 convirtiéndolo en carbonatos, pero este proceso no libera oxígeno.

   En las erupciones volcánicas sale CO2, pero salen mucho más de óxidos de metales alcalino-térreos, en especial calcio que, a la larga, quita mucho más CO2 del aire. Hoy hay 3,6% de calcio en la corteza, y cantidad similar en el magma. En la corteza, el calcio está en la forma de carbonatos; hay más que suficiente para generar una atmósfera 100 veces más densa que la actual, de solo CO2. Pero en el magma hay mucho más calcio que sale en forma de óxido y no de carbonato debido a su temperatura. Y cuando sale, se dedica a buscar CO2 para convertirse en piedra caliza.

   El calcio fue lo que eliminó casi todo el CO2 de la atmósfera terrestre primitiva. Hasta el final de siglo 19 había 280 partes por millón (ppm) que es el 0,029%. Hoy hay un poco más CO2 en el aire, solo 400 ppm; 280 original en el siglo 19 y 120 ppm, 41% más añadidos por la industria. El mar absorbe por afinidad química 18 veces más de lo que hay en el aire; se va fijando por los óxidos que salen desde el magma. Es decir, el CO2 disminuye con el paso del tiempo, sin necesidad de organismos biológicos sobre el planeta.  

   Una vez que el CO2 disminuyó, la presión atmosférica debió bajar desde valores iniciales de 100 atmósferas, hasta los valores actuales. Entonces la radiación solar alcanzó los mares y se estableció un equilibrio entre evaporación y temperatura. Así, al haber más calor, se forman más nubes que rechazan los rayos solares.  

   En Venus pudo suceder lo mismo. Por su distancia al Sol, la Tierra debería tener 20 á 25 grados de temperatura media; pero debido al efecto regulados de la evaporación y las nubes tiene 15 grados C. Venus tendría 66 grados C. Pero en el ecuador, la formación de nubes sería mucho mayor y rechazaría mucho más calor solar. Supongamos que, debido a las nubes, la temperatura media bajaría a valores entre 30 y 40 grados, o quizás más. Sería un mundo muy cálido y húmedo (hasta insoportable para gente de países fríos) en las zonas ecuatoriales y un clima tropical o subtropical (o incluso templado) en los polos; probablemente, gran evaporación en el ecuador y muchas lluvias en las zonas polares. Dada su cercanía al Sol, el efecto de marea habría frenado su rotación hasta días del orden de 40 horas terrestres. Tendría un campo magnético similar al de la Tierra. Su atmósfera, dada su mayor temperatura, sería de doble a triple densidad respecto a la de la Tierra, favoreciendo la distribución de temperaturas y la protección del calor solar excesivo. Tendría 2 veces más nitrógeno que la Tierra con quizás 10 á 15 % de oxígeno a doble presión, o sea, la misma cantidad que en la Tierra. Sería un lugar habitable según los criterios humanos actuales. De modo que el desarrollo de un ambiente biológico y una civilización avanzada habría sido perfectamente posible.

   Lo arriba descrito habría durado hasta hace muy poco, en un orden menor que un millón de años. Se supone que era un mundo con vida floreciente.

   Pero vino, probablemente del cinturón de Kuiper (quizás hace menos de cien mil años), algo de 1000 kilómetros de diámetro, o quizás mayor, y chocó contra Venus: el carro de fuego de Faeton. Las consecuencias fueron tremendas.

   Los "habitantes del Olimpo", al ver venir el monstruo, debieron huir despavoridos (¿no tenían la suficiente tecnología para desviarlo?). Pero… ¿Huir a dónde? ¿A la Tierra? ¿Se habrían degradado tanto como para que resulte la humanidad de hoy? ¿O su bioquímica era incompatible con la Tierra? ¿O se fueron a otro sistema solar dejando híbridos venusino-terrestres que generaron la humanidad actual? ¿Somos nosotros sus descendientes?

   Venus debió inflarse con una atmósfera hasta 30 mil kilómetros de diámetro, o más, y toda su superficie fue cubierta con lava. Toda su corteza se fundió y colapsó la tectónica de placas. El CO2 y el azufre fijados en la corteza se liberaron y se generó una atmósfera 100 veces mayor que la terrestre, con 96% de CO2; y 3% de nitrógeno, poco más que la cantidad original, que fuera el doble de nitrógeno que en la Tierra; al calentar los sulfatos de la corteza, se generan nubes de ácido sulfúrico con el agua restante; el agua se evaporó toda, subió a la estratosfera y hasta hoy se escapó la mayor parte debido al viento solar al colapsar el campo magnético. El impacto fue cerca del ecuador y en sentido contrario a su rotación. Por eso, hoy da una vuelta completa en 243 días terrestres y en sentido retrógrado, inexplicable sin considerar una gran colisión en sentido contrario al de su rotación original. Debido a su lenta rotación resultante, Venus perdió su campo magnético. Si tuvo un anillo de detritos de colisión, éste se eliminó rápidamente debido a la gravedad de sus dos vecinos: la Tierra y Mercurio.

   Hoy Venus se está enfriando. La superficie está a 470 grados C; al principio, poco después de la colisión, debió superar los 1500 grados. Debería estar a 66 grados C por la cercanía al Sol. A 50 kilómetros de altura hay (más o menos) una atmósfera y temperatura similar a la de la Tierra. A 70 kilómetros de altura la temperatura de la atmósfera llega a bajar hasta -40 grados C. Esa baja temperatura es debida a la radiación hacia el espacio (en la estratosfera de Venus). Hay dos colosales huracanes debidos a la convección. En uno de ellos sube el gas caliente, arriba se enfría y luego cae, generándose el otro huracán. Esto significa un enfriamiento intenso.

   La elevada temperatura, se dice, es debida al efecto invernadero del CO2. Pero tal efecto sería importante si algo evitara la convección provocada por el calor de la superficie y la radiación al espacio. Las enormes nubes de Venus reflejan la mayor parte de la luz solar y esto provocaría temperaturas bajo cero en la superficie. En los invernaderos, la elevación de la temperatura se debe a que el aire intercepta el calor del sol; hay un vidrio que permite entrar a los rayos solares (no hay nubes), pero no permite la convección; si se quita el vidrio, el gas caliente se escapa hacia arriba y las plantas mueren por el frío. En la Tierra misma, el aumento del CO2, sí, eleva la temperatura, en décimos de grados, pero la convección genera más nubes que reflejan los rayos solares y disminuyen mucho más la temperatura. Además, la cantidad absoluta de calor que Venus recibe del Sol  es, por lejos, insuficiente para generar sus 470 grados. En la Tierra, se exagera con lo del calentamiento global y olvidan los cálculos. Además, en la era Jurásica había 10 veces más CO2 que hoy y no hubo ningún súper-calentamiento, pero sí muchas lluvias por la gran cantidad de nubes y un paraíso biológico, en especial para la vegetación. (Recordar las burbujas de aire atrapadas en ámbar jurásico.) Incluso, con tanto CO2 en el aire, hacía menos calor que hoy. ¿Los ambientalistas ignoran este hecho?

   ¿Qué evitaría la convección en Venus? La idea del efecto invernadero parece ignorar por completo el efecto de las nubes y el fenómeno de la convección. Con 470 grados en la superficie, la pérdida de calor por convección debe superar en dos dígitos a la cantidad de calor solar absorbido. Para lo del efecto invernadero las cuentas no cierran, por lejos, pero es divertido para documentales en TV, y para personas que poco o nada saben de física. Se habla de calentamiento global en la Tierra como la mayor catástrofe que se aproxima y olvidan un monstruo que se llama "superpoblación". Es más político que científico. Si habrá un colosal holocausto en el siglo 21, no será por calor sino por hambre.  

   Una fuente interna de calor en Venus explicaría la alta temperatura; de existir tal fuente, sería por la combustión nuclear de materiales que generarían grandes cantidades de cenizas radioactivas en la superficie. Las sondas que fueron a Venus no detectaron radioactividad. Se habla de explosiones atómicas por enriquecimiento local espontáneo de uranio; pero hasta ahora se ha visto una sola vez algo que podría ser una explosión nuclear. Debería haber millones de estas explosiones para mantener la temperatura.  

   La fuente interna de calor más probable sería el residuo de la colisión y quizás el hundimiento y la acomodación del núcleo denso del cuerpo que impactó, que puede tardar bastante, liberando calor, ya no tan intenso como en los primeros tiempos, pero con un proceso más duradero. Esto sugiere que la colisión sucedió hace muy poco.  

   Las sondas venusinas también vieron "algo reflectante como agua". Claro está, no es agua sino sal fundida, cloruro de calcio y sodio principalmente.

   En resumen, parece que Venus se calentó mucho y ahora se está enfriando. Es posible que tarde muchos millones de años en volver a la temperatura original para que el calcio vuelva a absorber el CO2. También deberá liberar suficiente agua de su interior como para regenerar sus océanos y acelerar la absorción por las rocas del CO2 y del SO2 de la atmósfera actual.

   Si la Tierra recibiera hoy un impacto de algo de 1000 kilómetros de diámetro, se fundiría la corteza colapsando la tectónica de placas; adquiriría el aspecto actual de Venus: densa atmósfera de CO2, cerca de 100 atmósferas, por liberarse de las piedras calizas; SO2 y ácido sulfúrico abundante por calentarse los sulfatos, vastos flujos de lava y en la superficie ríos y lagos de sal fundida; océanos evaporados en la parte exterior de la atmósfera en rápido escape al espacio. Se iría enfriando, se regenerarían los mares y, en varios cientos de millones de años, se fijaría el CO2 y el SO2 en la corteza. Según el ángulo del impacto, la rotación podría aumentar, detenerse, o hasta hacerse retrógrada (como en Venus); en caso de detenerse o reducirse mucho, perdería su campo magnético y estaría expuesto al viento solar, que le quitaría el agua que sube a la estratosfera. En este caso, el regreso de la vida a la Tierra sería muy lento.

   Se habla de "terraformar" a Venus. El primer problema es enfriarlo y fijar en la corteza el CO2, que precisaría muchos millones de años. Dudo que la humanidad dure tanto. El segundo problema, mayor que el anterior, es acelerar su rotación para recuperar su campo magnético; hoy no se tiene ni idea de cómo hacerlo. Quizás con un colosal equipo eléctrico se pueda generar un campo magnético para rechazar el viento solar.

   Demos gracias a los poderes que gobiernan el Cosmos por no ser la Tierra el planeta que recibió este impacto. Pero en el cinturón de Kuiper merodean muchos cuerpos de más de 2000 km de tamaño; aún no está dicha la última palabra…

 


Por Ludwig Sullos