Encuentro cercano del tercer tipo
Silvia Zimmermann del Castillo
Escritora, discípula y colaboradora de Jorge Luis Borges
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La noticia no me sorprendió demasiado, aunque admito que me inquietó. En realidad es algo que se viene gestando sin pausa desde hace décadas e intensificándose en los últimos tiempos. Pero que la advertencia provenga de la más antigua sociedad científica del Reino Unido y una de las más prestigiosas del mundo me inquietó. Es que un aviso de la Sociedad Real de Londres inspira el respeto que, modernos como somos, debemos a la racionalidad. Nadie dice que una proposición científica no pueda estar equivocada, pero jamás será infundada. Y eso es a priori un aval de prudencia.
Fue mi amigo William Waldron, con quien comparto la literatura y la afición a los misterios, quien me hizo llegar desde Londres el último número de la revista Philosophical Transactions que publica la Royal Society. El pasado octubre, nos habíamos reunido en la bella ciudad de Bath, para hablar de literatura y de la extrañeza del escritor ante la rebeldía de los héroes que crea. Todo novelista sabe que sus personajes terminan imponiéndole sus libres albedríos. Pero a lo que no podemos escapar, dijo William, es al prototipo humano, y nos es arduo, por no decir imposible, crear personajes alienígenas, por ejemplo, que no actúen como nosotros. Los ET se deben morir de risa de nuestras interpretaciones de ellos. Hizo una pausa, y preguntó: ¿reirán?
El hecho es que me puse a leer con avidez la revista que me enviaba. La primera edición del año de Philosophical transactions está dedicada en su totalidad a la alta posibilidad de vida inteligente en el universo y a la eventualidad de un contacto cercano con alienígenas. Contrariamente a décadas pasadas, la comunidad científica se vuelca ahora a afirmar que el universo está repleto de vida. Pero lo que más impacta de la publicación, es el artículo introductorio, en el que se abordan desde cuestiones astronómicas y biológicas hasta sociopolíticas, y se dedica un extenso párrafo a los desmoronamientos políticos y religiosos que podrían resultar de un contacto de semejante índole.
El Dr. Simon Conway Morris, profesor de Paleobiología Evolutiva de la Universidad de Cambridge, es quien advierte: “debemos prepararnos para lo peor. Esos alienígenas serán parecidos a nosotros, algo que, dada nuestra no muy gloriosa historia, debería hacernos reflexionar". Su advertencia se basa en la concepción vigente, según la cual, la evolución de la vida debe tener en todo el universo características similares a las de la Tierra. Al leerlo, recordé la charla de aquella dorada tarde de otoño. Las categorías de pensamiento del escritor no difieren tanto de las del científico, después de todo. Por empezar, comparten el mismo mundo. Seguidamente, la Royal Society argumenta que “si el proceso de evolución sigue en todo el universo patrones darwinistas, tal como en la Tierra, las formas de vida que contactarían con los seres humanos podrían compartir su tendencia a la violencia y la explotación de los recursos”. El panorama es, por cierto, poco alentador.
Son los profesores John Zamecki y Martin Dominik quienes, en nombre de la Royal Society, exhortan a las Naciones Unidas a elaborar un plan responsable dirigido por expertos y científicos que evite los intereses de poder y oportunismo, para estructurar el marco general de acción con el que, bajo el gobierno de un grupo político de representatividad global, se pueda encarar la comunicación con los visitantes cósmicos.
Lo que reclama la Royal Society es nada menos que la instauración oficial de una exodiplomacia y una exopolítica serias.
A esta altura, no pude evitar pensar en la serie televisiva Star Trek, cuyos episodios he seguido durante años con gozosa fidelidad. No sería la primera vez que la ciencia ficción profetice el futuro.
Uno de los personajes emblemáticos de la serie es el Capitán Picard al mando de la nave Enterprise: científico, formado en filosofía, lector de poesía, experto en Shakespeare, amante de Berlioz, aficionado a la arqueología, que ante cada nuevo contacto con culturas extrañas, recurre a la lingüística o los símbolos del arte, para cumplir su misión de diálogo y de paz desde la comprensión más profunda y la ética más incontrastable. Pienso en el Capitán Picard, y me digo que el modelo dista años luz del espectro político global disponible: terrícolas adormecidos en hábitos degradados y placeres procaces. El panorama se complica peligrosamente.
Entretanto, los anuncios parecen ir precipitándose hacia un acontecimiento perentorio: los gobiernos liberan archivos clasificados, los avistamientos se acrecientan según testigos, y ahora es la Real Sociedad de Londres la que lanza una advertencia por demás sugestiva. Algo está ocurriendo más allá de las noticias y recreos con los que la sociedad permanece narcotizada en lo corrupto, lo lascivo o lo banal, distraída de lo que podría acontecer, o de lo que se sabe que acontecerá, o de lo que ya está aconteciendo por encima de nuestra estulticia, cerca pero lejos de nosotros, tan ocupados como estamos en lo superfluo, tan endebles como nos hallamos ante lo trascendental. Tan galácticamente paleolíticos.
Silvia Zimmermann del Castillo
Escritora, discípula y colaboradora de Jorge Luis Borges
ARTICULO PUBLICADO EN EL DIARIO “LA NACION” DE BUENOS AIRES - REPUB LICA ARGENTINA- |