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Revista Digital de El Quinto Hombre
EL SER TECNOLOGICO
Por Osvaldo Ricardo Noe - Argentina
"Todo aquello que un hombre pueda imaginar, otro u otros hombres
pueden realizarlo". (Wernher Von Braun)
"No construían ya naves especiales. Ellos eran naves espaciales".
(2001- una odisea espacial, de Arthur C. Clarke).
La vida vegetal, animal y humana, está sujeta a un proceso de
evolución orgánica, que la transforma lenta y gradualmente
en una estructura cada vez más compleja y perfeccionada, merced
a los dictados de un minucioso mecanismo natural.
El hombre, por ser el único poseedor (terrestre) del don del raciocinio
y la inteligencia, desarrolla un proceso paralelo al mencionado anteriormente:
la evolución cultural; que es el conjunto de ciencias, técnicas
y artes, creadas a lo largo de los siglos por su capacidad deductiva,
y está impelida por su proverbial desajuste frente al mundo exterior.
La inteligencia y la angustia fueron como el motor y el acelerador, como
el buey y la picana. De esta borrascosa convivencia nacieron los pilares
de la civilización. En este esquema se repitió durante milenios;
la insatisfacción propulsando a la creatividad y ésta buscando
a través de la transformación del entorno superar a la primera.
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Este torrente creador, este impulso irreversible de la inteligencia
y el deseo, es un instinto de la especie, tan concreto como el sexual
o el de conservación.
¿Quién lo duda a esta altura de los acontecimientos?
Aquellos que no lo entienden así y ven en él sólo
un suicidio lento, están equivocados y el tiempo les hará
comprender que como dijo alguien: "Si a la naturaleza le cierran
la puerta, entrará por la ventana". Porque pretender una existencia
humana primitivo- artesanal, que dé la espalda a la investigación
científica, es lisa y llanamente represivo y por lo tanto una utopía.
El avance de la civilización aún en sus extremos, no es
aberrante ni demencial, sino un mandato y el atributo fundamental de la
condición humana.
Nadie debe negar la lucidez de aquellos que condenan los excesos, como
la masificación, la destrucción del medio ambiente, el desfasaje
entre práctica científica y moral, etc., porque de eso se
trata, de denunciar y corregir el error, pero no de negar un proceso que
es la vida misma en acción.
El ingenio humano actúa como un poderoso haz transformador del
mundo exterior, que lo ayuda en su adaptación medioambiental, y
mejora sus condiciones vitales.
Los cambios que continúan operándose en su organismo, tan
lentos que no se los percibe, son acompañados por otros rápidos,
claramente detectables en el edificio de la cultura.
La característica principal de estos últimos es su cada
vez mayor aceleración.
Cuando se trata de imaginar qué niveles alcanzará la ciencia
en el futuro, como prolongación de los actuales, generalmente se
piensa en un desarrollo lineal y consecutivo. Es decir, una humanidad
inmutable en su estructura biológica y espiritual, modificando
sin pausa el mundo que la rodea hacia metas de mayor riqueza y comodidad,
y la solución gradual de los sempiternos problemas terrestres (hambre,
miseria, enfermedad, analfabetismo, injusticia social, etc.).
Esta concepción del avance científico nos lleva a prever
como Julio Verne, Herbert George Welles y Charles Fourier, un mundo material
más sofisticado, eficiente y justo, donde ciertos problemas y fatigas
actuales se irán esfumando lentamente. Se llega entonces a la conclusión
de que aquello será un devenir perpetuo hacia nuevos y mejores
objetos (computadoras, teléfonos, automóviles, aviones,
etc.). O sea formas cambiantes y esencias inmutables. En ese contexto
cada hombre deberá aprender a vivir y convivir con objetos más
intrincados cada vez.
¿Este proceso continuará indefinidamente? ¿Cada una
de las evoluciones paralelas se limitarán a sus respectivas áreas
de influencia? Esto es, ¿la natural afectando orgánicamente
al hombre, y la tecnológica al medio ambiente del mismo?
Estas preguntas se encaminan a una repuesta definitiva.
Cuando un ciclo de cualquier orden está cumplido, comienzan a percibirse
los síntomas inequívocos de la crisis y la decadencia.
Es difícil imaginar una humanidad casi inmutable física
y mentalmente, resignada a vegetar como especie, abandonada a un devenir
evolutivo lento y ajeno.
Lo es también anticipar que la ciencia y la tecnología cumplan
perpetuamente una función de mejoramiento ambiental, que a la luz
de su constante expansión ya se muestra estrecha e indigna de su
capacidad potencial.
El planeta Tierra será en un futuro cercano insuficiente como espacio
vital y fuente de recursos; y hoy más que nunca las estructuras
mismas de la vida resultan limitadas e insatisfactorias, a juzgar por
el creciente cuestionamiento a que son sometidas por la filosofía
existencial contemporánea. Estos síntomas se acentúan
con el tiempo y marcan simultáneamente el fin de los mencionados
mecanismos de cambio.
El poderoso y veloz desarrollo de investigaciones, descubrimiento y acumulación
de información de la actualidad converge irreversiblemente hacia
un punto del tiempo futuro.
Cuando esa convergencia se concrete habrá de producirse una explosión
científico- tecnológico, inéditas y de consecuencias
notables para el género humano.
El hombre es precisamente un ser tecnológico, una de cuyas mitades
le fue otorgada con la misión de completar la otra por sí
mismo. La primera está llegando a su fin; el comienzo de la segunda
es inminente y ya se están dando los primeros pasos en ese sentido,
sin que haya todavía clara conciencia al respecto.
Entre muchas otras disciplinas, los progresos de la ingeniería
genética, la parapsicología, la inmunología, la biopsiquiatría,
la computación, la astronáutica; están marcando el
epílogo de una y el comienzo de otra era.
Estamos presenciando el fin de la evolución biológica de
la humanidad y simultáneamente cómo se echan las bases de
un nuevo proceso evolutivo de origen científico.
A la mutación del hábitat y los objetos hacia formas más
complejas y superiores, le sucederá la mutación del ser
hacia estadios vitales más complejos y superiores.
El hombre y su conflictiva interioridad, caracterizada por su pasmosa
facilidad para experimentar el dolor en todas sus formas, su casi total
ineptitud para la felicidad y su patética dependencia en todos
los terrenos afectivos y materiales, accederá a una nueva condición.
Imaginar un proceso de evolución orgánica total del ser
y éste en lugar de obedecer a un mecanismo natural de ignorados
designios, estar planeado, dirigido y ejecutado por el propio ser, es
como asomarse a un abismo. Es el estremecimiento sentido frente a lo desconocido,
mezcla de miedo y curiosidad.
El marco global donde habrán de materializarse estas metamorfosis
de la raza será el de un mundo donde las naciones estados se desdibujarán
paulatinamente ante la creciente integración política, económica
y social del mismo, que alcanzará su culminación en un gobierno
planetario. De esta manera, las estructuras que tradicionalmente dieron
origen a los conflictos bélicos serán totalmente desarmadas.
En ese entonces la humanidad estará lanzada a una tarea gigantesca
que tendrá el rango de necesidad primordial: la conquista del espacio
exterior.
En esta futura mutación a nivel entológico, las capacidades
intrínsecas del ser se ampliarán en forma tal que lo imposible
se tornará en cotidiano.
Para entender esto primero se debe comprender que será otra vida,
y que no se la puede medir con los parámetros actuales, porque
muchos conceptos y las realidades de nuestro tiempo que representan, cambiarán
total o parcialmente de significados o quedarán vacíos de
él.
Por ejemplo: la alimentación tal como la entendemos ahora, dará
paso a mecanismos corporales de absorción energética inimaginables.
Las enfermedades se enfrentarán a organismos potencializados a
través de la genética, la inmunología y los trasplantes
de órganos artificiales o mixtos, que las volverán inocuas
o minimizadas en su virulencia.
El entorno físico perderá gradualmente gravitación,
a medida que el hombre reduzca su secular interdependencia y avance hacia
nuevas formas de autosuficiencia individual; las ataduras que lo ligan
al mismo serán cortadas una a una hasta la independencia total.
La educación e instrucción ingresarán también
a una nueva era, donde el conocimiento será almacenado en el cerebro
en forma directa e instantánea.
La reproducción y sexualidad se transformarán tan radicalmente,
que la hoy llamada explosión demográfica y toda la problemática
del erotismo, serán vistos a la luz de nuevas características
y perceptivas.
La angustia desaparecerá del espacio interior del ser, porque éste
alcanzará el pleno dominio sobre sus estados de ánimo.
La parapsicología penetrará el misterio de los poderes mentales
humanos, llamados actualmente paranormales, accediendo al dominio total
de los mismos.
Desarrollados y controlados a voluntad, la telepatía, telequinesis,
levitación, etc., serán nuevos sentidos incorporados a los
cinco clásicos y usados con la misma espontánea naturalidad.
Podríamos continuar indefinidamente. La ética, el trabajo,
la religión, y otras muchas realidades de distinto orden conocerán
la ruptura, el cambio, el derrumbe o el olvido.
Que nadie se asombre o descrea porque éste es el destino último
de la inteligencia.
¿Qué relación existe entre el cavernícola
que usó por primera vez un objeto como arma o herramienta, y la
creación de la última computadora? Una íntima relación
sin duda; ambos son frutos de un mismo proceso, ambas son hazañas
de la misma formidable magnitud. Aquel que fue capaz de la primera, ya
era capaz de la segunda y también de influir en su propia evolución
como especie llegado el momento. Sólo era cuestión de tiempo.
La humanidad debería prepararse psicológicamente en las
nuevas formas que la existencia adoptará. Ese tiempo está
lejano aún, pero no tanto como puede suponerse.
El Quinto Hombre
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