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Revista Digital de El Quinto Hombre
EL PAÍS DE LA TIERRA NEGRA
por Mónica L. Plataneo
(Argentina)
Jamás un estudioso puede obtener una respuesta definitiva sobre
un acontecimiento; por el contrario, si bien avanza mediante sucesivos
acercamientos a la verdad, por ser ésta inalcanzable, el trabajo
del investigador es una constante que debe proseguir indefinidamente.
Cuanto más iluminamos la zona sumergida en sombras, más
hacemos cernir la oscuridad sobre sus profundidades.
La Historia Universal, según Gordon Chile, "indaga la aparición
de nuevas especies cada vez mejor adaptables para sobrevivir". Hoy,
frente a tantos descubrimientos que nos hacen considerar bajo nuevos aspectos
los avances técnicos de épocas tan remotas, debemos preguntarnos
si esas nuevas especies se adaptan mejorando progresivamente las condiciones
de vida, o en nuestro caso, representamos el avance ocurrido luego de
miles de años de oscuridad en que quedó sumido el planeta
con la retirada de los dioses y la muerte o repentina desaparición
de las grandes civilizaciones.
Prueba de lo anteriormente mencionado es Egipto, el país de Kéme,
de la Tierra Negra, el paraíso de los faraones, la residencia de
aquellos visitantes, escuela donde se formaron los grandes sabios de la
humanidad, templo de conocimientos que nos resultan incomprensibles.
Al evocar el Valle del Nilo se percibe el bullicio y la fecundidad de
la vida. Al observar sus colinas de piedra arenisca se ven desoladas extensiones
en las cuales la vida no parece posible. Esta observación nos conduce
inevitablemente a los lejanos tiempos prehistóricos en un intento
de imaginarnos el valle del Nilo, que fue el marco en que floreció
la más antigua civilización cuyos misterios aún persisten,
desafiando la imaginación de los más grandes pensadores.
Los egipcios conocieron el taladro, instrumentos ópticos, el pararrayos,
fueron los constructores de un monumento: LA GRAN PIRAMIDE, que se haya
exactamente en el CENTRO DEL MUNDO y que nos asombra con sus revelaciones
geodésicas, astronómicas, numéricas y proféticas.
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¿Qué pensamos nosotros, los superhombres del siglo XXI
que nos creemos poseedores de todos los conocimientos, de la sabiduría,
ante tales hechos que nos colocan en un plano secundario con respecto
a nuestros antepasados? ¿No resulta irónico en estos momentos
repetir la conocida frase: "los alumnos superan a sus maestros"?
¿De dónde obtuvieron los egipcios su saber? ¿Cómo
es posible que sobre un estrato neolítico, anterior al cual no
existen restos humanos, aparezca en su primera fase (Badariense) una cultura
dueña de tan avanzadas nociones científicas y técnicas?
En el año 3100 antes de Cristo, el rey Menes elaboró un
vasto plan de ingeniería que tenía el fin de desviar el
curso del Nilo para construir la capital de Menfis, proyecto que NADIE,
anteriormente, había elaborado. Igualmente existen comprobaciones
de este desarrollo mediante el hallazgo de canales de irrigación
y obras viales; estas últimas posibilitaron un notable comercio
que abarca miles de kilómetros ya en el paleolítico.
El profesor Saurat halló testimonios de ingenios eléctricos,
los cuales podían servir de base para explicar los misteriosos
destellos de los ojos de Isis. Es más, el jesuita Kircher habla
de lámparas encendidas halladas en bóvedas subterráneas
de Menfis, a la par que Tesias, el gran físico griego, alude a
ciertas "espadas metálicas" clavadas en el suelo con
la punta hacia arriba utilizadas con el objeto de evitar los efectos de
la tormenta; no siendo menos extraño las pinturas encontradas en
las tumbas egipcias, las que no podían haberse llevado a cabo sin
iluminación, sobre todo si consideramos que no existen rastros
que demuestren la utilización de otro tipo de alumbrado diferente
al eléctrico.
No cabe duda de que la civilización egipcia constituye uno de los
mayores arcanos de la historia del hombre, que éste, hoy, intenta
examinar más detalladamente merced de una información científica
más amplia.
¿Conocieron los antiguos la electricidad? La noción de que
la electricidad es un descubrimiento nuevo esta siendo puesta en duda
por un sinnúmero de relatos históricos.
Hacia 1939, el ingeniero William König halló en los anaqueles
del Museo de Bagdad unas ánforas en cuyo interior se hallaban varillas
de hierro contenidas dentro de cilindros de cobre, pensando este estudioso
que se trataría de BATERÍAS ELÉCTRICAS. El problema
siguiente sería la comprobación del descubrimiento, fin
para el cual, Williard Gray, de la General Electric, construyó
el duplicado de estas "pilas", y la BATERÍA FUNCIONÓ.
Álvarez López considera que lo más importante sería
"dilucidar si las pilas fueron creación autónoma realizada
por artesanos locales a raíz de una observación casual o
se trató de dispositivos construidos por hombres que tuvieron información
por algún conducto que resulta desconocido para nosotros".
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A principios de la Edad Media se halló en Inglaterra una lámpara
que databa del siglo III, habiendo estado encendida, por tanto, durante
siete siglos. También Numa Pompilio, el misterioso emperador romano
cuya sabiduría contrastaba con la de la época, tenía
luz perpetua brillando en la cúpula de su templo.
Pero retornemos a Egipto y recordemos que los datos del profesor Saurat
y el jesuita Kircher se complementan con los relatos del escritor griego
Luciano, quien pudo observar en Hierápolis una joya resplandeciente
en la cabeza de Hera, la diosa, capaz de iluminar con claridad el templo
durante la noche.
Y llegamos así al templo de Hathor, en Dendera, donde existe, según
el estudioso Charles Berlitz, "una antigua pared tallada donde se
representa una escena en que dos sirvientes parecen transportar gigantescas
bombillas luminosas con filamentos interiores con forma de serpientes
muy finas y conectadas a una caja o interruptor con cables trenzados y
que se asemejan a potentes lámparas eléctricas apoyadas
en aisladores de alta tensión".
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El mismo Berlitz cita con declaración al Dr. John Harris, de
Oxford, quien considera que "los cables son copia exacta de las actuales
ilustraciones de las obras de ingeniería. Parecen muy pesados y
estriados, lo que indica un haz de muchos conductores más bien
que un simple cable de alto voltaje".
Es posible que si esta reproducción la estudia un egiptólogo
clásico, vea algo diferente a lo anteriormente expuesto. No obstante,
Dendera ofrece otros enigmas que probablemente tengan que ver con estos
conocimientos. Existe allí un zodíaco en el cual está
representado todo el Universo con su movimiento constante. Lo extraño
es que la disposición de las constelaciones no coincide con las
que actualmente observamos, al igual que el equinoccio de primavera, pues
entra el Sol en una constelación que no es la que conocemos. Y
quedan allí indicados cálculos que revelan que han pasado
NOVENTA MIL AÑOS desde la fecha allí señalada. ¡Bienvenidas
las exclamaciones de sorpresa! Pero, ante tal antigüedad debemos
inclinarnos ante la afirmación de que poseían grandes conocimientos
procedentes de alguna civilización anterior muy avanzada, y reconocer
que nos hallamos en estado de verdadero salvajismo frente a nuestros antepasados.
Los egipcios traspasaron sus fronteras llevando su saber hacia otras tierras.
Y allí nos espera el TEMPLO DE SALOMÓN, que fue construido
sobre la basa de una maqueta hecha por Moisés, quien había
vivido y "estudiado" en el país de la Tierra Negra. Y
un segundo misterio es la construcción del Arca del Testimonio.
Para ambas, se empleaban maderas y cantidad de metales, pudiendo haber
constituido las primeras un elemento aislante de la corriente producida
por dichos metales. Según Álvarez López, el Arca
es una verdadera maquina electrónica, no siendo menos el Templo
donde Salomón demostró toda la sabiduría de la cual
era depositario
Pero retornemos nuevamente a Egipto. Allí encontraremos gran cantidad
de obeliscos o PILARES DE PIEDRA cuya importancia puede ser radical en
ese tema. El más antiguo fue construido por Sesostris I, el cual
está cubierto por una capucha de bronce en forma de embudo, mientras
el metal desciende varios metros por debajo de él. Hatsheput decide
construir dos obeliscos macizos de Electrum, proyecto que no puede llevar
a cabo por problemas económicos. No obstante, hace revestir al
mismo por el Electrum. Y ahora, leamos a Alvarez López, quien expone:
"
si los egipcios hicieron los obeliscos como pararrayos por
motivos puramente ornamentales y sin tener en cuenta el conocimiento del
problema eléctrico involucrado, desde el punto de vista técnico
se plantea la muy seria dificultad de que en tal caso la parte del obelisco
en contacto con la tierra hubiera sido hecha también de cobre.
En tal caso el obelisco se hubiera transformado en una máquina
infernal, capaz de destruir templos y fulminar sacerdotes, cortándolos
en trozos, interrumpiendo de este modo el circuito eléctrico del
obelisco
la moderna solución del problema cuando se pretenden
pararrayos destinados a un largo servicio, consiste en colocar en la tierra
planchas de plomo cuyos óxidos delegados y porosos protegen la
integridad de la plancha y garantizan el contacto eléctrico en
el suelo".
Los egipcios adoptaron estas medidas protectoras, hecho que demuestra
no solamente el conocimiento de la electricidad, sino un elevado perfeccionamiento
técnico. Pero
¿eran pararrayos? ¿O solamente
monumentos conmemorativos? De suceder lo último, ¿para qué
el empleo del metal? ¿Qué postura debemos adoptar para reexaminar
todos estos hallazgos que permanecieron silenciosos durante tantos siglos,
sin caer en la fantasía? ¿Hacia que mundo nos transportan
estos supuestos?
El Quinto Hombre
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