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Revista Digital de El Quinto Hombre
BEP-KOROROTI:
¿CULTO-CARGO A UN ANTIGUO ASTRONAUTA EN EL MATO GROSSO?
El día de John Frum
Cada año una multitud celebra en Tanna - una de las
más pequeñas de las ochenta islas que componen
las Nuevas Hébridas, en el océano Pacífico
occidental - el día de John Frum. Se trata de una animada
fiesta popular durante la cual los nativos comen y beben y danzan...y
renuevan la esperanza del pronto retorno de su dios.
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Caso emblemático de lo que etnólogos y antropólogos
denominan culto - cargo (esto es un tipo de creencias nativas surgidas
de las confrontaciones culturales acaecidas poco más o menos a
mediados del siglo veinte - ver "Antiguos Astronautas vs. Ornitorrincos",
El Quinto Hombre, julio de 2003 ), este rito en particular se originó
un día de mayo de 1941, cuando corrió la voz entre los isleños
de que al otro lado de su acotado mundo de 50 kilómetros de longitud,
en un extremo de la isla llamado "Green Point", un tal John
Frum había aparecido, sorpresivamente, obsequiando a diestra y
siniestra fabulosos objetos nunca antes vistos (monedas, linternas, gafas
de sol y latas de conserva entre otras muchas cosas), para anunciar el
advenimiento de un nuevo reino de la abundancia en el cual nadie necesitaría
ya trabajar. Y de hecho, desde el punto de vista de aquellos primitivos
nativos, con una cultura de la Edad de Piedra, la conducta del recién
llegado encajó de inmediato con la de un dios benefactor. En efecto,
al igual que lo hicieron sus colegas de otros tiempos, John Frum había
venido del cielo, desde una lejana tierra llamada "USA", montando
un poderoso y gigantesco pájaro que al volar rugía como
el trueno. Y, para más señas, iba vestido de manera extraña
y su piel, blanca, se veía resplandeciente a la luz del sol. Asimismo,
conocedor de los secretos de la Naturaleza, les había instruido
acerca de ciertos temas, ejerciendo, además, cada tanto su poder
curando a algunos enfermos.
Pero un día, así como había llegado, misteriosamente,
John Frum tuvo que partir de regreso a su lejano mundo, "USA";
cosa que hizo no sin antes, desde luego, prometerles a todos que volvería
en un futuro cercano.
Sin embargo, el tiempo pasó y el dios John Frum no volvió...En
consecuencia, los afligidos nativos idearon un ritual que los mantuviera
en unión con su dios mientras transcurría la espera (idea
que, por lo demás, es casi universal y está firmemente arraigada
en diversas tradiciones religiosas, como sucede por ejemplo con judíos
y cristianos, donde los unos todavía esperan la venida del Mesías,
y los otros el retorno de Jesucristo). De modo que, en el día de
John Frum muchos isleños visten hoy viejos y remendados uniformes
de la marina norteamericana; y solemnemente izan la bandera de los Estados
Unidos mientras otros, con el torso desnudo y llevando pintadas en sus
pechos y espaldas las míticas iniciales USA, marchan al igual que
entrenados soldados cargando al hombro largas varas de bambú que
hacen las veces de rifles...
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Culto-cargo en el Mato Grosso
Muy semejante al culto-cargo a John Frum, a miles de kilómetros
de Tanna, la tribu de los Kayapos, que habita en el sur del estado de
Para, a orillas del Río Fresco, en el Mato Grosso brasileño,
también rinde periódicamente su homenaje en recuerdo de
otro extraño visitante llegado del cielo.
Su nombre era Bep-Kororoti, que en lengua indígena significa literalmente
"vengo del universo". Y su leyenda, que data de tiempos inmemoriales
- al igual que la festiva ceremonia en su honor -, fue dada a conocer,
en 1952, por el reputado etnólogo Joao Americo Peret quien, al
entrar por primera vez en contacto con los Kayapos, la escuchó
de boca de un antiguo consejero de la tribu, Kuben-Kran-Kein, apodado
"Gway-Baba" (El Sabio), que relató, en substancia, lo
siguiente: Un día llegó de repente a la aldea de los Kayapos
un visitante desconocido. Venía de la cordillera Pukato-Ti, cuya
cima está siempre oculta por la niebla de la incertidumbre. Se
llamaba Bep-Kororoti. Vestía un "bo", raro atuendo que
lo cubría por completo de pies a cabeza, y su mano empuñaba
un "kop", arma que lanzaba rayos. Al verle aparecer, todos huyeron
aterrorizados. Y naturalmente, mientras algunos hombres se quedaron a
proteger a las mujeres y a los niños, otros guerreros corrieron
a enfrentar al intruso. Pero sus armas eran inútiles. No le hacían
el menor daño, y cada vez que con éstas lo tocaban, los
valientes Kayapos caían derribados al instante. El guerrero venido
del universo parecía divertirse al comprobar la fragilidad de sus
oponentes. Pero enseguida, hizo una demostración de fuerza alzando
su "kop" y apuntando primero a un árbol y después
a una roca, destruyendo ambos con su poderoso rayo. Con lo cual todos
comprendieron que Bep-Kororoti no había venido a hacer la guerra...Así,
pasó el tiempo y no hubo más problemas. Poco a poco, la
gente de la aldea fue sintiéndose atraída hacia el extranjero
a causa de su hermosura, la blancura resplandeciente de su piel y su bondad
para con todos. Sus progresos en el arte de la caza y en el manejo de
las armas de la tribu hicieron que al poco tiempo aventajara a los más
diestros y valientes de nuestros hombres. Y fue así como fue aceptado
por todos como guerrero, y una joven lo escogió como esposo y se
casó con él; y tuvieron varios hijos y una hija a la que
llamaron Nio-Pouti. Bep-Kororoti era más inteligente que los demás
y pronto comenzó a enseñar muchas cosas desconocidas para
la gente. Enseñó por ejemplo a los hombres a construir un
ng-obi, la asociación masculina que todavía hoy existe en
todos nuestros poblados, donde los mayores relataban sus aventuras a los
jóvenes y éstos aprendían cómo debían
comportarse ante los peligros e iban formando así su criterio.
El ng-obi era pues una escuela y Bep-Kororoti su maestro. Allí
se hacían también trabajos manuales y se perfeccionaban
las armas. Todo, debido a las enseñanzas del gran guerrero del
cosmos, quien, además, fundó la Gran Cámara, donde
se discutían todos los asuntos de la tribu. Pero a veces los jóvenes
se negaban a ir al ng-obi, y entonces Bep-Kororoti se vestía con
su "bo" y salía a buscarlos para obligarles a cumplir
con su deber. Cuando la caza escaseaba, Bep-Kororoti partía armado
con su "kop" y mataba a los animales sin herirlos; y aunque
siempre el cazador tenía derecho a reservarse para sí la
mejor presa, él no consumía nunca la comida del poblado
y sólo tomaba lo necesario para alimentar a su familia. Pero al
cabo de unos años, Bep-Kororoti empezó a comportarse de
manera diferente. Permanecía días enteros encerrado en su
choza, eludiendo a todos. Y cuando salía, se dirigía siempre
a las montañas de Pukato-Ti, el lugar de donde había llegado.
Y así fue que cierto día, siguiendo un impulso interior,
reunió a toda su familia, a excepción de su hija Nio-Pouti
que se hallaba fuera del poblado, y se marchó precipitadamente.
Pasaba el tiempo y Bep-Kororoti no regresaba. Hasta que un día
se presentó de pronto en la aldea lanzando un terrible grito de
guerra. Entonces, todos pensaron que había enloquecido e intentaron
calmarlo. Pero Bep-Kororoti se resistía. No hizo uso de su arma,
pero su cuerpo se estremecía y quienes lo tocaban iban cayendo
uno tras otro al suelo como muertos. Sin embargo, los guerreros derribados
volvían a levantarse y de nuevo intentaban dominar a Bep-Kororoti,
de modo que la lucha se prolongó durante días. Y finalmente
lo persiguieron hasta la cumbre de la montaña, donde para espanto
de todos algo tremendo sucedió. Bep-Kororoti se volvió hacia
los primeros contrafuertes de la cordillera y con su "kop" destrozó
todo cuanto había a su paso. Y luego, se produjo una tremenda explosión
que sacudió toda la redonda y Bep-Kororoti desapareció en
el aire en medio de nubes llameantes, humo y truenos. Con la explosión,
la tierra se había conmovido de tal manera que saltaron hasta las
raíces de las plantas, y la selva desapareció y la tribu
empezó a sentir hambre. Entonces, Nio-Pouti, la hija de Bep-Kororoti,
que se había casado con un guerrero y había alumbrado un
hijo, le dijo a su marido que ella sabía dónde hallar alimento
para el pueblo, pero que, para eso, debería acompañarla
hasta la cordillera de PukatoTi...Llegados allí, Nio-Pouti se encaminó
hacia la región de Mem-Baba-Kent-Kre y buscó un árbol
especial que ella conocía. Se sentó en sus ramas con su
hijo en la falda y le pidió de inmediato a su marido que tirara
de las ramas hacia abajo hasta que las puntas tocasen el suelo. Hecho
esto, se produjo una enorme explosión y Nio-Pouti desapareció
entre nubes de humo, rayos y truenos. Transcurrieron unos días
y el esposo de Nio-Pouti, que había permanecido en el lugar esperando
su regreso, estaba desmoralizado y a punto de morir de hambre cuando de
repente oyó un estruendo y vio que el árbol había
aparecido de nuevo. Su mujer había vuelto, y con ella Bep-Kororoti
que traía grandes cestos llenos de alimentos jamás vistos.
Después de un tiempo, el hombre venido del cosmos volvió
a sentarse en aquel árbol especial y ordenó flexionar las
ramas hasta que éstas tocasen el suelo. Y otra vez se produjo una
explosión y el árbol desapareció nuevamente en el
aire. Luego, Nio-Pouti regresó con su marido a la aldea llevando
un mensaje que Bep-Kororoti les enviaba a todos diciéndoles que
debían emigrar de inmediato a Mem-Baba-Kent-Kre y erigir allí
sus aldeas, donde encontrarían alimento. Y que debían guardar
las semillas de los frutos y legumbres hasta la época de lluvias,
para sembrarlas entonces y tener así una nueva cosecha. Éste
fue el comienzo de la agricultura de los Kayapos...
Ahora bien, de igual manera que en Tanna los isleños llevan puestos
uniformes de la marina estadounidense para evocar a John Frum en su día,
los Kayapos del Amazonas visten durante la celebración en memoria
de Bep-Kororoti un curioso traje hecho de paja a imitación de aquel
extraño atuendo al que le dicen "bo" ( como se muestra
en las fotografías que a continuación reproducimos, tomadas
por el mencionado etnólogo Joao Américo Peret en l952, cuando
supo acerca de la leyenda del hombre "venido del universo").
Así pues, y partiendo de la idea de que lícitamente no
hay razón para pensar que por ejemplo los nativos de la isla de
Tanna tienen mejor ojo en materia de indumentaria ritual que los indios
Kayapos, deberemos colegir que la vestimenta de paja que alude a Bep-Kororoti
es por lo menos una réplica tan fiel como el uniforme de John Frum.
Y por supuesto, eso nos conduce irremediablemente a preguntarnos sobre
su notable parecido con el traje de un astronauta...
Cosa que de ninguna manera puede explicarse suponiendo una eventual influencia
de algunas ilustraciones aparecidas en una u otra revista de actualidad
por tres simples razones: uno, porque tal vestimenta ritual , como se
ha dicho, se remonta a tiempos inmemoriales (y no hay motivo que justifique
poner eso en duda); dos, porque en cualquier caso los editores de periódicos
y revistas nunca aceptan suscripciones para la entrega de ejemplares en
plena selva amazónica (debido a que los nativos del lugar siguen
empecinados en ignorar el valor del dinero y pretenden pagar la cuenta
con frutos silvestres, y eso sin contar que los sujetos del servicio postal,
con poca visión ecológica, se niegan a repartir la encomienda
argumentando en contra de los mosquitos, alimañas y pirañas...y
cazadores de cabezas) ; y en tercer lugar, porque en 1952, cuando las
fotos fueron tomadas por Peret, nadie tenía todavía la menor
idea de cómo diantres era el traje de un astronauta, ahora tan
familiar (de hecho, recordémoslo, Juri Gagarin dio la primera vuelta
a la Tierra a bordo de la nave Vostok I recién en abril de 1961,
y no parece muy sensato pensar que los Kayapos hayan tenido la primicia
9 años antes...)
En rigor, la leyenda de Bep-Kororoti habla sin medias tintas de un extranjero
llegado del cosmos, que vestía de una manera desusada y portaba
un arma que lanzaba poderosos rayos (representada por esa larga vara que
empuña el sujeto de la foto de Peret, cuya carga simbólica
es la misma de aquellos "fusiles" de bambú que llevan
al hombro los devotos de John Frum en Tanna), el cual, además,
partió finalmente de regreso a su mundo desapareciendo en el aire
entre nubes llameantes, humo y truenos... Por consiguiente, o bien estamos
aquí ante un relato de "ciencia ficción" de la
mejor calidad, y nos apresuramos a sospechar entonces que Kuben-Kran-Kein,
de cuyos labios escuchó Peret la leyenda, no era en realidad el
consejero de la tribu sino Gene Roddenberry - el creador de la inolvidable
serie "Viaje a las estrellas" - disfrazado, o en su defecto
concluimos que ciertamente se trata de una crónica veraz sobre
el pasado de los Kayapos y como tal procuramos interpretarla.
"Vengo del Universo"
Según la "hipótesis de los antiguos astronautas",
nuestro planeta habría sido visitado en el pasado por seres extraterrestres.
Su ciencia y tecnología, inaccesibles para el entendimiento del
hombre primitivo, le dieron a tales visitas un contenido sobrenatural
que se tradujo en mitos y leyendas, y entronizó a los visitantes
como dioses poderosos venidos del cielo.
"Vengo del Universo", esto es lo que de veras significa en lengua
nativa el nombre "Bep-Kororoti", parece casi una confesión
de parte del tipo que conforma a los juristas. Y, por lo que dicen de
él los testigos que acuñaron hace tiempo su leyenda, no
da en ningún caso la impresión de que sea este sujeto un
fabulador que sólo busca salir en las noticias. Más bien
suena a eso que le dicen "indicios probatorios"...
El Quinto Hombre
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