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Revista Digital de El Quinto Hombre
¿HUBO UNA RAZA DE GIGANTES?
por Carlos Benedetto
Argentina
El mito de los gigantes ha apasionado desde siempre a algunas mentes inquietas,
aunque no siempre admitiendo que el motivo de su inquietud pudiera ser
válido. La historia de David y Goliat, por ejemplo, nos entusiasma
más de niños como cosa fantástica, que el interés
profundo que debería despertarnos -hoy adultos- su significado
último. Los relatos con que algunos "mayores" asustaban
a los niños, en los cuales los gigantes eran los "malos",
ya no nos impresionan de adultos. Y así como hemos perdido el miedo
a esos seres de estatura descomunal pero inexistentes, de la misma manera
hemos terminado creyendo que los gigantes no eran otra cosa más
que fábulas de la infancia. La ciencia "adulta" no admite
el tomar en serio esas fábulas, porque ellas son parte de un pasado
ingenuo.
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Pero, si aceptamos que la sabiduría sólo es posible para
aquellos que no cierran las puertas, sino que reconocen su ignorancia
(no por nada Cristo dijo "dejad que los niños vengan a mí"),
entonces tendríamos que rever esa idea según la cual las
cosas de la infancia son necesariamente "cuentos chinos". No
se trata de volver a la ingenuidad, ni a la irresponsabilidad, sino el
volver a una actitud abierta y ávida. No se trata de afirmar que
hubo o hay gigantes, por ejemplo, sino de tomar a la cuestión como
algo serio, no necesariamente fabuloso. Aceptar de antemano algo sin demostración
fehaciente es infantilismo; la actitud contraria es dogmatismo. Ambas,
por igual, son principalmente obstáculos para el progreso del conocimiento.
¿De qué manera entonces vamos a considerar, con más
o menos seriedad, la "fábula de los gigantes"?
Recogeremos primero algunos relatos antiguos y luego veremos algunas de
las investigaciones presentes. Y comprobaremos que la fábula puede
tener más sustento científico y filosófico que el
que podríamos imaginar.
Los gigantes en los textos sagrados.
La existencia de los gigantes parece estar atestiguada en infinidad de
textos antiguos, de todo el mundo, lo cual ha hecho pensar a algunos estudiosos
en la existencia remota de una humanidad de gigantes, y no de una cultura
aislada.
Por ejemplo, el capítulo 6 del Génesis, en nuestra Biblia,
nos relata que "Existían entonces los gigantes en la Tierra,
y también después, cuando los hijos de Dios se unieron con
las hijas de los hombres y les engendraron hijos". Las notas explicativas
de este párrafo en la versión de la Biblia de Nácar-Colunga
nos informan que "El autor parece que se hace eco de una leyenda
sobre la existencia de antiguos gigantes, que con su vida lasciva dieron
origen a la intervención punitiva del Diluvio". Esta leyenda,
según los traductores, había sido originaria de la Mesopotamia
asiática, pero hay razones para creer que se trata de un "mito
universal".
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En el "Popol Vuh", texto sagrado de los antiguos mayas, encontramos
también la imagen de un gigante, de uno de los tantos "ensayos
de la humanidad" (sic) que por rebelarse es destruido por los dioses.
Estos habían tenido que destruir antes a la raza del Principal
Guacamayo, luego a la del sabio Pez-Tierra y finalmente al gigante de
la Tierra. Estos seres cíclopes, según el texto y según
la aclaración de los traductores, disparaban sus cerbatanas y "no
había balas en sus cerbatanas, solamente soplaban disparando con
las cerbatanas contra los pájaros". Dicen los responsables
de la edición que utilizamos que "disparaban con cerbatanas
mágicamente; por lo demás, los enviados de los Maestros
Gigantes deben poder lanzar el rayo".
No es nueva, entonces, la idea de que los hombres que, una vez que descubrieron
los secretos de los dioses, los utilizaron con soberbia y maldad, por
ello debieron ser destruidos. El hombre autoerigido en dios por el dominio
de ciertos secretos de la materia, se rebela y pretende suprimir a sus
creadores. Los dioses mayas han debido destruir varios de sus propios
"ensayos de humanidad". Los traductores dicen que "la leyenda
mítica de la lucha de los dioses celestes contra dioses terrestres
contiene una parte histórica", pero no aclaran en qué
consiste esa historicidad.
Quizá debamos pensar con Mme. Blavatsky, Daniel Ruzo o Florencio
de Basaldúa, entre otros, en la existencia de otras humanidades
hoy desaparecidas por causas similares a las que ponen en peligro a nuestra
humanidad. También a su manera, Pauwels y Bergier se preguntaban
si era lícito creer que, luego de millones de años de vida
en la Tierra, sólo sea nuestro el único éxito de
la inteligencia.
¿Es posible que una de las cuatro razas anteriores a la nuestra
según las menciona Hesíodo, haya sido de gigantes?
En su libro LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS, el poeta griego Hesíodo
nos dice que Zeus "creó una tercera raza de hombres perecederos,
raza de bronce". "Eran hombres, a la manera de los fresnos,
violentos y robustos, sólo preocupados en igualar los duros trabajos
de Ares y llevar a cabo obras desmesuradas. No gustaban del pan, tenían
el corazón como el rígido acero y causaban horror. Enorme
era su fuerza e invencibles por el vigor de sus brazos, que arrancaban
de unos hombros de gran robustez y en proporción con sus cuerpos
vigorosos". En otra de sus obras, Hesíodo advertía
que "estos son los más feroces de cuantos hijos procrearon
la Tierra y el Cielo. Ya desde el principio se atrajeron el odio se su
propio Padre. Apenas puestos en el mundo, en vez de dejar que salieran
a la luz, el Cielo los encerró en el seno de la Tierra, gozándose
en su mala acción". La Madre Tierra incitó a estos
hijos a rebelarse contra el Padre Cielo. En la lucha, la sangre del Padre
fecunda a la Tierra y de allí nacen las Furias, los Gigantes, las
Ninfas. De la misma circunstancia nacieron Afrodita, Eros y Deseo. Y luego
"el Gran Cielo, increpando a los hijos que había engendrado,
los apodó Titanes, porque, según él dijo "tendieron"
demasiado alto la mano para cometer un grave delito, que el futuro lo
castigará".
La raza de bronce sucumbió y descendió "a la morada
enmohecida de Hades, sin dejar nombre alguno sobre la tierra. La negra
noche los absorbió por muy feroces que fuesen, y es así
como abandonaron la esplendorosa luz del Sol".
En el "Beowulf", milenaria saga germánica de transmisión
oral y escrita recién en el siglo VIII de nuestra era, leemos algo
parecido: "Así los súbditos vivieron una vida feliz
de alegría y de fiesta, hasta que uno - Demonio de Averno- empezó
a urdir males. Grendel se llamaba ese demonio hosco, ese perturbador de
la tierra, señor de las cavernas y fangales. Este desgraciado que
habitó en moradas de gigantes desde que el creador lo condenó
al exilio. El dios soberano vengó la muerte de Abel en la raza
de Caín. Vana fue la lucha de Caín porque fue alejado por
el creador de monstruos marinos, duendes y espíritus malignos,
como aquellos gigantes que lucharon por largo tiempo contra Dios, pero
que finalmente recibieron su merecido".
Si tuviéramos que aceptar al pie de la letra estos textos, diríamos
que "hubo una vez una raza de gigantes que vivían en la Tierra,
y que por haberse ensoberbecido debido a sus conocimientos científicos,
provocaron la destrucción de su cultura, y por ello debieron emigrar
al interior de la Tierra, donde aún viven". A su manera, Julio
Verne dice, en VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA, que el interior de nuestro
planeta está habitado por gigantes. ¿Debemos aceptar esto
como verdad textual o simbólica?
¿Es el término "gigante" un simbolismo para referirse
a seres grandiosos, no en su físico, sino en su sabiduría?
Preguntas de este estilo podríamos hacer muchas. En general, los
interrogantes van dirigidos, o bien hacia una interpretación simbolico-religiosa
de los textos, o bien hacia una búsqueda de tipo arqueológico.
Que los gigantes ocupan un lugar en los textos sagrados, ya lo hemos visto,
pero ¿qué lugar ocupan en la búsqueda "científica"
de la Historia?
¿Restos de una humanidad de titanes?
Los restos arquitectónicos de Sacsahuaman, Tiahuanaco, Pascua o
Stonehenge -entre otros- han hecho pensar mucho en que sus autores fueron
seres de talla ciclópea... o al menos de conocimientos ciclópeos,
cuando no ambas cosas a la vez. En algún sentido, lo mismo da que
sea uno u otro aspecto del gigantismo. No podemos, sino con teorías,
sostener que los restos arqueológicos pueden, de por sí,
justificar la creencia en la existencia de gigantes en algún momento
de la Historia. Las pruebas irrefutables serían, para ello, la
existencia de fósiles humanos de tamaño inusual, y necesariamente
no vinculados a patologías tales como la acromegalia, etc. Sobre
este punto habría ciertos datos de interés.
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En su libro POR LAS RUTAS DEL PAITITI, el sacerdote argentino Juan Carlos
Polentini Wester (mientras vivió en Perú), recogió
una serie de relatos de los lugareños de su parroquia y de la selva
cercana. El sacerdote transcribe el relato de un tal Aristides Muñiz,
según el cual, en la zona de Hunicocha, habría restos de
calaveras gigantes, encontradas a principios de siglo por un grupo de
arrieros que buscan animales perdidos. "Don Aristides" relata
que al querer tomar una calavera para llevársela, la golpeó
accidentalmente y se desintegró, pero quedaron otros ejemplares.
El sacerdote Plentini sospecha que el lugar descripto por Muñiz
en su relato podría ser parte de las ruinas del legendario Paititi,
pero duda de que aún se conserven intactas las calaveras. Teniendo
en cuenta que hace 70 años una calavera se desintegró, es
lógico que hoy no quede nada de las otras. A ello hay que agregar
que en los últimos 70 años ese sitio fue invadido por buscadores
de tesoros. Es posible que estos restos se hayan perdido para siempre.
En el otro extremo del mundo, en Australia, el arqueólogo Rex Gilroy
ha estudiado, en los últimos 12 años, unas ruinas en la
zona de Nueva Gales del Sur. En un artículo publicado en "ANCIENT
SKIES", Gilroy describe con lujo de detalles lo que parecería
ser una pirámide y otras estructuras arquitectónicas que,
según él, pueden haber sido construidas hace 15.000 años.
También informa que "entre los artefactos desenterrados, hay
restos fósiles de grandes dientes molares (uno mide 67 milímetros
de longitud) asociados con huesos de animales que aparentemente sirvieron
de alimento a los ocupantes de ese sitio. El estrato geológico
de ese sitio data del período pleistoceno, hace 500.000 años.
Los artefactos, dientes y otros restos indican que las criaturas tenían
una estatura de entre 12 y 20 pies y pesaban cientos de libras. La evidencia
sugiere que por lo menos dos razas de gigantes ocuparon la región".
Según la paleo-antropología, hace 500.000 años la
inteligencia superior estaba representada en la Tierra por el "Pitecantropus"
("Hombre Mono"), y se supone que en esa época recién
se inventó el fuego. Se admite también que por esos tiempos
vivió el "Gigantopitecus" ("Mono Gigante"),
cuyos restos fueron hallados en China. Pero no se amplió demasiado
este estudio.
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Por un lado, entonces, hay una ciencia que no admite sino la existencia
de "monos" gigantes junto a "hombres-mono", pero no
"hombres" a secas, ni mucho menos "hombres-gigantes".
En este punto habría un enfrentamiento entre las concepciones positivista
y ocultista. Esta última suele hacer referencia (los profanos y
no iniciados no estamos en condiciones de saber si literal o simbólicamente)
a la existencia de "humanidades anteriores", incluyendo gigantes
cuyos altos conocimientos habrían sobrevivido al tiempo y hoy permanecerían
custodiadas en "el centro de la Tierra" o, según otros,
en "los centros de la Tierra". Aquella, en cambio, no admite
la existencia de algo sino sólo cuando ésta ha sido demostrada
sobre pruebas físicas.
Quizá sea falsa la interpretación simbólico-esotérica
del mito de los gigantes, y su búsqueda en el terreno físico
de la Historia, específicamente de la Arqueología
Quizá sean sólo dos niveles distintos de comprensión
de una misma búsqueda: la de un pasado humano vinculado a una naturaleza
superior; y de un mismo rechazo: la creencia de que descendemos de los
animales. El "mito" de los gigantes expresa, también,
a su manera, el deseo del hombre moderno de verse a sí mismo con
la Historia de otros que se han destruido con la misma soberbia que hoy
amenaza la vida del hombre.
En tal sentido, la búsqueda de los "gigantes", de los
"dioses" que fuimos en el pasado y ya no somos, debería
tener, no dos, sino muchas otras variantes: buscar en los restos arqueológicos,
en los textos sagrados, en templos de sabiduría o en el centro
de la Tierra, si se quiere. Pero fundamentalmente la búsqueda principal
a la que se subordinan las otras, debe ser necesariamente un viaje al
centro de la esencia misma del hombre, ese ilustre desconocido, o, ¿por
qué no?, ese gigante adormecido.
El Quinto Hombre
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