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Revista Digital de El Quinto Hombre
SANTA BRÍGIDA DE SUECIA, EL CAMINO DE SANTIAGO Y EL MUNDO ESCANDINAVO.
PROYECCIÓN EN AMÉRICA. - Nota I
Redacción EQH
Santa Brígida fue la primera mujer sueca de relevancia universal
y una de las más prominentes santas de la Iglesia, copatrona de
Europa y candidata a doctora de la Iglesia. Es la colosal figura que interpeló
a pontífices, cardenales, obispos y reyes; que peregrinó
y congregó en torno a su grupo de abades cistercienses, maestros
en teología, nobles y personas de toda condición que la
acompañaban a todas partes. Era el séquito de 'Amigos de
Dios' de una profetisa itinerante y cuestionada por su franqueza y dureza.
SU VIDA
Brígida nace en el castillo de Finsta (Suecia), el 2 de octubre
de 1303, cerca de la ciudad de Uppsala; era la mayor de los hijos de Birger
Person.
Birger Person era una de las personas más poderosas de Suecia,
miembro del Consejo Real y encargado de las tareas públicas. Bajo
su guía se llevó a feliz término la redacción
de la ley de Uppland, muy apreciada tanto por su competencia en el campo
jurídico, cuanto por su dominio del lenguaje. Su madre Ingeborg
Bengossyedoter, dama distinguida y emparentada con la dinastía
reinante de los Fonkunt. Pero fallece cuando Brígida tenía
once años. Deja dos hijas: Brígida y su hermana más
pequeña, Catalina.
Siguiendo la costumbre de aquellos tiempos, su padre, a los quince años,
la da en matrimonio a un joven noble, cristiano y sabio, llamado Ulf.
No eran sus ideas contraer matrimonio, pero ante los deseos de su padre
obedeció.
Tuvo que ir al castillo de Ulfasa, donde se encontró con una vida
regalada y lujosa y con mucha responsabilidad para organizar y mandar
en aquellas costumbres cortesanas.
Eran tiempos difíciles en la historia de Suecia. Su esposo pronto
comprendió los valores con que estaba colmada su joven esposa,
su carácter y fortaleza de ánimo para estar siempre al lado
de su esposo y orientarlo en los momentos duros.
Su austeridad y mortificación contrastaban con la riqueza y ostentación
que reinaba en la nobleza de Uppsala. Llamaban la atención la amabilidad
y la dureza con que trataba a sus huéspedes y a la servidumbre.
Cuando al esposo le ascendieron a Consejero del Reino, Brígida
tuvo que hacerse cargo del gobierno de la Provincia y hubo de estudiar
a fondo las leyes suecas y romanas. A ello le ayudó mucho la lengua
latina que había aprendido de jovencita.
Con todo, Brígida no abandonó su vida de austeridad y entrega
a las cosas divinas.
Brígida se había casado por obedecer a su padre y había
comenzado una nueva vida de responsabilidad en la obediencia. Para ella
"la obediencia era un deber que venía de Dios". Fue el
hilo conductor de toda la vida de esta gran mujer. Su matrimonio fue feliz
y lleno de armonía, bendijo el señor este hogar con el nacimiento
de ocho hijos, cuatro niñas y cuatro niños que llenaban
el castillo con sus risas y alegrías infantiles. Dos murieron de
corta edad.
El rey de Suecia y Noruega, Magno II, le pidió a Brígida
que actuara como principal dama de honor, pues esperaba la llegada de
su prometida, la hija del conde de Flandes.
Quería el rey que una persona de gran integridad, inteligente y
adornada con las cualidades de la señora, esposa, madre y dueña
del hogar. Esta mujer era Brígida, que además estaba emparentada
con la familia del rey. Gozaba de la admiración y respeto de todos
los cortesanos. Su ayuda iba a ser incalculable para una joven reina,
casi una niña, que venía de un país extranjero. Así,
en el otoño de 1335 se trasladó al castillo de Bahus en
Estocolmo.
LA PEREGRINA
El siglo XIV fue pródigo en peregrinaciones para muchos nobles.
En el verano de 1341, los esposos Ulf y Brígida hicieron el voto
de ir en peregrinación a Santiago de Compostela. Se retiraron de
sus deberes públicos y los dos esposos decidieron dedicarse únicamente
a Dios, al alma y a la eternidad.
Para entonces Brígida se había entregado a la lectura y
estudio de la palabra de Dios. Veremos que la fuente de la sabiduría
iba a ser las Sagradas Escrituras. Tanto amó a la Biblia que la
consideraba como una octava -sacramento-: "La predicación
de la Palabra de Dios".
Iniciaron su peregrinación a Santiago de Compostela a comienzos
del verano de 1341. Tal fue el impacto que les produjo esta peregrinación
que, a su regreso, los dos esposos se pusieron de acuerdo para ingresar
en una Orden religiosa y dedicarse a la vida de la contemplación,
oración y sacrificio.
Para entonces la salud de Ulf se había resentido mucho y en febrero
de 1343 murió en el monasterio de Alvastra (Suecia), en la Orden
del Císter.
Brígida, una vez libre de los lazos matrimoniales, obtuvo del Señor
unas maravillosas experiencias místicas. De nuevo la obediencia
a Dios la hacía caminar por senderos desconocidos: la fundación
de una nueva Orden religiosa. Con la ayuda de los Padres de Císter
redactó una primera Regla, hacia los años 1347 al 1349.
Sería eternamente contemplativa, con ansias de renovación,
reparación y un gran amor a la Iglesia.
Para ello los reyes le hicieron una donación de ciertos terrenos,
propiedad real, en Vadstena (Suecia), junto al lago Veter.
Brígida buscaba ahora apoderarse del ardor de la abnegación
y de la disciplina severa monacal. Es como si el deseo de toda una vida
se hubiese finalmente realizado al sentarse a la sombra de los austeros
ladrillos del monasterio. Distribuyó entre sus hijos y los pobres
la cuantiosa fortuna, se libró de los lazos del mundo y siguió
pobre a Cristo pobre. Para sí conservó un mísero
vestido y los medios más simples de sustento.
En agosto de 1349, el papa Clemente VI publica una Bula anunciando el
jubileo de 1350 y llamando a los fieles a Roma.
Brígida, por inspiración divina debía ir a Roma a
ganar el jubileo. Mucho le costó dejar su Suecia, su patria querida
y más todavía dejar a sus hijos queridos, su hogar y su
castillo.
Parte por fin para Roma en otoño de 1349, acompañada de
sus confesores y de peregrinos suecos. Precisamente durante su estancia
en Roma es cuando Brígida siente más dolorosamente la ausencia
del Papa residente en Aviñón.
Hacía 40 años que el Papa había abandonado la ciudad
de Roma y residía en Aviñón. Los Estados de la Iglesia
en Roma estaban completamente abandonados. Crecían toda clase de
abrojos sin que la mano cariñosa limpiase y adecentase estos lugares.
La ciudad estaba dividida entre querellas y batallas sanguinarias. La
peste diezmaba las familias.
Desde entonces el drama de la Iglesia de su tiempo va a ser la obsesión
constante de su vida y de su trabajo. Trabajó lo indecible bajo
la inspiración divina por la vuelta del Papa a Roma, sus avisos,
las cartas enviadas al Papa residente en Aviñón no dieron
los resultados deseados. Brígida multiplicó sus austeridades,
oraciones y penitencias hasta el extremo.
Al fin, Brígida pudo establecerse cerca de Campo dei Fiori. Allí
vivió casi 25 años de su vida y allí murió.
Hoy conocemos esta casa bien conservada, como la casa de Santa Brígida,
dedicada a las obras de ecumenismo y hacer de puente entre los Países
Escandinavos y la capital de la Cristiandad. En este lugar, relicario
sagrado para las hijas de la Santa es donde recibió las más
valiosas experiencias místicas y luces divinas que fue escribiendo
para la posteridad. Entre ellas son dignas de mención los "Discursos
Angélicos", que escribió en honor a la Virgen María,
reconocidos unánimemente como obra maestra de la literatura del
siglo XIV.
Una de las más amplias revelaciones que Brígida recibió
en Roma se refiere a la fundación de una nueva Orden, de sus monasterios,
en el que la vida debe transcurrir según la nueva Regla que Cristo
le dictó.
En el primer capítulo dice así:"Quiero instituir esta
Orden en el honor de mi amadísima Madre, te expondré eternamente
con mis palabras su institución y sus Estatutos".
En los treinta capítulos que siguen se describen: la vida en los
monasterios, su organización, el modo de recibir a las monjas,
cómo Brígida recibió la Regla y cómo ésta
debe de ser aprobada por el Papa.
El fundamento de la vida en el monasterio es la exigencia general para
toda la vida monástica cristiana: verdadera humildad, pura castidad
y pobreza voluntaria. Cuando las monjas no están ocupadas en los
oficios sacros o en el estudio o la lectura espiritual, deben trabajar
con sus manos para cubrir los gastos del monasterio y para socorrer a
los pobres e indigentes. Todos los años harán el cómputo
de los gastos y lo que sobre lo repartirán entre los más
necesitados del lugar. Vivan en suma pobreza y no acumules dinero ni cosas
superfluas.
El silencio debe reinar en el monasterio, reservándose dos tiempos
de recreación después de la comida y después de cenar.
Los ayunos, mortificaciones y penitencias según mande la Santa
Madre Iglesia, con todo, deben ser efectuados con sabiduría, prudencia
y moderación, de manera que el cuerpo esté dispuesto siempre
para atender a los oficios corporales con fervor y puedan vivir entre
los trabajos del monasterio con sana alegría.
El hábito monacal será el tradicional en cada época
y lugar donde está enclavado el monasterio.
Con permiso de la Madre Abadesa cada monja tendrá lo necesario
para su uso corporal. Procure cada una no extralimitarse y tener solamente
lo necesario, utilizando con sencillez el espíritu, mortificación
y austeridad.
Después de esta gran revelación sobre la Regla de la Orden,
Brígida recibió muchas otras visiones menores y complementarias
referentes a la vida práctica y espiritual de las ciudades.
Nuevamente el Señor le demuestra a Brígida que debe peregrinar
a TIERRA SANTA. Este viaje supuso a la santa grandes sacrificios. Tenía
entonces cerca de 70 años. El viaje por mar fue agotador. Su estancia
en Tierra Santa reanimó su espíritu.
Ella nos cuenta sus impresiones y experiencias místicas recibidas
en este santo recorrido con una precisión incomparable: Jerusalén,
Monte de los Olivos, Vía Dolorosa, Santo sepulcro; Belén,
Nazaret, Cafamaún, Lago de Tiberíades. Fueron cuatro meses
de intimidad creciente con Cristo, Dios y Hombre; doliente y crucificado.
El alma de Brígida se encontraba ya saturada de devoción
y amor a la Pasión de Cristo. Sus escritos hablan de estas etapas
y en su nueva Orden implanto este carisma sobre la Pasión de Cristo.
Para entonces se encontraba agotada físicamente y con síntomas
de una grave enfermedad, de la que nunca pudo recuperarse. Sabía
que su gran misión llegaba a su fin.
De regreso a Roma continuó en lo posible con su vida de penitencia,
visita a hospitales. Sus últimos meses fueron de entrega total
a las manos de Dios. Cinco días antes de su muerte se le apareció
el Señor ante el altar de su aposento y con rostro radiante le
dice:
"Prepárate porque lo que te he prometido se va a realizar
pronto. Te vestiré de monja ante el altar. Serás reconocida
en el mundo como fundadora del Monasterio de Vadstena (Suecia) y de la
Orden del Santísimo Salvador. Morirás aquí en Roma,
y tu cuerpo permanecerá aquí hasta que esté preparado
un lugar en tu propio país".
Así ocurrió una clara mañana veraniega, el 23 de
Julio de 1373, cuando llegó el momento tan ansiado por ella. Susurrando
con el Salmista: "Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu",
entregaba su alma al Señor.
En diciembre del mismo año fueron trasladados sus restos a Suecia.
Brígida fue canonizada el 7 de octubre de 1391 por el Papa Bonifacio
IX, a los 18 años de su muerte.
CONTINÚA NOTA II
El Quinto Hombre
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