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Revista Digital de El Quinto Hombre
¿HUBO OTRA HUMANIDAD?
Por Carlos A. Benedetto
No es la primera vez que el hombre se pregunta si su
aventura ha sido la única de la Historia. ¿Existieron otras civilizaciones
hoy perdidas y casi olvidadas?.
Salvo para los fanáticos que creen cuanto se les dice
sin cuestionar nada, como para los dogmáticos para quienes los enigmas
no existen, la Atlántida es uno de los enigmas más grandes, aún no resuelto.
Y lo es en tal magnitud que, si llegara a demostrarse fehacientemente
su pasada existencia, sin duda ello haría tambalear hasta sus cimientos
todo el edificio de la Historia, tal como la conocemos.
Aún en nuestros días se siguen escribiendo libros y
artículos sobre el tema, y se siguen llevando a cabo expediciones oceanográficas
en busca del legendario continente perdido.
A fines del siglo XIX, Ignace Donnelly ubicaba al enigmático
continente en el Océano Atlántico Norte, y afirmaba que los jefes de esa
civilización poseían tales poderes, que quedaron grabados en la historia
de la Humanidad como "dioses". Para Donelly, la Atlántida había sido el
"Paraíso terrenal" originario del que hablaban todas las tradiciones religiosas.
En la Alemania nazi, el científico Horbiger sostenía
que la Atlántida había existido en el período terciario y que, por ejemplo,
Tiahuanaco había sido uno de sus puertos. Se había tratado, según él,
de una civilización mundial.
Más recientemente, Charles Hapgood afirmó que, así
como los últimos 100 años se descubrieron civilizaciones consideradas
"míticas" (Troya, Creta), o desconocidas (Súmer, Hatti, Indo), no es descartable
que llegue a descubrirse una civilización que existió hace 10.000 años.
Hapgood no hacía alusión directa y expresa a la Atlántida, sino que suponía
la pasada existencia de una cultura mundial.
El historiador y lingüista norteamericano Charles Berlitz
se hizo famoso best-seller por sus trabajos sobre el Triángulo de las
Bermudas y su presunta relación con el continente hundido. En uno de sus
libros afirma que ya se han escrito 25.000 obras sobre la Atlántida, y
de acuerdo con el resultado de una encuesta que dice haber realizado
entre 275 "antlantólogos". De ellos, concluye Berlitz, 46 creen que la
Atlántida nunca existió; 131 la sitúan en 40 lugares distintos excepto
el en Océano Atlántico; 98 piensan que existió en el mismo lugar donde
la ubica el filósofo griego Platón.
En 1977, Berlitz afirmó haber divisado, bajo
el mar, en la zona de Bimini, formaciones pétreas hexagonales y círculos
de piedra, que asimiló a los megalitos de Stonehenge, como así también
vestigios de murallas y caminos. Asimismo, anunció que los radares habían
captado la presencia, a muchos metros de profundidad, de una pirámide
de dimensiones parecidas a la de Kheops.
Según la teoría de este escritor norteamericano, hace
12.000 años el nivel de los mares era 300 metros inferior al actual. La
evaluación de aguas se dio, según Berlitz, por un súbito calentamiento
de la atmósfera, que provocó el derretimiento de los polos y el consiguiente
sumergimiento de grandes extensiones de tierra. También se pregunta si,
tal como relata el Mahabharatta,
antiguo texto de la India, hubo una guerra atómica en la Antigüedad, ello
no pudo haber sido la causa de ese calentamiento atmosférico.
Si quisiéramos enumerar todo lo que se ha dicho sobre
la Atlántida, no alcanzaría una enciclopedia entera. El misterio sigue
dando que hablar, y no sabes cuanto tiempo más. ¿Estamos cerca del fin
del enigma? ¿Qué ocurrirá cuando se resuelva? ¿Se desplomará un mito o
se desplomará la ciencia que calificó de mitos a los relatos sobre el
continente perdido?
Una información periodística daba cuenta de un hallazgo
en un principio presentado en tono sensacionalista, pero cuyos verdaderos
alcances aún desconocemos; Andrei Aksenov (vicedirector del Instituto
de Oceanografía de la U.R.S.S.), en misión científica del buque soviético
"Vitiaz", dijo haber obtenido ocho fotografías submarinas de "vestigios
de murallas y grandes escaleras", a 400 kilómetros de la costa portuguesa.
Nada más se informó después. Parece haber un punto en que las informaciones
se suspenden, y el enigma sigue en pie.
Debemos ver aquellas fuentes en las que se basan los
"atlantólogos" para justificar la búsqueda. Y para ello hay que ir atrás
en el tiempo.
LOS RELATOS ANTIGUOS.
Sin duda, el testimonio más calificado es el de Platón.
Discípulo de Sócrates y uno de los pilares de la filosofía accidental,
Platón es considerado por muchos como uno de los grandes "iniciados" que
han tenido acceso al conocimiento de la verdadera Historia de la Humanidad.
En uno de sus libros Timeo y Critias, Platón cuenta que los sacerdotes de la ciudad egipcia de
Sais le contaron al legislador ateniense Solón, la historia de la Atlántida.
Platón reproduce esa historia, según la cual la Atlántida habría sido
una supercivilización que vivió sobre un continente "más allá de las columnas
de Hércules" (hoy Gibraltar), que se hundió en el mar, repentinamente,
9.000 años antes del relato. Es decir, con respecto a nosotros, hace aproximadamente
11.500 años. Según algunos autores, los sacerdotes saítas también afirmaban
que conservaban inscripciones atlantes (no sería el único caso de tradiciones
que sostienen la existencia concreta de testimonios escritos sobre la
existencia de humanidades anteriores).
Podemos decir, con muchos estudiosos respetados, que
todo esto no es más que una fantasía carente de todo sustrato metodológico
y, por ende, carente de seriedad. Desde esa vereda, diremos que Platón
usó la leyenda de la Atlántida sólo como recurso literario para describir el "estado político perfecto". Esta
explicación basta para quienes prefieren ver en Platón sólo a un filósofo
de la política. Pero hay razones para creer que fue mucho más que eso.
Los sacerdotes saítas le contaron a Solón la historia
de la Atlántida, pero la ciencia histórica moderna no acepta como veredicto
tal relato, pues la idea de una supercivilización existente hace 12.000
años no encaja en el esquema aceptado según el cual no pudo haber habido
supercivilizaciones altamente organizadas antes del 3.000 a. C.
En cambio, si se ha aceptado como real el relato de
los sacerdotes egipcios a Heródoto sobre las pirámides. Las edades "excesivas"
que se le han adjudicado a estas construcciones, y las leyendas sobre
la "divinidad" de sus arquitectos, son rechazados por anticientíficos.
La Historia ha dado como concluido el caso de las Pirámides y la Atlántida,
aquellas fueron construidas en al 2.600 a. C., y esta nunca existió.
Habría que preguntarse por qué esta discrecionalidad.
¿Por qué se admite un testimonio como valedero y al otro como falso? Quizá
sea bueno sospechar que hasta hoy, el hombre occidental sólo aceptó como
cierto aquello que no cuestionaba sus esquemas mentales previos. Esta
actitud, más que "ciencia", deberíamos llamarlo "dogma".
Si llegaron a confirmarse los hallazgos a que hacen
referencia Berlitz, Aksenov y otros, no nos quedará más remedio que preguntarnos:
¿de dónde sacaron los sacerdotes saítas sus datos? ¿existen aún
fuentes de información que nos puedan probar la existencia de una Humanidad
anterior a la nuestra? ¿dónde están? ¿debemos empezar a tomar más
en serio a ciertas tradiciones esotéricas que nos hablan de que el "ensayo
homo sapiens" no fue ni el único ni menos el mejor? Antes de la afirmación
que buscamos, este interrogante está inquietando a muchos.
En su libro la rebelión de los brujos, Pauwels y Bergier dicen algo muy importante:
"No pretendemos lanzar la idea de que el nacimiento del hombre podría
ser sincrónico de la formación de la vida sobre la Tierra, hace más de
3.000 millones de años. Pero eso es posible que, 10 millones de años,
surgiese una especie humana, desapareciese a causa de ciertos cataclismos
y volviese a aparecer, de la misma manera que renace la vida en las islas
convertidas en improductivas por las erupciones volcánicas". Y agregan
que "si el hombre pensante existe desde hace 100.000 años, tenemos lógicamente
derecho a preguntarnos si es posible aceptar tranquilamente la idea de
que solo adquirió luces y poder en los dos últimos siglos, de que hubo
un único momento privilegiado en esta larga aventura". Y califican de
"racismo temporal" a esa creencia en la superioridad intelectual de Occidente
en los últimos 200 años.
Deberíamos acotar que, paralelamente a esa ciencia
calificada de "racista", se desarrolló otra ciencia abierta a la inaceptable.
Cuesta trabajo reconocer la existencia de los OVNI, porque ello implicaría
negar las leyes de la Física aceptadas como válidas hasta hoy; sin embargo,
hay científicos que investigan la cuestión. También es difícil aceptar
algo así como que la Historia conocida no es verdadera, sino que probablemente
haya otra; sin embargo hay quienes trabajan sobre esta sospecha. Paradoja
del hombre que quiere conocer. A nadie nos gusta caer del edificio que
hemos levantado con nuestras propias manos, pero a veces tenemos la suerte
de intuir que hemos estado construyendo sobre la arena y no sobre la roca.
A estos momentos de lucidez debemos las "nuevas hipótesis" que, ciertas
o no, por lo menos han venido sirviendo como estímulo para la reflexión,
o han sido, a veces, el preludio de revelaciones trascendentes para el
conocimiento.
Hay otros testimonios históricos que, si bien no están
necesariamente ubicados en el Atlántico Norte, forman parte de este cuestionamiento
del etnocentrismo y el "racismo temporal" a que aludieron Pauwels y Bergier.
EN EL PACÍFICO SUR.
A fines del siglo pasado y a principios del corriente,
desarrolló su labor científica un sabio vasco-argentino de quien hoy pocos
se acuerdan. Se trata de Florencio de Basaldúa, autor de numerosas obras
de Filología, Historia, Lingüística, inventor, político, diplomático,
etc. Entre sus obras más importantes, debemos destacar memorias de la raza roja en la prehistoria universal, en la que busca
demostrar la existencia en el Pacífico Sur ¡hace 55.000 años!, de un continente
habitado por lo que él llamaba "raza roja". Estos hombres habrían desarrollado
una civilización más tecnificada que la nuestra, y más avanzada en lo
moral y lo espiritual. Una súbita catástrofe habría hundido este continente
en el mar hace 55 milenios, y de ese hecho se salvaron unos pocos, que
se dispersaron por el mundo.
Según Basaldúa, la "raza roja" habría colonizado y
civilizado al mundo entero, y quedarían rastros de ella en todo el planeta.
Serían descendientes de ella los actuales brahmanes de la India y los
vascos, grupo nacional al que pertenecía el autor.
En otra de sus obras, Basaldúa pone en boca de un sabio
la afirmación de que muy antiguamente se habían llevado a cabo trabajos
de medición geográfica con elaboración de mapas de alta precisión. Casi
cuatro décadas después de esta aseveración, comenzaba a preocupar a la
ciencia los misteriosos mapas de Piri Reis.
Otros escritores mencionaban textos hindúes en los
que se relatarían presuntas guerras nucleares en épocas remotísimas, para
explicar luego que un hecho de tal magnitud pudo muy bien haber provocado
las catástrofes de referencia y que habrían originado, además, perturbaciones
atmosféricas tales, que habría permitido el ingreso a la Tierra de rayos
solares peligrosos para la vida humana. Para protegerse, los sobrevivientes
comenzaron a usar un suerte de cascos rojos protectores. Y nos vienen
a la mente los antiguos cascos rojos que una vez estuvieron colocados
en cima de los misteriosos "moais" de la Isla de Pascua. Hay quienes afirman
también que tal es el origen de la "boina roja" que usan los vascos desde
épocas inmemoriales.
OTRAS INVESTIGACIONES
En noviembre de 1977, los periódicos informaron que
un grupo de geólogos había ubicado a PACIFICA, un continente perdido hace
235 millones de años en el Océano Pacífico Sur, y que se fragmentó por
completo. Los estudios sostuvieron que esa masa continental pudo haber
sido la interconexión entre Asia y América, lo que explicaría la similitud
de flora y fauna a ambos lados del Océano. Agregaban también que Africa
estaría sufriendo un proceso similar de paulatino hundimiento, dado el
resquebrajamiento de la corteza Terrestre.
El controvertido difusor de doctrinas orientales, Lobsang
Rampa, escribió su libro El tercer ojo que, "según nuestra creencia, Tíbet fue una vez una
tierra llana, junto al mar y, por razones que están más allá de nuestro
conocimiento, hubo terribles convulsiones terrestres durante las cuales
muchas tierras se hundieron bajo las aguas y otras se elevaron como montañas".
Parece consolidada la creencia científica que hace
100 millones de años existió Condwana, un continente que comprendía Africa,
Madagascar, India y América del Sud.
En 1914, el geofísico y meteorólogo alemán Alfred Wegner
dijo que en un principio, las tierras formaban un solo bloque y que luego
empezaron a separarse. Hoy los continentes aún van a la deriva. Wegener
murió en 1930, cuando aún nadie le creía. Experimentos que se vienen haciendo
desde 1950 demostraron la certeza de su teoría.
¿Cómo podrá encajar toda esta teoría sobre los movimientos
de masas continentales, con la idea de movimientos bruscos, ya no imperceptibles,
sino todo lo contrario?. Si hubo hundimientos repentinos habría que preguntarse
por qué la Historia no acepta que haya habido inteligencia en esos
sitios. Si existieron realmente esas supercivilizaciones a que nos hemos
referido, nos debemos preguntar hasta qué punto resulta ridículo
creer que su recuerdo quedó conservado a manera de "Paraíso Terrenal",
"Edad de oro", "Dinastía Divina", etc. ¿Fue una catástrofe real la que
dio origen al universal mito del Diluvio?. Si hoy la humanidad se destruye
por una guerra nuclear y quedasen sobrevivientes; si el Africa se hundiese,
como temen los científicos, y si quedaran sobrevivientes, ¿qué
pensarán los antropólogos del futuro? ¿que Egipto fue un país legendario
cuya existencia no puede probarse?
Existió la creencia de que la Historia solo puede escribirse
con los elementos dados. Hay otra posibilidad: la de hacer Historia teniendo
en cuenta que no solo existe lo que se ve. Hubieron infinidad de textos
antiguos desaparecidos, quemados, destruidos por el fanatismo, y la no
posesión de ellos no autoriza a creer que podamos tomar como autentica
la Historia escrita solo sobre lo que quedó. Si hay una historia "no oficial"
que permaneció en forma de leyendas, si esas leyendas se ven paulatinamente
corroboradas por ciertos hallazgos de disciplinas que hasta ahora no tenían
nada que ver con la metodología de la investigación histórica, había que
empezar a considerar de otra manera a los mitos. Tal parece ser la propuesta
del llamado "realismo fantástico". Veamos que nos dicen sus principales
sostenedores.
En El retorno
de los brujos, Paules y Bergier sospechaban que "otras civilizaciones
pudieron ir infinitamente más lejos que nosotros en la exploración de
las fuerzas parapsicológicas". ¿Una civilización de taumaturgos luego
convertida en dioses de fantasía de los otros hombres? ¿Puede la Historia,
con ayuda de la parapsicología, entender el origen de las religiones?
¿es válida la sospecha de que el progreso humano se encamina hacia la
creación de un "superhombre" parecido al que presuntamente existió en
épocas ignotas? Pueden formularse millones de preguntas; algunas ridículas,
pero todas válidas.
El desaparecido Jacques Bergier se preguntaba por que
no se hallaban rastros de las "civilizaciones perdidas". Y aventuraba
una respuesta lógica: ellas pudieron estar ubicadas en zonas hoy cubiertas
por hielos, o, por ejemplo, en el Matto Grosso. Y agrega que esas civilizaciones
fueron vigiladas o ayudadas por "extraterrestres". Por nuestra parte,
podemos dar otra hipótesis no menos lógica: puede que no haya rastros
ni siquiera en los lugares inexplorados. Quizás la solución del problema
no radique en hallar o no pruebas físicas.
Se han descubierto conocimientos inusuales en textos
más o menos antiguos. Los viajes
de Gulliver (1720) de Jonathan Swift hablan de las dos lunas de Marte,
150 años antes de su descubrimiento. Dante Alighieri parece descubrir,
en la Divina Comedia, la Cruz
del Sur, constelación invisible en el hemisferio Norte, hasta entonces
el único conocido, según la Historia. En su Hamlet,
Shakespeare nos dice que ya sabe que los planetas no tiene luz propia
y que la Tierra no es el centro del Universo. Las obras de Julio Verne
son una sucesión de asombrosas profecías que se han venido cumpliendo
inexorablemente. Pero debemos preguntarnos, ¿se trata de profecías o de
recuerdos de una historia olvidada por la Historia? ¿está la Historia
planificada desde sus comienzos y hay seres humanos que ya conocen ese
plan y saben por ende que sucederá en el futuro?
¿Qué puede hacer el hombre occidental para entender
esos datos "rebeldes"?. O bien un superesfuerzo para reducir tales datos
a sus limitados esquemas, o bien abandonar esos esquemas. Tal es el dilema
que insinúa sutilmente en la ideología del hombre moderno. En estas dos
vertientes, ya lo hemos visto antes, se desarrollan las investigaciones
sobre los temas que intentamos analizar.
UNA REFLEXION.
¿Existieron humanidades anteriores que se extinguieron
debido a un superdesarrollo descontrolado? ¿Hay medios para probar esto?
¿ tiene la ciencia occidental los elementos de investigación para llegar
a la verdad, o hay que buscar más allá de la ciencia?
Puede decirse que quizás toda esta historia surge en
el siglo XX con cierta virulencia como mecanismo psico-sociológico de
defensa frente a nuestra propia autodestructividad. Tal vez ese "cuento"
de las humanidades extinguidas sea sólo un recurso literario-psicológico
para advertirnos sobre los peligros de un desarrollo descontrolado o,
peor aún, de un desarrollo material en detrimento del desarrollo espiritual.
Es posible que estas hipótesis sean una gran mentira que alguien inventó
y difundio, al servicio de ese objeto de despertar al hombre moderno de
su letargo. En tal caso, y si esta sospecha fuera acertada, se trataría
de una hermosa mentira.
Jung calificaba a los OVNIS de "mito viviente". Podríamos
tomarnos la licencia de extender la vigencia de esa expresión a las teorías
sobre la existencia de humanidades anteriores a la nuestra. Supongamos
que esta cuestión sea solo un mito, un "cuento de hadas". ¿Es correcto
desecharlo como "no serio"? ¿Podemos aferrarnos a él para crear o justificar
una nueva religión redentorista? ¿O debemos tratar de descubrir, detrás
de la supuesta fabulación, al hombre que la ha creado?
La primera pregunta no se podría contestar con un NO.
En primer lugar, porque las teorías sobre humanidades anteriores no son
ilógicas.
Si son mitos, hay que reconocer que están apoyados
en realidades tangibles, pero interpretadas de manera distinta como lo
hace la ideología positivista. En un segundo lugar porque una leyenda
expresa a un grupo de hombres, y desestimarla es desestimar al hombre.
La segunda pregunta tiene una respuesta similar. En
nuestro mundo existieron, existen y se están gestando, "profetas" que
basan su prédica en "revelaciones", ya no divinas, sino de emisarios de
otros mundos, sean estos extraterrestres, intraterrestres, "paralelos"
o anteriores al nuestro. Estos hombres son los que más argumentos dan
a la ciencia "seria" para no considerar algunos hechos o evidencias que
le permitirían un crecimiento cualitativo. Son también los que más hacen
para descalificar a la religión verdadera.
La tercera pregunta es, a mi criterio la más importante.
Se baza en la única certeza tangible, hasta ahora: nuestra propia existencia.
Nos preguntamos para qué vivimos, de dónde venimos y hacia
dónde vamos. Quizá los "mitos vivientes" sean una forma de ensayar
respuestas a esas preguntas tan importantes y que por algún motivo el
positivismo jamás pudo responder satisfactoriamente.
LAS ENSEÑANZAS DE LOS MITOS VIVIENTES.
Teniendo en cuenta lo anterior nos preguntamos: ¿qué
nos dice el "mito viviente" que nos ocupa?
Nos dice que hubo una humanidad anterior que se destruyó
por completo por el mal uso de la energía nuclear. Esto es como decir
que si no reaccionamos a tiempo, nosotros también nos destruiremos. Que
si seguimos observando a la luz del materialismo, solo nos queda la muerte
como meta. El "mito" aparece, entonces, como un mecanismo de defensa frente
a nuestra propia autodestructividad.
Fulcanelli, considerado como el más grande alquimista
moderno, apuntaba en su libro El misterio de Catedrales que "madre" y "materia" son palabras que
tienen el mismo origen etimológico; y proponía el camino de la elevación
espiritual como única vía de realización humana. Si tenemos esto en cuenta,
podemos arriesgar que el materialismo, en tanto creencia religiosa en
la materia como Todo, es la proyección histórica del culto a la madre,
es la expresión filosófica del hombre que aún no ha salido del seno de
la madre-Tierra. Entonces, diríamos que el hombre materialista es el hombre
que aún no ha nacido como ser diferenciado de la Naturaleza, y que el
"homo sapiens" es en realidad solo el verdadero "eslabón perdido" entre
el animal y el hombre realizado. La humanidad actual es solo una proyección
de la animalidad, pues vive de acuerdo a la Ley de la Selva, de la Naturaleza,
de la materia, o "madre Tierra". La Historia (y esto lo han sostenido
los evolucionistas sin cuestionarlo) es solo la continuación, en lo cultural,
de la Historia Natural. El hombre cree que tiene sus raíces en la Tierra,
y eso lo lleva a la autodestrucción, porque esa idea lleva implícita la
justificación ideológica de su animalidad. Hay quien dijo que el hombre
en realidad, es el único ser vivo que tiene sus raíces en el Cielo, y
que solo le hace falta darse cuenta de ello.
¿Qué tiene que ver esto con los "mitos vivientes"?
Diremos que ellos sirven al Hombre como propuesta directa de evolución
desde el estado animal al verdaderamente humano. En última instancia,
esas "historias" fantásticas esconden el germen de un nuevo humanismo.
Hay un planteo sobre la necesidad de evolucionar hacia instancias mentales
y espirituales superiores, como condición sine
qua non para sobrevivir.
No somos el fin de la Historia, sino solo un capítulo
intermedio. Si en el aspecto "espacial" el mito OVNI cuestiona al antropocentrismo,
en el aspecto temporal el mito de civilizaciones extinguidas hace otro
tanto. Y surge la idea de que el verdadero problema de el hombre no es
el de reemplazar una antropocentrismo de derecha por un antropocentrismo
de izquierda, sino el de la liquidación histórica de todo antropocentrismo.
Quizás (y esto puede parecer paradójico, pero no lo es) solo así se posibilitaría
el advenimiento verdadero del hombre. Estos temas que nos ocupan, y otros
conexos, parecen estar indisolublemente unidos, en la literatura de "misterios"
tan de moda, por un hilo conductor: la consciencia larval del hombre moderno
acerca de su inferioridad, la idea de que el progreso no eleva al hombre,
sino que lo degrada, y cierto deseo de decidir un salto evolutivo de trascendencia.
REFLEXION.
Expediciones oceanográficas que se realizan en el mundo
entero dan cuenta, de hallazgos de restos de Muy, Lempira, Pacífica o
Atlántida, con distintos grados de seriedad. Quizás un día de estos los
investigadores den a conocer un descubrimiento sensacional sobre el pasado.
Es altamente probable que, de ser así, deba modificarse todo el edificio
de la Historiografía, que tanto costó construir. Sería, sin duda, un hecho
portentoso, trascendental.
Pero, tan bien, sin duda, ello de nada serviría sin
una transformación interna del Hombre, hallar los restos de una civilización
extinguida por una guerra nuclear, ¿Llevará al hombre actual a suprimir
los arsenales atómicos o a organizar sociedades más justas o a respetar
a sus semejantes? Cuando nos referimos, pues, a una "transformación interna",
apuntamos a que nada servirá el SABER
más, sin no SOMOS más.
Algunos investigadores científicos y filósofos han
especulado con que la Genética puede llegar a crear un hombre mejor, no
agresivo, altruista. Los científicos de la Alemania nazi hacían experimentos
genéticos en busca de crear una raza "pura". Los resultados de esa "experiencia"
nos hacen pensar que quizá no se trata de confiar tanto en la ciencia.
El hombre tiene elementos para evolucionar por otros medios. Confiar esa
separación a la ciencia materialista es caer en una trampa. Es como confiar
el cuidado de una caja de herramientas a. un niño.
La pregunta ¿hubo otra humanidad?, lleva implícita,
entonces, esta otra: ¿somos la última humanidad o vendrá otra? ¿cuál
es el destino del "homo sapiens"? ¿la salvación del hombre requiere como
condición previa un salto evolutivo decidido por el mismo? En tal caso,
la "nueva Humanidad" ya no sería otra que la derivada de la nuestra.
Y, si existen las opciones entre dos términos, diremos
que la nueva opción es TODO o NADA: formas superiores de vida, o muerte,
sin medias tintas. La opción verdadera y profunda ya no es entre uno u
otro sistema político-económico, sino entre una concepción humana del
hombre o una concepción animal del mismo; lo demás será por añadidura.
Hasta hoy, los grandes esquemas ideológico-políticos, en aparente contradicción
entre sí, coinciden en un punto básico: la disminución del hombre y la
negación de su trascendencia. La expresión "homo sapiens" la inauguró
un zoólogo, no un antropólogo, y hasta el presente, pocos se escandalizaron
de ello. Ningún grupo político cuestionó eso. Nada, entonces, esperarse
de ellos.
La opción del siglo XXI es la de encarrilar el proceso
en direcciones distintas a las que se ensayaron hasta ahora: un progreso,
si se quiere, no cultural, sino mental, espiritual.
Dicho esto, debemos preguntarnos si tal cosa es factible
a escala mundial o solo a escala individual. Alguno autores de ciencia-ficción
(una de las máximas expresiones de "mitos vivientes" afirman que un día
de estos se producirá una catástrofe atómica, de la que sólo se salvarán
los "primeros" de la humanidad superior.
¿Existen realmente ese Adán y esa Eva, aguardando la
hora? Tal vez si, pero seguramente no debemos buscarlos. sino en nosotros
mismos.
El Quinto Hombre
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