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Revista Digital de El Quinto Hombre
NÁUFRAGROS DEL TIEMPO
César
Reyes - Argentina
Como
si se trataran de ejemplos extraídos de manuales de la nueva física, textos
de antigüedad milenaria mencionan ciertos aspectos de la relatividad del
tiempo.
CURVATURAS TEMPORALES.
La idea de que el tiempo no es algo universal y absoluto, y que puede
en cambio dilatarse o encogerse a causa del movimiento, todavía hoy resulta
chocante para el sentido común de muchas personas. Sin embargo, les guste
o no, un buen número de experimentos han demostrado fehacientemente que
tales curvaturas temporales son reales y, por tanto, que la teoría de
Einstein no tiene fallo alguno. De modo que es posible afirmar, sin la
menor duda, que a altísimas velocidades el tiempo transcurre
más lentamente.
En tal sentido, por ejemplo, en el Centro de Investigación Nuclear
CERN, cerca de Ginebra, se han realizado durante años repetidas comprobaciones
de la dilatación del tiempo trabajando con partículas
subatómicas conocidas como miones,
las cuales son el resultado del choque de partículas cósmicas de radiación,
que tienen la misma carga eléctrica que los electrones (negativa) pero
pesan doscientas veces más que éstos y su periodo de existencia no supera
un microsegundo, es decir una millonésima de segundo. El experimento en
sí ha consistido en hacer girar a estos miones
en un sofisticado acelerador de partículas a una velocidad cercana a la
de la luz, obteniéndose como resultado que tales miones
hubieron recorrido finalmente un camino cincuenta veces más largo de lo
que duraría su "vida". Asimismo, quizá menos complejo pero no por ello
menos efectivo, otro experimento, llevado a cabo en los años setenta por
físicos dependientes del U.S. Naval Observatory , registró una dilatación
del tiempo mediante la utilización de relojes atómicos de absoluta precisión
. En efecto, colocando uno de los relojes a bordo de un Boeing 707 y conservando
el similar en el laboratorio se le ordenó a continuación al piloto realizar
dos vuelos alrededor del mundo, el primero en el sentido de las agujas
del reloj y el otro en sentido opuesto. Hecho esto, se comprobó que el
reloj del avión, que había volado a una velocidad de 900 kilómetros por
hora (bastante lejana por cierto a la de la luz) arrojaba una diferencia,
en menos, de 59 a 273 manosegundos (un manosegundo es igual a mil millonésimas
de segundo) respecto del reloj que había permanecido quieto en el laboratorio.
Así las cosas, a menudo los autores de libros y artículos de divulgación
científica que procuran explicarle al lector profano cómo influyen ciertos
aspectos del tiempo relativo sobre los seres humanos recurren a un muy
conocido ejemplo de la nueva física llamado comúnmente "paradoja
de los gemelos", según el cual dos hermanos gemelos se despiden en
su ciudad natal; uno de ellos es astronauta y emprende un viaje espacial
mientras el otro permanece en casa. Transcurrido algún tiempo, el gemelo
astronauta regresa de su viaje en cohete de alta velocidad y decide visitar
a su hermano, comprobando entonces que éste se ha convertido en un anciano
mientras él, decenios más joven, luce ahora igual que el día de su partida.
Emblemático y desde luego ilustrativo, la paradoja de la diferencia de edad, que por lo demás no sólo conmovió
los ánimos a principios del siglo XX sino que todavía hoy es blanco del
ataque de muchos legos, encierra, bien mirado, otro buen punto a considerar,
esto es: al hablar de que la edad biológica de un astronauta se alarga
en circunstancias de extrema aceleración, sería oportuno preguntarnos
qué sensaciones experimenta el mismo durante su viaje. Pues bien, aunque
la respuesta desilusione, lo cierto es que el astronauta no saca provecho
alguno del fenómeno de dilatación temporal. Es más, ni siquiera lo nota.
Para él el tiempo transcurre normalmente y sólo cobrará conciencia de
las diferencias cronológicas cuando, una vez de regreso, le sea posible
comparar lo acontecido.
ANTIGUAS CRONICAS DE UN REGRESO AL FUTURO
Ahora bien, curiosamente, en 1901
, es decir cuatro años antes de que Albert Einstein sacudiera los cimientos
de la física con su Relatividad , y por supuesto mucho antes de que a
ninguno se le pasara por la cabeza la idea de un tiempo elástico como
goma de mascar, un tal Karl Florenz publicó bajo el título de "Japanische mythologie" una compilación
de antiguos textos japoneses de entre los cuales no puede menos que llamarnos
la atención uno acerca de un personaje apodado el hijo de la isla, cuya historia es, palabras
más o menos, como sigue: "En la
comarca de Yosa hay un distrito que se llama Heki, y en dicho distrito
un pueblo llamado Tsutsukaha, y entre los habitantes de este pueblo vivía
un hombre al que llamaban "el hijo de la isla". Este hombre era de bella
prestancia y aspecto incomparablemente señorial. En tiempos del emperador
que regía el imperio desde el palacio de Asakura, el "hijo de la isla"
salió un día a pescar solo en su barca. Como no pudo atrapar ningún pez,
se quedó dormido. De repente, despertó viendo a su lado a una joven de
belleza indescriptible, y entonces, maravillado, le preguntó: ¿quién eres
tú y cómo has llegado hasta aquí si las casas quedan muy lejos y la extensión
del mar está desierta?. Y ella, sonriente, le respondió: he venido a través
de los aires.
- "¿De dónde has venido
a través de los aires?- quiso saber "el hijo de la isla"
- "He
venido del cielo. Olvida tus dudas, te lo ruego, y únete a mí por el amor
- dijo la joven, y continuó - Me propongo estar a tu lado tanto tiempo
como duren el cielo y la tierra. Si quieres creer en mis palabras, cierra
los ojos un rato."
" Luego, pronto ambos llegaron a una misteriosa
isla que estaba completamente cubierta de perlas. El "hijo de la isla"
nunca antes había visto tanto resplandor. A continuación, él fue presentado
al padre y a la madre de la bella joven, y ellos le explicaron la diferencia
entre el mundo de los hombres y la residencia celestial. El "hijo de la
isla" se casó con la muchacha del cielo, y sus fiestas fueron diez mil
veces más espléndidas que las de los humanos."
"Pasaron algunos años, y el "hijo de la
isla" empezó a sentir nostalgia de su país. Echaba de menos a sus padres,
y empezó a menudear en quejas y tristezas"
"Fue entonces cuando la joven , preocupada,
le preguntó cuál era su deseo. Y él le respondió que le agradaría mucho
poder visitar a sus ancianos padres. Después de la despedida, él embarcó,
y ella le mandó que cerrara los ojos. Al abrirlos, de súbito él se encontró
de nuevo en el poblado de Tsutsukaha, y se alegró por eso. Pero al momento
siguiente, cuando observó mejor a su alrededor, notó que los habitantes
y las casas habían cambiado mucho. No pudo de hecho reparar en nada que
le permitiese encontrar la casa de los suyos. Entonces el "hijo de la
isla" se dirigió a un aldeano: ¿dónde vive ahora la familia del "hijo
de la isla", le interrogó...
-¿De dónde vienes tú que preguntas por una
cosa tan antigua? - contestó el aldeano, y agregó - Según he oído contar
en las tradiciones de los ancianos, en tiempos muy remotos vivía aquí
un hombre llamado "el hijo de la isla", quien un día salió con su barca
al mar y nunca regresó. De eso han pasado más de trescientos años. ¿Quién
eres tú que preguntas tales cosas?
"El "hijo de la isla" rompió a sollozar
y desde entonces vivió sin reposo, como un vagabundo."
Romance al margen, algo parecido le tocó en suerte al profeta Isaías
- autor del primero de los Libros Proféticos que integran el tercer gran
grupo de libros sagrados del Antiguo Testamento - , conforme consta en
el apócrifo titulado "Ascensión y visión de Isaías" - libro
no incluido en el Canon, por supuesto, pero que, con mejor suerte que
otros, ha sido conservado en las biblias etíopes desde el siglo II AD
aproximadamente -, el cual empieza relatando cierta ocasión en que la
fe del profeta se había visto quebrantada por las dudas acerca de la grandeza
de su dios, y fue entonces arrebatado al cielo.
Disipadas tales dudas, Isaías se lamentó luego al saber que sería
devuelto a la Tierra, diciendo: "Pero,
¿por qué tan pronto?, he estado aquí sólo algunas horas". A lo que
un ángel le respondió: "no han sido sólo algunas horas, sino treinta
y dos años". De modo que, alarmado por el poco entusiasta porvenir
que imaginaba, el profeta agregó: "¿por
qué debo volver a mi carne vieja y a mis huesos viejos". Y el ángel
contestó: "no estés triste; cuando
vuelvas a tu pueblo no serás ningún viejo".
Seguramente, muy poco o nada habría significado para Isaías que le
explicaran los fundamentos de la relatividad del tiempo. En cualquier
caso, para él, ésta era otra prueba de la omnipotencia del Señor.
De manera similar, en otro apócrifo, escrito por Baruc - secretario
y discípulo del profeta Jeremías- , el cual es conocido como "Epílogo
al libro del profeta Jeremías", o bien, "II
y III Libro de Baruc" , el fenómeno de la dilatación temporal ha sido
una vez más registrado cuidadosamente. Y a propósito, será oportuno aclarar
que tanto Jeremías como Baruc centraron su actividad en Jerusalén , en
la época trágica que abarca desde la primera conquista por el ejército
de Nabucodonosor, con la deportación del pueblo judío al cautiverio, hasta
la destrucción total de la ciudad y el destierro definitivo en masa. En
este marco, de acuerdo al relato, Jeremías, puesto en conocimiento por
el Altísimo sobre el fatal desenlace
que experimentaría Jerusalén, suplica a Dios que le conceda la gracia
de poner a salvo a un joven amigo de nombre Abimelec, con quien tenía
una enorme deuda de gratitud. El "Señor", atendiendo el ruego del profeta,
le ordena a éste que envíe a su amigo hacia el huerto de Agripa donde
él se hará cargo de su seguridad. Obediente, Jeremías, hace llamar a su
amigo y le dice: "Toma esta cesta y ve al huerto de Agripa por
el sendero a través de las montañas y recoge algunos higos para repartirlos
entre los enfermos de nuestro pueblo".
Sin demora, Abimelec emprendió camino por las montañas. Y ese mismo
día, Jerusalén cayó en manos del enemigo sin que él lo supiera. Luego,
cuando ajeno a todo había terminado de llenar su cesta de higos, un pesado
cansancio lo embargó; y casi sin darse cuenta se quedó profundamente dormido. Sobresaltado, al rato se despertó temeroso del enojo de Jeremías
quien seguramente, pensó, le reprendería por su tardanza. Y enseguida
partió de regreso, cargando la canasta repleta de higos.
Ya de vuelta en Jerusalén, Abimelec se sintió de pronto confundido.
Todo estaba muy cambiado, al punto que no podía reconocer nada a su alrededor.
De hecho, pensó que se había perdido y, desorientado como estaba, consultó
a un anciano que a la sazón pasaba junto a él qué ciudad era esa. "Jerusalén" - respondió el hombre. Extrañado, y convencido de que
se había equivocado tal vez de calle, Abimelec le interrogó sobre cómo
localizar a Jeremías o Baruc. Y, de inmediato, el no menos sorprendido
anciano le replicó: "¿Dices que
conoces a Jeremías, y preguntas por él después de tanto tiempo?. Hace
muchos años que Jeremías fue llevado preso a Babilonia con los demás de
nuestro pueblo."
Sin comprender nada de cuanto el anciano le decía, Abimelec dijo:
"No puede ser, si ayer yo lo vi y me envió
a cortar higos" - y mostrándole la cesta repleta agregó - : ¡Mira, convéncete tú mismo. Prueba uno de estos
higos, que aún están frescos¡". Con estupor, al ver eso el anciano
exclamó: "¡Hijo mío, en verdad tú
debes de ser uno de los protegidos del Señor.hace sesenta y seis años
que nuestro pueblo fue llevado cautivo a Babilonia¡. Para que veas que
es verdad, mira este campo, apenas van a florecer las higueras en la comarca."
(.)
Asimismo, algo semejante vivió el famoso griego Epímenedes en el
siglo VII AC cuando, siendo todavía un niño, fue enviado por su padre
en busca de un carnero, e intentando hallar refugio del intenso calor
del mediodía entró en una cueva donde cayó en un profundo sueño. Y al
despertar, ya de regreso en casa comprobó que su antes joven hermano se
había convertido inexplicablemente en un anciano. Al parecer, su largo
sueño había durado algo así como cincuenta y siete años.
¿Acaso podremos intentar buscar en este extraño acontecimiento la
fuente de los conocimientos que le valieron su fama?. Como fuere, los
cretenses le dedicaron culto del mismo modo que si se tratara de un dios,
y de hecho nadie les quitaba de la cabeza que Epímenedes había vivido
trescientos años.
En Irlanda, según nos cuenta Marcel Homet (El ombligo del mundo,
cuna de la humanidad.), una remota tradición relaciona el efecto de la dilatación del tiempo con la existencia de extraños "pájaros mitológicos", del tipo de esos
que abundan arraigados en las leyendas de casi todos los pueblos de la
antigüedad, los cuales a juicio de muchos autores que adhieren a la hipótesis de los antiguos astronautas podrían
muy bien encajar con la descripción de algún portento tecnológico de visitantes
exóticos. Leemos: "Este pájaro irlandés
tenía tres cabezas. Sus compañeros eran otros pájaros, de color rojo fuego,
y él lo destruía todo hasta que fue muerto a golpes por Armairgen. La
gruta de donde salía junto con sus compañeros era considerada por los
habitantes del país como "la puerta del infierno". Era, según esto, la
entrada al infierno con la que se junta una tradición legendaria muy extraña:
el día primero de noviembre de cada año, durante la festividad del Samhein,
tenían ciertos mortales el derecho a visitar el reino de los muertos y
permanecer allí un día entero. A su regreso constataban, con espanto,
que habían transcurrido varias décadas desde su partida, ¡mientras que
ellos mismos habían envejecido solamente un día más!.
INTERROGANTES INEVITABLES
Cuando una idea revolucionaria como
la Teoría de la Relatividad origina el "ruido" que ésta provocó dentro
del claustro académico, uno debe por fuerza concluir que, aparte de su
validez incuestionable, es además de una originalidad tal que sólo uno
de esas excepcionales mentes brillantes como la de Einstein puede concebir.
De hecho, tan sólo con preguntarnos cómo se le ocurrió significamos la
diferencia entre lo ordinario y lo genial.
La genialidad de Albert Einstein consistió primordialmente en poner
en tela de juicio la aparente realidad a través de preguntas sutiles.
Pero, ¿en qué términos debemos plantearnos el hecho de que el concepto
de la dilatación del tiempo expuesto por Einstein
fue anticipado por nuestros antepasados milenios antes del nacimiento
del físico alemán?.
¿Son acaso las historias del "hijo de la isla", Isaías y las demás,
reales o simples productos de la fantasía?.
¿Quién lo sabe?
"Lo real es estrecho, lo posible es inmenso",
decía Lamartine.
El Quinto Hombre
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