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Revista Digital de El Quinto Hombre
EL MISTERIO PSICOLÓGICO DEL NAZISMO
Un análisis de CAEFA - Argentina.
¿Cuál era, pues, esta piedra
angular de la cosmogonía hitleriana que impulsaba a estos hombres a ir
"más allá del bien y del mal?" ¿Cuál era el motor, el molde de donde habían
salido los responsables del nuevo orden?
Jacques Nobécourt, periodista e historiador, con ocasión
del arresto del profesor Heyde en Alemania (había sido responsable de
la eutanasia de los enfermos mentales del tercer Reich) manifestaba:
"La hipótesis de una comunidad de iniciados, subyacente
del nacionalismo, se ha impuesto poco a poco. Una comunidad verdaderamente
demoníaca, regida por dogmas ocultos, mucho más elaboradas que las elementales
doctrinas del Mein Kampf o de El Mito del Siglo XX, y que utilizaba ritos,
cuyas huellas aisladas no se descubren fácilmente, pero cuya existencia
a los analistas les parece indudable."
Ningún autor serio se ha planteado jamás la cuestión,
a fin de cuentas fundamental, de saber por que la lectura de La cruzada
contra el Graal y La Corte de Lucifer en Europa, del autor alemán, coronel
SS por añadidura y miembro de la "Ahnenrbe" (organismo superior de investigación
SS, Otto 'Rahn, había sido declarada obligatoria por el Reichsführer SS
para los oficiales superiores de esta nueva orden teutónica, confiriéndoles
así el valor de evangelios. las obras de este tipo no eran sin embargo,
muy numerosas, y el hecho de que su lectura fuera obligatoria demuestra
que contenían la clave de la cosmogonía hitleriana, a poco que uno se
moleste en buscarla. ¿Eran los nuevos Evangelios?.
El periodista Alphonse de Chateaubriand hablaba a los
inciados de estos nuevos evangelios cuando escribía, hace más de treinta
años, refiriéndose al enorme comedor de Vogelsang: "Toda esta blancura
se debía a la repetición de un millar de cubiertos inmaculados, cada uno
con su impecable servilleta, dispuesta como una flor, al mismo tiempo
que, cerca de cada copa, en su jarrón de cristal, descansaba en su basta
plenitud floral, una margarita reina, brillante y lustrosa, que difundía
sus rayos blancos, como una obra maestra salida del divino taller de los
magos de Meissen.
"Vosotros que, por intermedio de una somera lectura,
recibiréis la impresión atenuada pero, sin embargo, auténtica, de este
hecho singular, no tengáis ninguna duda: Una blancura tan fresca y pura
y una expansión floral notable practicada por ese millar de jóvenes, mañana
los conductores de un pueblo, dice mucho en esta hora de suciedad sobre
el valor de la sangre y alma apartado por esta humanidad que se levanta
para ser una fuerza inquebrantable. Dice mucho sobre lo que se elabora
en el alma de los germanos, sobre lo que quieren salvar de sí mismos,
extirpando los aspectos demoníacos de los humanos que, antaño, merecieron
o provocaron el diluvio. Dice mucho sobre lo que representó en el alma
germánica la continuidad de esta flor de pureza que han proclamado los
mitos de su raza.
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"Para mi, ante esa blancura perfecta, en el seno de la cual se
han reunido estos mil jóvenes caballeros del Vogelsang, no puedo
evitar de pensar en el alma de Lohengrin y de Parsifal, descubrir
entre dos purezas una relación de fidelidad milenaria e indestructible
descendencia, ver que, a través de la misma sangre, la pureza de
la leyenda y la pureza del Hombre Nuevo se sostienen juntas en la
misma rama del árbol de Dios".
"Superiores desconocidos" (para emplear un término de moda), según
toda posibilidad procedentes de la India o del Tíbet.
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LA HIPOTESIS DE LOUIS PAWELS Y JACQUES BERGIER
Si Himmler hubiese vivido y comparecido en el proceso
de Nuremberg, ¿qué habría podido decir en su defensa? No podía haber un
lenguaje común con los miembros del jurado. No vivía en este lado del
mundo. Pertenecía por entero a otro orden de cosas y espíritu. Era un
monje guerrero de otro planeta.
"Todavía no se ha podido explicar de manera satisfactoria
- dice Poetel - las segundas intenciones psicológicas que engendraron
Auschwitz y todo lo que este nombre puede representar. En el fondo, los
procesos de Nuremberg tampoco han aportado mucha luz, la abundancia de
explicaciones psicoanalíticas, que declararon lisa y llanamente que naciones
enteras podían perder el equilibrio mental de la misma manera que los
individuos aislados, no ha hecho más que embrollar el problema. Nadie
sabe lo que pasaba por el cerebro de personas como Himmler y sus semejantes,
cuando daban las órdenes de exterminio." Situándonos en el plano de lo
que llamaríamos realismo fantástico, nos parece que empezamos a saberlo.
Los trabajos de la Sociedad Ahnenerbe, de
la que hablamos anteriormente, constituye el aspecto teológico; la Orden
Negra es el aspecto místico de la religión de los señores de la THULE.
Hay que comprender bien que, a partir del momento en
que toda la obra de agrupación y excitación del partido hitleriano cambia
de dirección o mejor se orienta más severamente en el sentido de la doctrina
secreta, más o menos bien comprendida, más o menos aplicada hasta aquel
instante por el médium colocado en los estrados de la propaganda, dejamos
de hallarnos en presencia de un movimiento nacional y político. Los temas
seguirán siendo los mismos a grandes rasgos, pero ya no serán más que
el lenguaje exotérico que se dirige a las muchedumbres, la descripción
de los fines inmediatos, detrás de los cuales se ocultan los objetivos:
"Nada tuvo ya importancia, salvo la persecución incansable de un suelo
inaudito. A partir de entonces, si Hitler hubiera tenido a su disposición
un pueblo que hubiese podido serle más útil que el alemán para realizar
su idea suprema, no habría vacilado en sacrificar al pueblo alemán." No
"su idea suprema", sino la idea suprema de un grupo mágico que actuaba
por medio de él. Brasillach reconoce que "sacrificaría todo el bienestar
humano, el suyo y el de su pueblo por añadidura, si el misterioso deber
que obedece se lo ordenase".
"Voy a contarle un secreto - le dice Hitler a Raushning-
: estoy fundando una orden." Menciona los Burgs, donde se celebrará la
primera iniciación. Y añade: "De allí saldrá el segundo grado, el hombre
medida y centro del mundo, el hombre-dios, la figura espléndida del Ser,
será como una imagen de culto. Pero hay todavía otros grados de los que
no me está permitido hablar."
en los Burgs se pronunciaban los votos y se encontraba
en "un destino sobrehumano irreversible". La Orden Negra traduce en actos
las amenazas del doctor Ley: "Aquel a quien el Partido retire el derecho
a la camisa parda, hay que entenderlo bien, no perderá únicamente sus
funciones, sino que será aniquilado en sus personas, en las de su familia,
de su mujer y de sus hijos. Tales son las duras leyes, las leyes implacables
de nuestra Orden".
Henos, pues, fuera del mundo, ya no se trata de la
Alemania eterna o del Estado nacionalista, sino de la preparación mágica
del advenimiento del hombre-dios, del hombre según el hombre que las
Potencias enviarán a la Tierra cuando hayamos modificado el equilibrio
de las fuerzas espirituales. La ceremonia en que se recibía la runa S.S.
debía parecerse bastante a la que describe Reinhold Schneider cuando evoca
a los miembros de la Orden Teutónica, en el gran salón del Remter de Marienburg,
cuando se inclinaba para pronunciar los votos que hacía de ellos la Iglesia
Militante. "Venían de países diversos y habían llevado un una vida agitada.
Entraban en la austeridad cerrada de este castillo y abandonaban sus escudos
personales cuyas armas habían sido llevadas al menos por cuatro antepasados.
Ahora, su blasón sería la cruz que llama al más grave de los combates
y que asegura la vida eterna." El que sabe, no habla: no existe ningún
relato de la ceremonia de iniciación de los Burgs, pero se sabe que tal
ceremonia existía. La llamaban "ceremonia del Aire Denso".
LA HIPOTESIS DE JOACHIM C. FEST
De forma muy similar, se relata un acto conmemorativo
de los muertos en el Día del Partido celebrado en Nuremberg; mas por encima
de todo ello, la idea de la muerte se halla en casi todo el ceremonial,
en los discursos y apelaciones del congreso de varios días de duración.
Los negros uniformes de gala de la Liebstandarte (estandarte de la guardia
personal). Que apareció inmediatamente después de presentar armas, antes
de que Hitler entrase a la ciudad bajo el tañido de las campanas, por
las calles adornadas con banderas y entre auténticas oleadas de personas,
ponían su acento tanto en el culto hacia la bandera de sangre como en
el acto celebrado en Luitpoldheim, cuando Hitler, con dos paladines a
una distancia respetuosa de él, caminaba por la "calle del Führer" en
dirección al monumento del honor, entre más de cien mil hombres de las
SA y de las SS formados en apretados y gigantescos bloques sobre la cinta
de cemento. Mientras las banderas se inclinaban, él permanecía de pie,
con un sombreado estrecho pero perfilado, con una especie de dolor heráldico
en su cara, ensimismado, anonadado; la escenificación respondía a la exaltación
del Führer: en medio de los rígidos y silenciosos soldados del Partido,
"rodeado del espacio vacío, insalvable, de la soledad cesárea que solo
pertenecía a él y a los héroes muertos que se habían sacrificado por creer
en él y en su misión.
Para incrementar la magia del decorado, muchas de estas
manifestaciones fueron celebradas durante las horas vespertinas o nocturnas.
Durante el Día del Partido del año 1937, Hitler se presentó hacia las
ocho de la noche ante los jefes políticos formados. Inmediatamente después
de que Robert Ley le hubiese dado el parte de los presentes, la "oscuridad
alrededor de todos fue repentinamente inundada de la blanquísima luz".
"Como meteoros -se indicaba en un informe oficial- disparan sus rayos
los ciento cincuenta reflectores hacia el cielo nocturno cubierto de nubes
negras y grises. En lo alto, las columnas de luz se reúnen en el manto
de nubes, formando una corona casi cuadrada de llamas. Un cuadro sobrecogedor:
movidas por una ligera brisa, las banderas situadas en la tribuna y en
derredor del campo ondean lentamente hacia un lado y otro bajo aquella
luz brillante. La tribuna principal se halla inmersa en una cegadora claridad,
coronada por la resplandeciente cruz gamada dorada y la corona de laurel.
Por encima de las columnas que limitan a izquierda y derecha arden en
grandes copas". Bajo los sones de las fanfarrias, Hitler se dirige a continuación
al elevado bloque central de la tribuna principal y al oírce una voz de
mando, desde las tribunas de enfrente se forma una ola gigantesca de más
de treinta mil banderas que inundan la arena, mientras que sus puntas
plateadas y sus flecos relampaguean con la luz de los reflectores. Y,
como siempre, Hitler se convertía en la primera víctima de esta escenografía
compuesta de masa, luz, simetría y sentido trágico de la vida. Precisamente
en sus discursos ante los viejos seguidores, después de los momentos de
silencio en memoria de los muertos, hablaba en no raras ocasiones en un
tono de embriagadora exaltación, manteniendo una especie de comunión mística
con unos giros lingüísticos, hasta que los reflectores dirigían sus haces
de luces hacia el centro el campo, iluminándose de rojo, plateado y oro
las banderas, los uniformes e incluso los instrumentos de las bandas militares:
"Siempre he tenido la sensación -manifestó en 1937- de que la persona,
mientras le sea regalada la vida, debe sentir nostalgia de aquéllos con
los que ha configurado su existencia. Pero ¿qué seria de mi vida sin vosotros?
¡Que vosotros me encontraseis entonces y que creyeseis en mi, concedió
a vuestra vida un nuevo sentido, os otorgó una nueva misión! ¡Que yo os
encontrase a vosotros ha hecho posible mi vida y mi lucha!"
El Quinto Hombre
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