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Revista Digital de El Quinto Hombre
UN HOMBRE LLAMADO...
BURKHARD
HEIM
Por CAEFA - Argentina
Cuando Alemania se halla casi
vencida y el nazismo presiente la derrota y el fin, Hitler, empinado en
su delirante paranoia, estimula a sus huestes con la promesa de terribles
armas secretas que volcarán la balanza a su favor. Peenemunde, es el centro
de investigación y fabricación de diabólicos ingenios, y aunque el Fuhrer
exagera su importancia, lo cierto es que allí se busca desesperadamente
el arma salvadora.
La cohetería, bajo la dirección
de expertísimos químicos y físicos, pone en ejecución la terrible V-1,
y poco después el más preciso V-2 con los cuales inflige incalculables
daños a Inglaterra. Peenemunde, cobra un interés vital para el Tercer
Reich, y sus necesidades tienen preeminencia absoluta, porque en los resultados
de las investigaciones que allí se realizan están cifradas toda esperanza.
La V-1, y V-2, son pálidas
muestras de las mortíferas armas que se fabricarán y a ellas alude Hitler
para impresionar a sus enemigos e infundir ánimo a sus desalentados generales.
Y hay cierta verdad en lo
que dice. Desde hace ya tiempo, los grandes físicos alemanes especulan
con la posibilidad de la fusión nuclear utilizando la liberación de su
tremenda energía con fines bélicos.
En este afiebrado clima de
creación de nuevas armas definitorias, en Peenemunde se recibe una memoria
para la fabricación de un motor de uranio, que suscita enorme interés
porque puede ser la clave anhelada. La envía Burkhard Heim, un joven de
veinte años que cuenta en su haber con un impresionante historial, poseedor
de una mente privilegiada para la física. Teniendo apenas quince años
de edad, cinco años antes de la fabricación de las bombas que destruyen
Hiroshima y Nagasaki, proyecta un cohete atómico, que a pesar de ser perfectamente
realizable, no es considerado seriamente por la ciencia oficial alemana.
Pero ahora el tiempo corre al tiempo, y Alemania necesita desesperadamente
de armas espectaculares.
Nace entonces como posibilidad
cierta, la idea de fabricar una bomba de gran poder, que a su lado, las
existentes de TNT serían simples petardos. Pero ya es tarde, los aliados,
por intermedio de sus servicios de inteligencia han localizado el centro
industrial y de investigación de Peenemunde, y llevan a cabo sobre él
uno de los más grandes bombardeos aéreos arrasando virtualmente la zona,
donde queda prácticamente reducida a cenizas los planos presentados por
el joven Burkhard Heim. Además Alemania ya no cuenta con suficiente poder
de recuperación como para montar nuevamente el centro industrial con capacidad
para realizar proyectos de magnitud.
El accidente.
La inventiva de Burkhard Heim
es ilimitada, y este casi adolescente, que no quiere perder tiempo con
estudios oficiales (penosamente se ha recibido de bachiller), desarrolla
una línea de explosivos, y con ella consigue que lo trasladen a la Oficina
Investigaciones Químicas de Berlín, donde trabaja apasionadamente en sus
proyectos.
El 19 de mayo de 1944, Berlín,
como viene sucediendo casi todas las noches, centenares de superfortalezas
volantes descargan sus bombas sobre cualquier cosa que se mantenga aún
en pie.
También Brukhard Heim, como
lo hace siempre, se halla trabajando en el centro químico, en el explosivo
de su invención. Pacientemente y con extremas precauciones mezcla los
ingredientes. Son apenas unos gramos de cada cosa, pero es tal su poder
expansivo que su deflagración podría causar más efectos que kilos de explosivos
convencionales. Afuera las sirenas alertan sobre el peligro del ataque
llamando a los refugios antiaéreos. Es ya bien de noche y ha quedado solo
en el edificio, escucha las sirenas pero decide continuar unos minutos
más, presiente que está cerca del logro. Ese tiempo perdido le resulta
fatal; cuando decide abandonar el lugar, lo hace llevando el mortero de
la peligrosa mezcla. A punto de alcanzar el refugio la explosión de una
bomba lo arroja al suelo y con él cae el mortero. Una vivísima luz, lo
ilumina todo y su cuerpo queda tendido, casi despedazado. Pero no muere,
después de meses de operaciones y curaciones, el saldo que queda de su
cuerpo es desalentador. Casi ciego, sordo, y en lugar de manos dos increíbles
muñones incrustados en restos de sus antebrazos.
Nada de ello fue motivo para
frenar su empuje. Un aparato electrónico le permite oír, y su esposa y
amigos leen para él, aquello que su genio necesita saber.
La guerra ha terminado y sus
limitaciones físicas orientan su genio hacia horizontes nuevos coincidentes
con el desarrollo de la naciente y pujante Astronáutica.
La Antigravedad.
En Goettingha funciona el Instituto de Física de Max
Planck, y en él Heim, complementa sus estudios y conduce a notables físicos
y astrónomos con los cuales mantiene un intenso intercambio de ideas.
Rápidamente su genio lo lleva
a especular en problemas espaciales, y en 1952, en ocasión del Tercer
Congreso Internacional de Astronáutica, presenta una brillante teoría
para la utilización de la antigravedad en las exploraciones espaciales,
utilizando términos como "contrabariodinámica". Como es sabido, el bario
es la unidad usada en Física para medir la presión. Su nombre va adquiriendo
prestigio, y aunque sus teorías aún no tienen cabida en los órganos de
difusión académica, se le conoce y respeta.
En 1957, en un bien detallado
trabajo, propone concretamente la construcción de un cohete espacial,
el cual, mediante una serie de anillos que contendrían dispositivos especiales,
alcanzaría la capacidad de vencer la gravedad.
Tal vez para comprender mejor
sus ideas sería necesario recordar algunos conocimientos básicos. Isaac
Newton estableció en su famosa ley, que los cuerpos se atraen en razón
directa de las masas y en razón inversa el cuadrado de las distancias.
Por su parte Coulumb definió que: "dos puntos electrizados de dimensión
muy pequeña ejercen uno sobre otro una fuerza de atracción o de rechazo
inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa",
ha sido sugerido repetidamente, que entre estas dos leyes podría existir
una tercera que correspondería a un campo de transición, o "campo medio".
La diferencia con lo que dice Heim, es que él cree como un axioma en la
existencia de ese campo medio, a diferencia de los otros expositores que
la proponen como una posibilidad.
Durante los últimos años de
vida se dedicó a intentar demostrar experimentalmente la teoría de la
existencia de los "contrabarios" de la antigravitación. Parece ser, según
sus informes llegó a medir ínfimas cantidades de barios por la transformación
de fotones en gravitones, también el proceso inverso, o sea la transformación
de gravitones en fotones, proceso por el cual se anularía la fuerza de
gravedad al trasmutarse el peso en luz.
La explicación de sus teorías
exigiría una densa exposición pero en síntesis quedaría definida como
que los fotones, que son partículas de luz, por un proceso aún ignorado,
pierden su luminosidad al pasar a otro estado menos activo que es identificado
como gravitones, equivalente a una forma energética mecánica.
Esta sería la base de especulación
que sirve para pensar en la antigravitación, que no sería una fuerza antagónica
sino la neutralización de la misma.
La personalidad de Burkhard Him.
Sordo, casi ciego, y sin manos,
fue un ejemplo viviente del poder del espíritu. Se sobrepuso a todas sus
deficiencias y nada pudo contener el desborde de sus inquietudes cognoscitivas.
Lejos ya de sus ideas iniciales sobre la construcción de armas explosivas
pavorosas, dedicó todo el esfuerzo de su intelecto al descubrimiento de
energías o procedimientos que cristalicen el sueño, largamente acariciado
por el hombre, de viajar a las estrellas.
El Quinto Hombre
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