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Revista Digital de El Quinto Hombre
EL ORIGEN DEL HOMBRE - DESAFIO DE LA IMAGINACION
Por
Sebastián Juan Pagano - Argentina
Le voy a proponer, amigo lector,
que juntos dejemos volar nuestra imaginación para que, sin ofender, sin
violentar ideas o dogmas, arribemos a algún tipo de conclusión, que quizás
sea novedosa o al menos digna de ser analizada.
El tema que le propongo es
"El origen del Hombre"; pero no voy a entrar en las ditirámbicas sobre
su surgimiento embrionario, para, luego de un proceso evolutivo arribar
al "homo" actual; porque quienes defienden esa teoría tendrán sus razones
- que personalmente no comparto - pero, además, si los evolucionistas
siguen en sus trece, no voy a ser justamente quien los va a convencer
de sus encrucijadas. No; dejemos eso, Ud. Y yo, estimado lector, vayamos
a otro punto más importante: ¿Es
el Hombre originario de este mundo? Una pregunta que plantea una cuestión
fundamental, ya que si bien el geocentrismo quedó de lado, luego de Nicolás
Copérnico, en muchos otros aspectos - especialmente el religioso - aún
sigue vigente el antiguo concepto.
Por eso, la pregunta más que
un planteo, es todo un desafío. Pero que no se entienda como si intentamos
combatir a autoridades religiosas o cambiar modos de pensar. Entiendo
que no. Estoy seguro que ninguna autoridad religiosa podrá estar en contra
de nuestra postura, cuando finalicemos el planteo.
En numerosos artículos y publicaciones
de todo el orbe se ha hablado del posible origen no terrestre del hombre,
apoyados en la innegable constatación que, de todos los seres vivos de
la Tierra, el Hombre es el único que parece extraño a la misma, no está
adaptado a ella. Cuando nace es una criatura totalmente indefensa que
no puede valerse de sí misma; el animal nace y ya se adapta a su mundo.
El Hombre debe abrigarse o se muere de frío; el animal nace ya con su
abrigo de piel propia, o resguardo adecuado. El Hombre es indefenso frente
a la naturaleza; el animal posee defensas naturales. Es decir, que en
tanto el animal es un ser totalmente adaptado a este mundo, el Hombre
solamente posee un elemento esencial que lo diferencia: la inteligencia.
Es decir que el Hombre, por medio de la inteligencia supera con ingenio
los peligros o inconvenientes naturales. Esto es, que en tanto el animal
es un ser de este mundo, el Hombre, en cambio, es extraño
a este mundo. Se halla en lucha constante contra la Naturaleza,
para poder vivir. Es decir, que, en tanto científicamente se habla que
el Hombre es el producto acabado de un proceso evolutivo, ¿cómo se explica
que en esa evolución, en vez de superar los inconvenientes naturales,
cada vez se ve más desamparado? Entonces ¿es evolución o involución? Nada de eso, si partimos de la base que los orígenes del
animal y el Hombre, son totalmente distintos. Ahí la cosa cambia.Transitemos
por el filo de la navaja, para esbozar nuestra teoría. Dejemos fluir nuestra
imaginación, pero hagámoslo, apoyados en un documento irrebatible; la
Biblia. Y de la Biblia, depositemos nuestra mirada en su libro primero:
El Génesis. En este libro se habla de un sitio denominado Paraíso Terrenal.
Luego de haber sido creados el cielo y la tierra, Dios crea al hombre,
y lo coloca como rey de todo lo creado. Pero el Hombre (Adán y Eva) transgrede
la ley divina, y es expulsado del Paraíso Terrenal, y es obligado a vivir
en la Tierra "con el sudor de su frente". Los exégetas se han ocupado
por años tratando de establecer en que sitio está emplazado este llamado
Paraíso Terrenal, y aún no han conseguido ponerse de acuerdo. Pero lo
más interesante es que al ser expulsado del Paraíso, Adán aparece como
un rebelde que estaba poniendo en peligro la existencia de otros seres,
al emularse como ellos. Veamos qué dice el Génesis en III, 22 "Ved aquí
a Adán que se ha hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del
mal; ahora pues, no sea que alargue su mano, y tome también del fruto
del árbol de la vida, y coma de él, y viva para siempre. Y echóle el Señor
Dios del paraíso de deleites, para que labrase la tierra de que fue formado.
Y desterrado Adán, colocó Dios delante del paraíso de delicias un Querubín
con espada de fuego, que andaba alrededor para guardar el camino que conducía
al árbol de la vida". Lo interesante de este párrafo, es que Adán y Eva,
su mujer, vivían en un sitio perfecto, en algún lugar del Universo, que
en un momento determinado transgreden una norma y son expulsados. ¿No
cabría pensar entonces, que Adán y Eva, viviendo en un mundo perfecto,
son castigados enviándolos al planeta Tierra, en ese entonces un verdadero
infierno, plagado de bestias monstruosas y feroces, en un ambiente totalmente
inhóspito? (El reverso del paralelo perfecto). Pero no es una pena capital.
El Creador le da la inteligencia, para que supere y venza todos los obstáculos,
y también le deja la esperanza de un Redentor, que luego de un período
indeterminado vendría a este mundo para saldar la deuda contraída por
Adán y su mujer, por el error cometido en el Paraíso. Entonces la redención
es para toda la raza de Adán, porque el estigma de la transgresión inicial
se continuará en su descendencia.
Volviendo a la pregunta inicial,
caemos en la cuenta, que si planteamos las cosas como corresponde, es
más coherente concebir que el Hombre procede de otro mundo. No olvide
Ud., amigo lector, que la Biblia fue escrita para hombres que creían que
la Tierra era plana, o que estaba fija en el centro del universo. Si el
Paraíso fuese de este mundo ¿qué lugar podría ser ese vedado al Hombre,
y custodiado por un Querubín con espada de fuego, que andaba alrededor
para guardar el camino que conducía al árbol de la vida? Ese curioso Querubín
de que habla el Génesis, nos recuerda a las descripciones del objeto volador
de Exequiel en el Cap. I, y de los "ángeles con sus alas". De ahí podemos
deducir que el "Querubín" podría ser un objeto volante resplandeciente
(espada de fuego) que rotaba sobre sí mismo (andaba alrededor) quizá guardando
el mundo del que habían sido expulsados Adán y Eva por graves transgresiones.
Sí, de acuerdo. Algunos teólogos
dirán que estamos divagando. Puede ser, pero también podemos plantearles
el desafío sobre quienes encuentran mayor coherencia en el razonamiento.
En último caso, es cuestión de matices; dogmáticamente hablando no hemos
modificado nada, y hemos enriquecido el contexto con una teoría que no
es arbitraria, sino quizás más ajustada al texto original que lo que algunos
creen. Escatológicamente hablando, se aclara. Ignoramos cómo se dará la
redención en otros planetas, pero que el Hijo de Dios adquiere aquí forma
humana, muere y resucita para redimir a la raza de Adán no hay duda ninguna.
Lo cierto es, estimado lector, que si bien el origen del Hombre plantea
verdaderas incógnitas, teóricamente podemos acercarnos a la verdad, en
la medida que ajustemos nuestros conceptos, y nuestras investigaciones
se vayan integrando al planteo inicial con orden y decisión, no olvidándonos
que los fundamentos ciertos de una teoría, solamente se derrumbarán, si
se establecen otros con bases más sólidas. Si hemos hachado al ruedo la
teoría extraterrestre del Hombre, lo hicimos tratando de comprender el
inmenso desafío que significa la convicción de vida estelar, y la incursión
asidua de los OVNI, que desde los orígenes del hombre, lo han acompañado
- abierta subrepticiamente - en su desarrollo.
Si el Hombre es originario
de las estrellas, la presencia OVNI adquiere una coherencia absoluta.
¿Trajeron ellos al Hombre a este mundo, y lo vigilan hasta que llegado
el momento deba volver éste a su paraíso perdido? El Cap. VI del Génesis
reafirma nuestra teoría: El Hombre, expulsado de su Paraíso, llega a este
mundo, poblado por gigantes; y entonces los originarios de otro mundo
(Paraíso), del lugar donde eran considerados hijos de Dios, se unieron
con las hijas de los hombres (los habitantes terrestres cuando llegan
los desterrados del Paraíso), y así procrearon y expandieron la especie.
"Habiéndose, pues, comenzado los hombres a multiplicarse sobre la tierra
y procreado hijas, viendo los hijos de Dios la hermosura de las hijas
de los hombres, tomaron de entre todas ellas por mujeres las que más les
agradaron". "En aquel tiempo había gigantes sobre la tierra; porque después
que los hijos de Dios se juntaron con las hijas de los hombres, ellas
concibieron...." (Gén. VI, 4).
En toda investigación debemos
hallar siempre ese mínimo de coherencia para arribar a alguna conclusión.
Si el hombre fuese oriundo del planeta Tierra ¿qué significado asignarle
al párrafo precedente del Génesis? Lo que se extrae de aquí, es que había
seres gigantes en la Tierra que no eran de la raza de Adán, y que al llegar
Adán y Eva a este mundo, y tener descendencia, se unieron la raza adánica
y la de los oriundos de este tercer planeta.
Ahora bien: usted, estimado
lector, puede llevar la cuestión a otro terreno: ¿Y los gigantes? ¿Cuál
fue su origen? ¿Y si somos unos híbridos entre la raza adánica y la de
los gigantes? Dejemos aquí esta cuestión, porque no aporta nada al asunto.
En todo caso, podríamos argumentar que también los gigantes pudieron ser
oriundos de otra constelación, y así indefinidamente sin avanzar para
nada, porque siempre la cuestión será la misma: Si somos de este mundo
u originarios de otro. Otra interpretación del Cap. IV del Génesis, dice
que los gigantes nacieron de la unión de los hijos de Dios, con sus propias
hijas que los procrearon. Pero como veremos más adelante - siempre ateniéndonos
a la Biblia - eso no tiene coherencia. Lo único cierto, es que al hombre
le atenacea una culpa, por algo que cometió en su origen.
"Una molestia grande es innata
a todos los hombres y un pesado yugo abruma a los hijos de Adán, desde
el día que salen del vientre materno hasta el día de su entierro en el
seno de la común madre"(Eclesiástico XL, 1) entre los capítulos III y
IV del Génesis se da algo curioso, digno de destacar. En III, Adán y Eva
están en el Paraíso, son engañados por la serpiente (¿Quetzalcóatl?) y
son expulsados de ese mundo perfecto. La procreación sexual se da recién
a partir del Capítulo IV, y al matar el primogénito Caín a su hermano
Abel, Caín se convierte en un paria, a quien el Señor lo manda al país
de los gigantes (lejos de Adán y Eva), y "conoció Caín a su mujer, la
cual concibió y parió a Henoc"(Génesis IV, 17). Nuevamente hemos buscado
la coherencia, porque si Adán y Eva tuvieron sus primeros dos hijos, Caín
y Abel, ¿con que mujer podía unirse Caín? Muchos exégetas argumentan que
en el relato bíblico se mencionan los hijos varones y no las mujeres,
pero ese es un argumento débil, porque de Caín en adelante, se conoce
el nombre de las mujeres. ¿Por qué no antes? Pues, simplemente porque
antes, es decir en la raza de Adán, éstas no existían salvo Eva, claro
está. Donde se dice que Adán engendró hijos e hijas en el Cap. V del Génesis:
"Cumplió Adán 130 años de edad, y engendró un hijo a imagen y semejanza
suya, a quién llamó Set. Los días de Adán, después que engendró a Set,
fueron 800 años, y engendró hijas e hijos". Lo que llama la atención es
la edad que se le asigna en el libro sagrado. Para unos es solamente una
manera diferente de contabilizar el tiempo; para otros son claves cifradas
que poseían un significado determinado; pero también podría ser, que esos
años de existencia sean referidos a la expectativa de vida de seres de
las estrellas, obligados a vivir desterrados en este mundo.
En síntesis, amigo lector,
usted concordará conmigo, que en la simplicidad del razonamiento, quizá
estemos más cerca de la verdad. Muchos seguirán argumentando que se denomina
"Paraíso Terrenal" al lugar ignoto donde estaban Adán y Eva en la Tierra.
Pero más bien habría que pensar lo contrario, porque ¿qué otra cosa podría
decir el libro, si en el pasado no se concebía más tierra que nuestro
planeta? Además, todo relato que, primero se transmite oralmente por la
tradición popular, cuando finalmente se lo documenta, se lo adecua a una
mentalidad de un tiempo determinado.
Desearía que se entendiese
- y usted estará de acuerdo conmigo - que no se está afirmando rotundamente
que el hombre procede de otro mundo. Es muy tentador - y cómodo de paso
- seguir literalmente la lectura del libro sagrado y dejar todo así; pero
en este caso es necesario preguntarse el porqué de tantas aparentes incongruencias,
y - en lo que es más importante - en el aspecto escatológico dejamos planteada
la cuestión a los teólogos y exégetas. ¿Por qué el geocentrismo religioso,
cuando se sabe que nuestro planeta es un mundo insignificante girando
alrededor de una estrella de modesto brillo, compartiendo con otros planetas
un sistema solar que está en los suburbios de una galaxia que posee miles
de millones de soles, presumiblemente con muchos habitados, y además esta
galaxia no es demasiado grande, comparada con las millones similares desparramadas
por el Universo? Creo que es una gran petulancia del Hombre de este modesto
planeta creerse epicentro del Universo. Es decir como lo propuse en el
título, si queremos arribar a afirmar una idea concreta, debemos hacer
un verdadero desafío a nuestra imaginación, pero no forzándonos a ir por
alguna senda errada, sino por el camino auténtico, desechando - o rebatiendo
- aquellas ideas que fuerzan al Hombre a pensar torcidamente, cuando -
repito - en la simplicidad del razonamiento, está a veces la verdad.
Desafío a la imaginación.
Quizás lo principal en este
tema es tratar de romper con muchos convencionalismos y hurgar en los
textos antiguos, para que ellos nos arrojen alguna luz sobre un asunto
tan importante como es el origen del ser humano.
Los libros sagrados hindúes
nos hablan de naves aéreas, de combates con armas de potencia nuclear.
Las leyendas incas indican que sus "primeros padres" fueron dos seres
provenientes de las estrellas. El origen de los egipcios y chinos, otros
tantos misterios, todos emparentados con leyendas que están indicando
la posible procedencia exterior del hombre.
Si bien muchos se avienen,
a aceptar la visita de extraños seres de otros mundos, aún se resisten
a romper con ese geocentrismo que prevalece pese a todo. Y en esto tiene
mucho que ver el tipo de conocimiento que se adquiere y la clase de investigación
que se realiza.
Por lo general es más cómodo
dejar una incógnita en manos de la "magia", o dar vuelta una página rotulándolo
todo de "misterio", y apelando a criterios ambiguos, para que no se vaya
más allá de esa idea.
Además, es posible que el
género humano posea en el código genético la respuesta a todos nuestros
cuestionamientos, y que el día que podamos leer nuestro origen en él,
más de una sorpresa inserta en ellos, derribará de súbito a las más gruesas
creencias basadas solamente en supuestos.
En cuanto al origen humano,
pueden darse además dos alternativas: una, como hemos dicho, que el hombre
sea procedente de otro mundo; otra, que haya surgido en la Tierra, pero
en este caso habría que afirmar que la vida se haya dado también en otros
mundos, cuando las condiciones físicas y químicas lo permitieren.
Para muchos afirmar que el
hombre procede de otro mundo, es trasladar el problema, sin explicar su
origen. Pero aquí no estamos debatiendo el origen creacionista o evolucionista
del Hombre, pues el Hombre pudo haber sido creado y evolucionado, sin
tener que haber pasado necesariamente por etapa alguna de primate o nada
que se le parezca. En todo caso, todo esto es cuestión de criterios, ya
que, para el creyente, más que todo eso, lo fundamental, es cómo consideramos
el alma inmortal en ese ser que consideramos fruto de una evolución.
En el caso de aceptar que
el Hombre haya surgido aquí en nuestro planeta, eso debemos considerarlo
apartado por completo de la simplista concepción geocéntrica, o más bien
dicho, antropocéntrica. Ya fuese producto de la creación o de la evolución,
el ser humano surgido y reproducido en este mundo, sería uno más en la
escala viviente del universo, porque considerar lo contrario es ir en
contra de toda lógica.
Primordialmente debemos considerar
al Hombre bajo el prisma del destino trascendente que le da sentido a
todo su accionar. Desde este enfoque todo cambia radicalmente, e incluso
las minúsculas diatribas sobre tal o cual manera de apreciar su aparición
en la Tierra, pasan a un segundo plano, mejor dicho, quedarían relegadas
ante la magnitud del destino que le espera al género humano, ya que brotaría
una pregunta, de cuya respuesta depende todo: ¿Y EL HOMBRE PARA QUE? Porque
el hecho nazca, se reproduzca y muera, algo totalmente natural para todo
ser vivo, adquiere sentido más profundo en el ser humano. Si el Hombre
nace para morir ¿cuál es su sentido? Incluso ¿qué valor tendrían sus acciones?
Lo mismo daría hacer el bien que hacer el mal; ser santo o ser pecador;
ser altruista o ser egoísta. Todo daría igual, porque en realidad no habría
valores, nos pone frente a una realidad distinta, que podremos no entender,
pero que no podemos dejar de reconocer como seres humanos. El problema
para los materialistas y quienes niegan el valor trascendente del Hombre,
es no saber responder cabalmente a la pregunta: ¿Y el Hombre para qué?
Es preciso, pues, meditar
profundamente esto. Y es acá cuando, tratando de responder a ese cuestionamiento,
podríamos imaginarnos el Hombre como a un ser colocado en un campo de
pruebas, destinado a cumplir sin errores pautas determinadas, para pasar
la prueba y ascender progresivamente hasta reencontrar su propia razón
de ser.
El Hombre estaría, pues, librado
a su propia iniciativa, sabiendo lo que está bien y lo que está mal, para
encontrar el buen camino. ¿O es que acaso Adán y Eva en el Paraíso no
cumplían igual cometido?
Podría argumentarse que no
todos los seres humanos saben lo que está bien y lo que está mal, ya que
cada día la inversión de la escala de valores, la permisibilidad de costumbres
y la relatividad de las ideas, complica mucho el panorama, pero por encima
de ello, persiste la misteriosa "voz de la conciencia" que se da a conocer
pese a todo. Es como si ancestralmente, el Hombre reconociese que es una
criatura en falta, y que debe expiarla de alguna manera. Entonces la redención
del Hombre a través del Mesías, viene a ser la consecuencia del amor de
Quién creó a la criatura, para que ésta no se extravíe y con Su ayuda
encuentre la ruta de la salvación.
Pero hay algo que es necesario
que se aclare: hasta ahora siempre se pensó que el problema escatológico
era inherente al hombre, haciendo exclusión de cualquiera otra posible
criatura del vasto universo. Esto ha sido así, porque mentalmente se ha
mantenido arraigada la idea de la Tierra y su habitante el Hombre, como
centro del Universo. Hay quien ingenuamente ha llegado a afirmar que si
todo el Universo estuviese vacío, sin vida, no habría que extrañarse porque
nadie conoce la voluntad de Dios.
¿Ingenuidad, tontería, mente
supina? Algo de todo eso. Ingenuidad por malinterpretar el sentido real
de las escrituras y el alcance de las mismas. Tontería, por apreciar todo
desde un ángulo pueril y simplista. Mente supina, porque se niega a la
lógica y acepta la ilógica, porque es una actitud más cómoda para no "gastar"
neuronas.
El Hombre, expulsado del paraíso
(¿o planeta paraíso?) olvida su origen con el correr de las generaciones
y el transcurso del tiempo. Por eso, es que, cuando más tarde, visitantes
del espacio exterior se acercan a la Tierra, y toman contacto con sus
habitantes, tomarán a estos extraños como dioses, quizás ancestralmente
rememorando la expulsión (y exclusión) de su lugar perfecto.
Quizás la falta de humildad
es el más grave cargo que se le puede hacer al Hombre. Piensa que papel
de relieve adquiere este pobre terráqueo, cuando se lo pone por encima
de todo lo creado; cuando se lo considera el centro del Universo y único
ser viviente capaz de "llevar" vida y tecnología a otras partes del cosmos,
para hacerlo habitable, pues él es la única criatura para quién todo fue
creado en su consideración y deleite; cuando la religión da explicación
y seguridad solamente de este tercer planeta. Entonces podrían salvarse
esos extraterrestres de alguna manera para lo cual no se tiene explicación,
pero la real salvación se explica solamente en este minúsculo e insignificante
tercer planeta llamado Tierra y esa salvación se expande a todo el vasto
cosmos; realmente es curiosa esta lógica terrestre.
Parece que a medida que el
Hombre avanza hacia un futuro incierto, que lo acerca a enfrentarse con
su destino, adopta posturas disímiles para eludir su responsabilidad o
bien se vuelve tremendamente materialista, negando origen y destino, pensando
que su sucesión es indefinida; o por el contrario, se queda en la minúscula
concepción de considerarse único ser creado, y por lo tanto, también único
para quien todo fue formado.
En el primer caso, está el
tremendo error de considerar ilimitada la sucesión del ser vivo, que irá
mutando indefinidamente, pero jamás se extinguiría. Ello es totalmente
contradictorio, ya que el Hombre es un ser finito, y por lo mismo, llegará
un día en que se deberá extinguir, así como ha sucedido con innumerables
especies de seres vivos.
En este sentido ¿por qué el
hombre debería estar exento de esta ley de extinción? ¿Qué pasa con el
Hombre en esta extinción? ¿Es concebible que surja, se desarrolle y muera
sin un sentido trascendente? Evidentemente que no.
Creo que llegado a este punto,
es necesario tener presente que esto está emparentado con el origen del
Hombre, pues, si este es considerado simplemente un animal que ha evolucionado
¿tendría éste un sentido trascendente?
En fin, ignoro lo que usted
piensa al respecto, porque si es creyente, obviamente me entenderá muy
bien, pero si por el contrario tiene una postura negativa bien definida,
es de esperar que estas reflexiones logren despertar el afán por indagar
un poco más en todo esto y lograr así arribar a alguna conclusión valedera
y digna de sostener.
El Quinto Hombre
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