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Revista Digital de El Quinto Hombre
EL PENTÁGONO DEL DIABLO.
César Reyes - Argentina.
Las misteriosas desapariciones en el "Triángulo de las Bermudas" y,
eventualmente, el hundimiento de la mítica Atlántida, podrían relacionarse
con ciertos aspectos desconocidos acerca de la estructura interna de nuestro
planeta.
Muchas personas consideran que el Triángulo
de las Bermudas sencillamente no existe. Que se trata, en el mejor
de los casos, de un invento febril destinado a cautivar a aburridos lectores
domingueros. Algo así como un cuento de brujas. Sin embargo, curiosamente,
como haciendo referencia al conocido dicho popular que reza: "las brujas no existen... pero que las hay...
las hay", la Guardia Costera de los Estados Unidos (que no cree en
el Triángulo, como tampoco cree en las brujas), en un impreso del Séptimo
Distrito del servicio -archivado como Registro 5720-, informa: "
El Triángulo de las Bermudas o del Diablo, es una zona imaginaria situada
frente a la costa atlántica sudoriental de los Estados Unidos, que es
conocida por la alta proporción de pérdidas inexplicables de barcos, pequeños
botes y aviones. Los vértices generalmente aceptados del Triángulo son
las Bermudas, Miami (Florida) y San Juan (Puerto Rico)."
Explicar "lo inexplicable".
Se dice a menudo que si el individuo en cuestión tiene bigotes
de gato, orejas de gato y cola de gato es (sin duda)... un
gato. De modo que si un registro oficial reconoce la existencia de
"pérdidas inexplicables", y al mismo tiempo
pretende dar a entender que el lugar
de los hechos no existe, no necesita uno tener el gran olfato de un
sabueso para darse cuenta de que hay aquí, por lo tanto, un gato encerrado.
Así las cosas, el problema de hallar una solución al enigma de las
desapariciones en el Triángulo se ciñe a la necesidad de establecer
la relación causa-efecto que mejor se adecue, si no a todos, al menos
a la mayoría de los casos.
Hoy por hoy, tal relación causal se diluye en un cúmulo de explicaciones
"ad hoc", que, si bien contemplan una serie de hechos particulares, no
permiten esclarecer la cuestión en su conjunto. De hecho, se ha hablado
hasta el cansancio de, por ejemplo, el accionar de ovnis, de agujeros
dimensionales y desgarros del tiempo, y también de los arrecifes y de
grandes marejadas repentinas o trombas marinas muy comunes; e incluso
de las turbulencias de aire claro que pueden hacer añicos a un avión...
y un prolongado etcétera.
Pero, en cualquier caso, quienes más tiempo han invertido en el
estudio del fenómeno se muestran reacios a la hora de aceptar explicaciones
empapadas de convencionalismos, y aunque esto no implique renunciar a
un análisis lógico del problema, sí conlleva la necesidad de un replanteo
acerca de qué tipo de fuerzas de la Naturaleza se desatan súbitamente
en la zona para dar cabida a las notorias anomalías magnéticas que, en
un visto y no visto, afectan a los instrumentos de navegación de barcos
y aviones y tornan el cielo, momentos antes limpio, en un escenario espectral.
El misterio en una taza de té.
Probablemente, durante las incontables
horas en busca de una respuesta convincente, muchos hayan bebido litros
de café, o té. Y tal vez, quienes tengan predilección por esta última
infusión acostumbren jugar
revolviendo rápidamente el líquido con una cuchara para distraerse observando
cómo los minúsculos trocitos de hojas culminan su vertiginoso giro concentrándose
en el fondo de la taza.
Pues bien, esta simple distracción cotidiana encierra un hecho físico
si se quiere enigmático. Los trozos de té se juntan en el centro y, no
obstante, según se desprende de las leyes de la física clásica, lo que
deberían hacer es desbandarse por la acción de la fuerza centrífuga.
¿Cuál es la explicación del enigma?. En opinión de Albert Einstein,
según consta en un informe de su autoría presentado ante la Academia de
Ciencias de Prusia en 1926, el fenómeno guarda relación con los flujos
formados en el líquido en rotación, cuya velocidad angular en la parte
inferior del embudo que se forma es mucho menor que en la parte superior,
lo que ocasiona allí una notable reducción de la fuerza centrífuga hasta
límites casi imperceptibles. En otras palabras, cuando hacemos girar un
líquido en un recipiente, tal líquido sube hasta el borde y baja en el
centro dando lugar a las diferencias de las velocidades angulares. Ahora
bien, esta explicación, aceptada casi sin discusión al amparo de la merecida
autoridad de Einstein, ha sido puesta en tela de juicio por ulteriores
comprobaciones experimentales que bien podrían echar luz sobre los desusados
acontecimientos registrados en el Triángulo
de las Bermudas.
En efecto, en 1976, un tal Nikolai Koroviakov, un sencillo mecánico
y a la sazón jefe del departamento de armas deportivas de la Armería de
Tula (de la entonces URSS), construyó un recipiente -similar a un vaso-,
cuyo fondo fue fijado a un eje de rotación. Luego lo llenó de agua con
trocitos de té hasta el borde mismo, y lo cerró con una tapa transparente.
Acto seguido, hizo girar el recipiente sobre su eje logrando la inmediata
dispersión de los trocitos de té por las paredes. Lo detuvo, y el té se
centralizó en el fondo.
Aparentemente, salvo un pequeño detalle, todo respondía al marco
expuesto por Einstein. Y sin embargo, el punto a tener en cuenta es que
en el recipiente hermético de Koroviakov el agua no tenía adónde subir
o bajar: no existía de hecho en éste ese flujo al que aludía el genio
alemán, puesto que la velocidad era allí igual en todos lados. Y a pesar
de ello, los trocitos de té acababan unidos en el centro del fondo...
Hacia una hipótesis sobre la estructura interna
de la Tierra.
Incógnita mediante, Koroviakov pasó a repetir la experiencia con
alguna variante. Cambió los trozos de té por unas esferas plásticas de
diferente peso y color, al tiempo que, perfeccionando el recipiente original,
fabricó un "trompo hidrodinámico" (que patentó como "Instrumento para
demostrar fenómenos hidrodinámicos"). Y el resultado puso entonces en
evidencia ciertas particularidades aun más llamativas. En una constante
que se repitió sin variantes, al frenar la rotación del "trompo hidrodinámico"
las partículas plásticas se juntaban en el centro, las más pesadas en
primer lugar seguidas por las más livianas, pero, extrañamente, siempre
culminaban dándole forma a una especie de pentágono.
Para Koroviakov, esto no podía ser fruto de la casualidad. Y se
convenció de ello cuando, luego, otro hecho singular se sumó: durante
el transcurso del día, el pentágono giraba lentamente, desplazándose en dirección contraria
a la de la rotación de la Tierra. Con lo cual, el mecánico de Tula no
tardó en comprender qué estaba ocurriendo. En rigor, su trompo estaba
respondiendo a las fuerzas que determinan la rotación de nuestro planeta
en torno al Sol y, en consecuencia, a la interacción de ambos cuerpos
celestes. Así, en perfecta analogía, el recipiente experimental y nuestro
mundo se identificaban. Mientras la corteza de la Tierra se asimila a
una envoltura cerrada como en el instrumento de Koroviakov, su interior,
en el cual el núcleo sólido flota en el magma líquido, se parece al
líquido y partículas contenidos en él. Por consiguiente, sería lícito
suponer que también el magma terrestre podría estar moviéndose bajo la
corteza de igual manera, dando lugar así a la misma forma pentagonal obtenida
repetidamente en el trompo.
Ahora bien, ¿qué derivaciones surgen de esto en caso de comprobarse
como cierto?. Para entenderlo debemos partir de la base de que el desplazamiento
del magma y del núcleo generan fuertes flujos magnéticos que bien pueden
ser causa de diversos cataclismos naturales. En tal sentido, hemos de
considerar que datos suministrados por astronautas estadounidenses desde
el Skylab indicaron que las mediciones efectuadas con un altímetro de
radar de alta frecuencia detectaron que el fondo oceánico en el Triángulo de las Bermudas se hallaba a
unos veinticinco metros por debajo del nivel normal. Y si a ello le sumamos
la existencia de otras cuatro zonas donde se dan las mismas anomalías,
las cuales se encuentran bajo el mismo ángulo las unas con relación a
las otras (ángulo=72 grados), el enigma parece ir cediendo posiciones.
Especialmente si, como sostiene Koroviakov, uniendo con una línea las
cinco zonas anómalas se obtiene finalmente un pentágono
que respeta con absoluta fidelidad la forma en que estaría ubicado el
magma bajo la corteza terrestre, lo cual, consecuentemente, conduciría
a una explicación de las perturbaciones magnéticas por la mera coincidencia
entre tales zonas y los puntos de máxima actividad del magma.
Por lo demás, suponiendo que efectivamente, como sostienen algunos
investigadores, la parte occidental del Triángulo de las Bermudas fue otrora el
lugar de emplazamiento de la legendaria Atlántida,
atar cabos sueltos acerca de la causa del cataclismo que habría provocado
su hundimiento parecería ser ya una tarea menos complicada...
El Quinto Hombre
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