|
Revista Digital de El Quinto Hombre
PARA REFLEXIONAR PERMANENTEMENTE EN ESTE SIGLO XXI
Carta enviada por el Jefe Seathl, de la tribu Deamish,
en respuesta al presidente de los Estados Unidos a su propuesta de compra
de las tierras de la tribu.
Esta carta, muy conocida
pero poco contada para nuevas generaciones la publicamos porque hay que
conocerla, si o si, fue enviada en 1855 al entonces presidente de U.S.A.
Franklin Pierce (1853-1857).Hoy, sus palabras no solamente son conmovedoras
sino que vienen a ser proféticas ante los hechos de nuestros días en que
cada vez aumentan más y más los niveles de contaminación ambiental y proliferación
de ruidos que hacen casi imposible la vida en la ciudad.
El Gran Jefe de Washington manda palabras, quiere
comprar nuestra tierra. El Gran Jefe también manda palabras de amistad
y bienaventuranza. Esto es muy amable de parte suya puesto que nosotros
sabemos que él tiene muy poca necesidad de nuestra amistad. Pero tendremos
en cuenta su oferta, porque estamos seguros que si no obramos así, el
hombre blanco vendrá con sus pistolas y tomará nuestra tierra. El Gran
Jefe de Washington puede contar con la palabra del gran jefe de SEATHL,
como pueden nuestros hermanos blancos contar con el retorno de las estaciones.
Mis palabras son como las estrellas: nada ocultan.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo y el calor
de la Tierra? Esta idea es extraña para nosotros. Si hasta ahora no somos
dueños de la frescura del aire o del resplandor del agua, ¿cómo nos la
pueden ustedes comprar? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo. Cada parte
de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada espina de pino brillante,
cada orilla arenosa, cada rincón del oscuro bosque, cada claro y zumbador
insecto, es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente.
Nosotros sabemos que el hombre blanco no entiende
nuestras costumbres. Para él una porción de tierra es lo mismo que otra;
porque él es un extraño que viene de noche y toma de la tierra lo que
necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando él la ha
conquistado sigue adelante. El deja las tumbas de sus padres atrás y no
le importa. Así las tumbas de sus padres y los derechos de nacimiento
de sus hijos son olvidados. SU APETITO DEVORARA LA TIERRA Y DEJARA ATRÁS
UN DESIERTO.
La vista de sus ciudades duele en los ojos del hombre
piel roja. Pero tal ves es porque hombre piel roja es un salvaje y no
entiende. No hay ningún lugar para escuchar las hojas en la primavera
o el zumbido de las alas de los insectos. Pero tal ves es porque yo soy
un salvaje y no entiendo que el ruido parece insultarme los oídos. Yo
me pregunto: ¿Qué queda de la vida si el hombre no puede escuchar al hermoso
grito del pájaro nocturno, o las charlas de las ranas alrededor de un
lago en la tarde?. El indio prefiere el suave sonido del viento cabalgando
sobre la superficie de un lago y el olor del mismo viento lavado por la
lluvia del mediodía con la fragancia de los pinos. El aire es valioso
para el hombre piel roja. Porque todas esas cosas comparten la misma respiración.
El hombre blanco parece que no notara el aire que respira. Como un hombre
muriendo durante muchos días, él es indiferente ante la hediondez.
Si yo acepto, yo pondré una condición: el hombre blanco
deberá tratar a las bestias de esta tierra como hermanos. Yo soy salvaje
y no entiendo ningún otro camino. He visto miles de búfalos pudriéndose
en la pradera, abandonados por el hombre blanco que pasaba en tren y los
mataba. Yo soy un salvaje y no entiendo como el caballo de hierro que
fuma puede ser más importante que los búfalos que nosotros matamos sólo
para sobrevivir. ¿Qué será del hombre sin las bestias? Si todas las bestias
desaparecieran, el hombre moriría de una gran soledad en el espíritu porque
cualquier cosa que le pase a las bestias también le pasa al hombre. Todas
las cosas están relacionadas. Todo lo que hiera a la Tierra también herirá
a los hijos de la Tierra. Nuestros hijos han visto a sus padres humillados
en la derrota. Nuestros guerreros han sentido la vergüenza. Y después
de la derrota convierten sus días en tristezas, y ensuciando sus cuerpos
con comidas y bebidas fuertes.
Importa muy poco el lugar donde pasemos el resto de
nuestros días: no quedan muchos. Unas pocas horas más, unos pocos inviernos
más y ninguno de los hijos de las grandes tribus que una vez se extendieron
sobre esta tierra, o que anduvieron en pequeñas bandas en los bosques,
quedarán para lamentarse ante la tumba de una gente que una vez fue poderosa
y tan llena de esperanza. Una cosa nosotros sabemos y que el hombre blanco
puede algún día descubrir: nuestro Dios es el mismo Dios. Usted puede
pensar que es dueño de EL, así como desea hacerse dueño de nuestra tierra.
Pero usted no puede. EL, es el Dios del Hombre. Y su compasión es igual
para el hombre blanco y para el hombre piel roja. Esta tierra es preciosa
para EL, y hacerle daño a la tierra es amontonar desprecio a su Creador.
Los hombres blancos también pasarán, tal ves más rápido que otras tribus.
Continúe ensuciando su cama y alguna noche terminará asfixiándose en su
propio desperdicio. Cuando los búfalos sean todos sacrificados, los caballos
salvajes todos amansados y los rincones secretos de los bosque se llenen
con el olor de muchos hombres y la vista de las montañas se replete de
esposas habladoras, ¿Dónde estará el matorral? Desaparecido. ¿Dónde estará
el águila? Desaparecida. Es decir, adiós a lo que crece, adiós a lo veloz,
adiós a la caza. Será el fin de la vida y el comienzo de la subsistencia.
Nosotros tal vez entenderíamos si supiéramos qué es lo que el hombre blanco
sueña; qué esperanzas les describe a sus niños en las largas noches de
invierno; que visiones le queman sus mentes para que ellos puedan desear
el mañana. Pero nosotros lo salvajes. los sueños del hombre blanco están
ocultos para nosotros, y porque están escondidos, nosotros iremos por
nuestro propio camino. Si nosotros aceptamos, será para asegurar la reservación
que nos han prometido. Allí, tal ves podremos vivir los pocos días que
nos quedan, como es nuestro deseo.
Cuando el último piel roja haya desaparecido de la
Tierra, y su memoria sea sólo la sombra de una nube cruzando la pradera,
esta costa y estas praderas aún contendrán los espíritus de mi gente,
porque ellos aman esta tierra como el recién nacido ama el latido del
corazón de su madre. Si nosotros vendemos a ustedes nuestra tierra ámenla
como nosotros la hemos amado. Cuídenla como nosotros la hemos cuidado.
Retengan en sus mentes la memoria de la tierra tal como estaba cuando
se la entregamos. Y con todas sus fuerzas, con todas sus ganas, consérvenla
para sus hijos y ámenla así como DIOS nos ama a todos. Una cosa sabemos
nosotros. Nuestro DIOS es el mismos DIOS vuestro, esta tierra es preciosa
para EL. Y el hombre blanco no puede quedar excluido de un destino común.
El Quinto Hombre
|
|