Revista Digital de El Quinto Hombre
EL HALLAZGO DE LA "CIUDAD PERDIDA" DE LA ANTIGUA ATLANTIDA
Por Ricardo Spagnolo - Argentina
Por causas que
no vale la pena mencionar llegó a mis manos un libro por demás revelador.
Un diario pormenorizado de la investigación que en las inhóspitas tierras
del Brasil realizara desde principios de siglo el investigador Percy Harrison
Fawcett.
P.H. Fawcett, autor del libro
en cuestión, relata que hastiado de la vida ciudadana orientaba sus afanes
hacia el Nuevo Continente. Ansioso de penetrar el velo de misterio que
tapa las fabulosas riquezas americanas, Fawcett consigue que la Royal
Geographic Society lo contrate para realizar la demarcación de límites
de la flamante República de Bolivia, país que contratara los servicios
de la R.G.S. para tal efecto.
Sin entrar en detalles, diremos
que la primera expedición la realiza entre 1906-1907. Intento penoso,
pero que Fawcett aprovecha para conocer el territorio americano e interiorizarse
de sus leyendas. A propósito de esto, fue Fawcett un gran creyente de
los relatos que los indígenas hacían sobre el pasado legendario de América,
porque él sabía que detrás de la romántica forma en que los indios relatan
sus historias siempre hay un viso de realidad, que a veces se concreta
en hechos fantásticos.
Acicateado por los conocimientos
adquiridos durante la primera expedición, decide realizar la segunda,
siempre a través de territorios bolivianos y peruanos. Las ruinas de Tiahuanaco,
los fértiles valles escondidos en las montañas, el misterio insoluble,
las altiplanicies en donde "el cielo toca la tierra"; las inhumanidades
que se realizan para la extracción del caucho por empresas inglesas, la
esclavitud de los indios en su propia tierra, que antes conociera el esplendor
de los Incas; todo esto es lugar común de las peripecias de Fawcett en
la primera etapa de sus expediciones (1906-1913), que fueron cuatro, hasta
que su patria lo llama al deber de alistarse en el ejército ante la Primera
Guerra Mundial.
Así, coartado de poder seguir
explorando, Percy Harrison Fawcett hace la guerra pero con el cuerpo y
la mente en América. Ya en este estado de cosas intuye que el camino que
él buscaba no lo hallaría en el Perú. Es en realidad en el Brasil donde
comienza el relato a ser interesante, más aún que antes. 1920-1925 fueron
los lapsos en que Fawcett recorriera el territorio de la nueva tierra.
Pero dejemos hablar al romántico explorador ingles:
"Si el viaje no tiene éxito,
mi trabajo en Sudamérica terminará en un fracaso, porque ya no podré hacer
nada más. Inevitablemente seré desacreditado como un visionario y difamado
como que sólo ha tenido en cuenta el enriquecimiento personal. ¿Quién
comprenderá jamás que no deseo glorias ni dinero, que lo hago sin sueldo,
con la esperanza de que su beneficio a la humanidad justificará los años
perdidos en su búsqueda?
Estos últimos años han sido
los más miserables y desengañados de mi vida; llenos de ansiedad y de
inseguridad, de urgencias económicas, con intrigas por bajo cuerdas y
traiciones sin reserva. He sacrificado a mi esposa e hijos, les he negado
muchos de los beneficios de que hubiesen podido disfrutar, si yo hubiese
seguido en los caminos ordinarios de la vida. De veinticuatro años de
matrimonio, sólo diez hemos pasado juntos. Fuera de los cuatro años de
la Guerra Mundial he estado diez en la selva, aunque mi esposa jamás
se ha quedado. Al contrario, su ayuda práctica y su constante aliento
han sido grandes factores de los éxitos ganados, y si venzo al final,
el triunfo se deberá en gran parte a ella".
Tales las últimas palabras
de Percy H. Fawcett antes de partir al Brasil por última vez, es decir,
antes de su desaparición justamente con su hijo John.
A continuación transcribo
algunos párrafos que integran las andanzas del explorador por las tierras
del Brasil antes de la última expedición. Puede que no tengan interrelación,
pero el objeto de la inserción de los párrafos siguientes es que ustedes
capten la magnitud de los viajes de Fawcett por nuestras tierras americanas,
viajes que no han tenido mayor difusión.
Página 302: "Creo que este pueblo, al igual que muchos otros del Brasil,
descendía de una civilización más elevada. En una de las aldeas maxubi
había un muchacho pelirrojo de ojos azules, que no era albino.
Tenían nombres para todos
los planetas y llamaban a las estrellas Vira Vira, curiosamente sugestivo
del nombre "Viracocha" con que los Incas designaban al Sol".
Página 308: "En todo sentido indicaban un retroceso de un estado superior
de civilización, antes que un estado de evolución del salvajismo.".
Página 329: "En el rancho del coronel Hermenegildo Galvao me comentaron
que un jefe indio de la tribu nafaque, cuyo territorio queda entre los
ríos Xingú y Tabatinga, aseguraba conocer una ciudad en la que vivían
los indios y donde había templos y ceremonias bautismales. Los indios
de allí hablaban de "casas alumbradas con estrellas que nunca se apagaban""
Esta fue la primera, pero no la última vez, que oí hablar de esas luces
permanentes, encontradas de vez en cuando en las antiguas casas, construidas
por esa civilización olvidada, de tiempos antiquísimos. Sabía que ciertos
indios del Ecuador alumbraban sus chozas de noche por medio de plantas
luminosas, pero yo consideraba que esto debía ser algo totalmente diferente.
Había algún medio secreto de iluminación, conocido por los antiguos, que
aún no ha sido redescubierto por los científicos de hoy en día, algún
método de dominar fuerzas desconocidas para nosotros".
Página 383: (en relación a la forma en que los indios americanos unían
las piedras de sus construcciones) "Oí decir que ellos unían sus piedras
por medio de un líquido que suavizaba las superficies que iban a entrar
en contacto, hasta que tenían la consistencia de la arcilla".
Página 430: "Mi amigo ranchero también me contó que, cerca de mi propiedad,
hay en el río Paratansinga una gran roca rectangular, en la que se han
taladrado tres orificios; el hoyo del medio ha sido cerrado y, aparentemente,
cementado en ambos extremos. Detrás de él y cuidadosamente disimulada
existe una inscripción con catorce caracteres extraños. Nos va a llevar
para fotografiar la roca. Un indio de su rancho conoce otra roca cubierta
con los mismos signos y también nos propone visitar esta última".
Y hay más, mucho más escondido
en las páginas de este libro. Textos como éste son los que hay que desenterrar
de los apolillados anaqueles de las no menos vetustas bibliotecas del
mundo.
Abramos las puertas de la
América que el mundo desconoce. Nosotros, los americanos, tenemos esa
obligación.
Hay muchos autores que avalan
la veracidad de lo que Fawcett descubre finalmente son jamás regresar
(entre ellos Raymond Bernard en su Tierra Hueca).
"YA SEA QUE PASEMOS Y QUE
VOLVAMOS A SALIR DE LA SELVA; QUE DEJEMOS NUESTROS HUESOS PARA PODRIRSE
EN ELLA, UNA COSA ES INDUDABLE: LA RESPUESTA AL ENIGMA DE LA ANTIGUA SUDAMERICA
- Y QUIZA DEL MUNDO PREHISTORICO - SERA ENCONTRADA CUANDO SE HAYAN LOCALIZADO
ESAS ANTIGUAS CIUDADES Y QUEDEN AIERTAS A LA INVESTIGACION CINTIFICA.
PORQUE LAS CIUDADES EXISTEN, DE ESO ESTOY SEGURO...."
El Quinto Hombre
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