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Revista Digital de El Quinto Hombre
LA MALDICION DE TUTANKAMON
Por Dr. Cándido del Prado - Argentina
El descubrimiento de la tumba
del faraón egipcio en 1922, fue sin duda alguna un hecho trascendental
en la historia de la arqueología, pero también marcó el inicio de una
serie de episodios fatales donde estuvieron involucrados, directa o indirectamente
descubridores y personas relacionadas con los mismos, o que estuvieron
presentes en el instante que fueron quebrados tres mil quinientos años
de silencio y paz para el cuerpo y el espíritu del joven faraón Tutamkamón.
¿La maldición elige sus víctimas o cae sobre quienes están expuestas?
Algo se escapó de allí dentro, de la tumba, y buscó
castigar a los profanadores en cualquier forma. La primera víctima fue
el pájaro delator, del que contaremos su historia, muerto por una cobra
el mismo día. Lógicamente le siguió lord Carnarvon, quien durante veinte
años sostuvo económicamente la búsqueda, muerto a los pocos meses. De
allí en más, la espada vengadora cayó a diestra y siniestra sobre cualquiera
que hubiera tenido algo que ver con el hecho. El coronel Aubrey Herbert,
presente cuando se abrió el sarcófago, que se suicidó tirándose desde
un balcón, Elizabeth Carnarvon, curiosamente víctima de la picadura de
un mosquito igual que su esposo Lord Carnarvon; Evelyn Greely, turista
americana que se mató al regresar a su país; El prof. Laffleur que murió
al día siguiente de entrar a la tumba. La maldición, como una fuerza ciega,
parecería extenderse como un castigo sobre otros profanadores de tumbas,
en el Valle de los Reyes. George Jay Gould, multimillonario americano
murió poco después de estar el Luxor (región de tumbas faraónicas), igual
que Wolf Joel, amigo de Carnarvon, que "cayó" del yate en el viaje por
el Nilo hacia Luxor. Está también el caso de Sir Archibald Douglas Reid,
radiólogo británico que enfermó y murió de un extraño mal, cuando había
sido contratado para examinar con rayos "X" el cuerpo de Tutankamón.
Antes de los quince años,
en 1937, ya las víctimas pasaban de los veinte, y la furia vengadora parecía
no estar aplacada, pues constantemente nuevas víctimas se agregaron a
la siniestra lista. Como es natural, así como estaban las cosas, los supervivientes,
aquellos que habían tenido que ver, poco o mucho, con la implacable momia,
comenzaron a preocuparse, y para tranquilizarlos, científicos de renombre
trataron de destruir la leyenda. Alan Rowe, de la Universidad de Pennsylvania,
arqueólogo; George Steindorff, de la Universidad de Leipzig, en sendas
monografías, manifestaron que la mayor parte de las víctimas poco o nada
tenían que ver con la tumba de Tutamkamón, y que no era verdad que hubiera
sido hallada al abrirse la tumba una inscripción que penaba con la muerte
a quien se acercara a ella. Pese a tan buenas razones, el Dr. Albert M.
Lythgoe, amigo de Carnarvon, famoso egiptólogo y otro de los que habían
asistido a la apertura de la tumba, fallece en 1934 víctima de una misteriosa
dolencia, sobre cuyo origen no hubo acuerdo médico.
En este punto de la discusión
queremos introducir nuestra propia reflexión. El hecho de que muchas personas
(como fue alegado) que directamente intervinieron en la profanación, aparentemente
resultaran indemnes a la maldición, no prueba nada, porque puede suceder
lo que en una epidemia infecciosa, en las cuales caen enfermas aquellas
personas que por su constitución física son víctimas propicias. Negar
la maldición, porque no todos los que estaban fueron afectados, sería
lo mismo que desconocer la efectividad contagiosa de un virus, porque
no todos lo contraen en un mismo epidémico.
Por ejemplo, y para analizar
a fondo la cuestión, limitémonos a los dos más activos protagonistas,
lord Carnarvon y Carter. El primero muere cuatro meses después, y Carter
vive durante diecisiete años más (aunque su final fue triste y doloroso).
Creemos que la causa reside en diferencias culturales entre ambos, que
determinan el grado de receptividad a cierto tipo de influencias mágicas.
Carter fue un hombre formado
en el trabajo. Aunque entusiasmado con la egiptología, poseía, sin escuela
académica, una formación científica práctica, sin concesiones idealistas
e imaginativas. Toda su vida había hecho lo mismo y sabía lo que hacía
y lo hacía a conciencia, sin planteamientos ideológicos o morales. Para
él la tumba de un faraón no contenía otras cosas que una momia, inapreciables
tesoros artísticos e históricos y eventualmente mucho oro. Jamás se detuvo
a pensar que todo aquello material y tangible que contiene una tumba,
podía estar envuelto por el manto invisible de una fuerza espiritual que
se podía agredir en la profanación.
Carnarvon no. Mucho antes
de dedicarse a la arqueología como afición y para dar motivación a su
ocio de hombre rico, había incursionado por muchos años en el espiritismo
y por lo tanto sabía muy bien sobre la real existencia de las antagónicas
fuerzas espirituales. Carnarvon tenía una responsabilidad derivada de
su conocimiento que determinaba una receptabilidad, para bien o para mal,
hacia lo mágico. Esto es cierto y está probado que Carnarvon era miembro
de la Alianza Espiritista de Londres, recibía la revista Occult Review, de la cual era suscriptor, y organizaba sesiones mediúmnicas
en su casa.
Ojo Solar Derecho - Tumba de Tutankamón
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Dinastía XVIII (1350 a.C.) - Museo de El Cairo
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Akenatón, el gran hereje, y Tutamkamón, su sucesor.
La historia habla de las dos
cosas que sucedieron, pero ésa no es la verdad humana. Cada tiempo tiene
su "clímax", donde los seres cumplen destinos. Pasiones, ideales, odios,
hombres buenos y hombres malos que experimentan en el gran escenario de
la vida.
Los misterios dicen que cada
dos mil años, aparece un ser especial, alguien que marca las rutas de
la historia. Dos mil años atrás de nuestro tiempo es Cristo, dos mil años
más atrás es Akenatón, faraón de la decimoctava dinastía, que reniega
de miles de años de creencia pagana y enfrentándose con la poderosa casta
sacerdotal, proclama e impone una nueva filosofía monoteísta. El dios
Atón era sólo uno y no había otros antes ni después que él. Prohibió la
veneración en imagen de cualesquiera otros dioses y estableció ciertas
normas que han persistido hasta nuestros tiempos. La circuncisión, por
ejemplo, que fue tomada por el pueblo judío de dichas reglas. En este
sentido conviene observar que Moisés vivió los tiempos de Akenatón y se
instruyó en su sabiduría, adoptando su filosofía religiosa. Aunque la
relación de Akenatón y Moisés es controvertida, resulta muy ilustrativo
consignar que seis de los diez mandamientos mosaicos forman parte de la
teología egipcia. Según algunos egiptólogos (Weigall), el Exodo se produjo
con el derrocamiento de Akenatón y la restauración de la antigua religión
de Amón.
No sólo los judíos fueron
expulsados de Egipto en esos momentos, también multitud de egipcios, por
mantenerse fieles a la religión monoteísta de Atón. En esta forma, históricamente
hablando. Akenatón habría sido el Enviado anterior a Cristo, ya que provoca
un cisma religioso, que obliga al éxodo de un pueblo que dos mil años
después, es patria de Cristo y origen de la gran religión cristiana.
¿Pero quién era Akenatón,
de dónde provenía su sabiduría, y la fuerza indomable para imponer un
nuevo orden religioso? Evidentemente Akenatón recibió enseñanzas de un
plano superior o él mismo provenía de ese plano. Pero lo que es cierto
que Akenatón tuvo la misma dimensión revolucionaria que Cristo y tal vez
su mismo y triste destino. Pero como Cristo su semilla fructificó y fue
la gran figura de la historia religiosa monoteísta.
Dicen que Tutamkamón fue su
hijo y sucesor. Que fue quien le sucedió es cierto, pero que fuera su
hijo está por comprobarse, ya esta hipótesis es simple especulación, pues
no existe evidencia alguna al respecto. Con el mismo derecho a teorizar
afirmamos que Tutamkamón y Akenatón tenían en común mucha semejanza física
y también cultural. Podían ser hermanos.
Breasted, el gran arqueólogo,
expresa: "Nuestra herencia moral deriva de un pasado humano más amplio,
enormemente más antiguo que los hebreos y ha llegado a nosotros por intermedio
de los hebreos". Breasted era egiptólogo y en su libro Dawn of Conscience, concretamente se
refiere a la revelación efectuada por Akenatón y trasmitida por los hebreos.
El Escarabajo Alado (con incrustaciones
de lapislazuli, turquesa, cornalina y calcedonia ) - Tumba de Tutankamón
- año 1350 a.C. - Museo de El Cairo
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La profanación de la tumba de Tutamkamón.
Durante veinte años consecutivos,
Carter y Carnarvon, año tras año, día tras día, pagaron a cerca de 300
hombres para cavar en el Valle de los Reyes, donde habían yacido la mayor
parte de los faraones de la dinastía decimoctava. Algunos descubrimientos,
de tanto en tanto, mantenían viva la esperanza de encontrar una tumba
inviolada, que no hubiera sido saqueada por depredadores de todos los
tiempos. Así, en una de las campañas, tuvieron la suerte de encontrar
la tumba de Amenhotep I en el año 1915, pero lamentablemente, había sido
totalmente saqueada y sólo encontraron restos destrozados de estatuillas,
alabastro, feldespato en fragmentos pequeños, imposibles de reconstruir.
Lo increíble de su buena y
mala suerte, fue que el descubrimiento de Tutamcamón, único encontrado
en la historia de la egiptología que no hubiera sido hollado, pudo haberse
efectuado muchos años antes, pues por dos veces Carter estuvo a punto
de ordenar excavaciones bajo la tumba de Ramsés II, lugar donde por una
escalinata cercana, de 16 peldaños, estaba la entrada de la anhelada tumba
de Tutamkamón. La parte de suerte correspondió a encontrarla cuando por
miles de años habían fracasado todos los saqueadores y muchos y notables
arqueólogos. A este respecto, han circulado algunas versiones que indicarían
que Carter ordenó específicamente la excavación en ese lugar, por haber
recibido un papiro que contenía en detalle su ubicación. Pero a media
voz circulaba entre sus obreros egipcios, que el pájaro dorado (el canario)
de Carter, lo había guiado hacia lo que llamaban "el sepulcro del pájaro".
Un hecho casi increíble sucedió el mismo día del descubrimiento. Una enorme
cobra de dos metros de largo penetró en la jaula y devoró al canario de
Carter. Este hecho robusteció las aprensiones de los nativos, quienes
relacionaron la serpiente de la corona real egipcia, como castigando al
pájaro por haber delatado el secreto del sepulcro
De esta forma comenzaba a
actuar una poderosa magia negativa. La información esotérica dice que
los sacerdotes asesinos rodearon la tumba con un manto mágico fatal, para
evitar que fuera descubierto su magnicidio. De su efectividad no puede
dudarse. Sirvió para hacer impenetrable el recinto y fue y tal vez sea
la única tumba faraónica encontrada intacta. Tan grande fue su protección
que es cosa probada que saqueadores se habían introducido en ella, en
algún tiempo de la historia, prueba de ello eran los residuos rotos de
vasijas y vasos preciosos encontrados en el primer pasaje después de la
entrada, pero no pudieron ir más adelante. Algo sucedió que los espantó,
algo que debió ser terrible para obligarlos a abandonar las riquezas que
encerraba el sepulcro casi ya al alcance de su mano.
Olvidando implicaciones de
orden moral, el episodio Tutamkamón tiene tal intensidad dramática que
el mundo entero vibró con la noticia del descubrimiento. No es posible
imaginar lo que debieron experimentar Carter, Carnarvon y los que se hallaban
presentes en el momento de la apertura que conducía al recinto sepulcral
propiamente dicho. Carter, que fue el primero en mirar, quedó paralizado
de la emoción y no podía apartar la mirada de lo que veía hasta que Carnarvon
y los demás lo apartaron para ver ellos. Magníficas estatuas, efigies
de extraños animales, jarras de alabastro, admirables piezas artísticas
de oro y loza fina, carrozas, y un trono repujado en oro y piedras semipreciosas
representando a Tutamcamón y su esposa Ankhesenpaaten, obra que ha sido
reconocida como maestra en el arte universal. Sucedió todo esto el 20
de noviembre de 1922. Creo que a muy pocos seres humanos el destino les
ha deparado la oportunidad de experimentar una emoción de esta calidad
e intensidad. Dejando de lado los hallazgos materiales de fabuloso valor,
la circunstancia de trasponer una puerta sellada durante tres mil quinientos
años, que les revelaría secretos tan bien guardados durante miles de años
debió de ser una experiencia dramáticamente emocionante.
Por el agujero que se introdujeron
parecieron penetrar al túnel del tiempo. El tiempo giró en acelerado retroceso
y se transportaron al antiguo Egipto en aquel recinto, que nadie había
entrado, tocado ni visto, desde antes que Cristo naciera, que Roma o Grecia
reinaran sobre la faz de la Tierra.
Y ese mismo túnel dio la libertad
a una fuerza ciega, implacable. Los profanadores algo debieron presentir,
porque por encima de la alegría incontenible del éxito, predominaba en
ellos un sentimiento raro, como de intrusos, que los abrumaba. Mezcla
de temor, curiosidad, incertidumbre por todas aquellas cosas que los rodeaban
que pertenecían a otros tiempos donde habían jugado el destino de otros
seres.
Cuatro meses después muere lord Carnarvon.
El 5 de abril de 1923, a los
57 años de edad, fallece lord Carnervon en un hospital de El Cairo, víctima
de una infección producida por un mosquito en su mejilla. Sugestivamente
la momia de Tutamkamón tenía una costra en la mejilla, en el mismo sitio
de la picadura fatal de Carnarvon.
Inexplicablemente, en el mismo
momento de su muerte se produce un apagón en la ciudad de El Cairo, sobre
el cual los técnicos no pueden explicar la causa.
El misterio sigue rodeando
a estas muertes de quienes fueron responsables de la profanación de la
TUMBA DE TUTANKAMON. Y los arqueólogos que van a investigar la gran Pirámide
de Egipto, oficialmente niegan la maldición pero en privado muchos la
aceptan.
Otra nota sobre este
tema:
Hace 80 años atrás....
descubrían KV62 - la tumba del faraón Tutankamón
El Quinto Hombre
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