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Revista Digital de El Quinto Hombre
ESCÚCHAME
Por Marcelo Gómez Talavera
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Escúchame, poeta: has nacido con un don que enaltece tu condición
humana, algo que en ocasiones te hace mejor que todos y en otras te
causa sufrimiento y confusión; hay "eso" dentro tuyo, que te eleva
por sobre los momentos comunes y corrientes, que te hace avizorar
mundos inasibles; algo que como un relámpago te ilumina de pronto,
mostrándote paisajes de ensueño y maravilla, en los que no puedes
permanecer. |
Los de tu estirpe sembraron
la historia y la literatura de muestras evidentes de las alturas a que
puede volar el espíritu y sus palabras, como señales trascendentes, jalonan
la trayectoria humana diciéndole a los hombres: ¡Vosotros, los que os afanáis tras la miseria
material, ved lo que perdéis!
Sé que no puedes comprender
tu propio misterio, que te torturas buscando de mil maneras eso que llamas
"inspiración" y que no obedece a tus designios, sino a razones que se
te escapan. No en vano muchos grandes poetas mencionaron las voces que
dictaban sus versos, maravilla que nunca pudieron explicarse.
Oye, poeta, quiero decirte
que no estás solo; tus pares - los pintores, los músicos, los escultores,
todos los artistas - están contigo, unidos en las mismas ansias por asir
eso maravilloso que los hace volar, elevarse, ver más allá; pero que cuando
los abandona los deja sumidos en la melancolía y la confusión, en la tristeza
de regresar al mundo diario, a ese mundo cada vez más lleno de miseria,
tristeza y egoísmo.
¿Y sabes?.... Ese mundo es
así porque hasta ahora nadie nos enseñó a ver esas señales, a interpretarlas,
a aprender de ellas.
¿Y sabes otra cosa?.... No
sólo te acompañan los artistas del mundo, te acompañamos todos, aún los
hombres comunes, aún aquellos a quienes no nos tocó - como a ti - la mano
mágica de la inspiración. Porque todos los hombres pueden volar, porque
tu condición es un aviso, una demostración de esa capacidad latente en
cada uno.
Oye, poeta, tu no eres mejor,
ni eres distinto más allá de lo que cada uno de los hombres somos circunstancia
única en el Universo. Eres tú una señal torturada que indica el derrotero
sin saberlo; eres quizá la más excelsa de las víctimas de la suficiencia
cientifista que impide al hombre saber lo que lleva dentro, que impide
conocer a ciencia cierta, por la propia experiencia, con la seguridad
de la comprobación, la forma en que la mente, la sensibilidad y el propio
espíritu deben regir la vida y orientar la existencia.
Óyeme, poeta, te traigo buenas
nuevas: está cerca el final de tanta confusión, las trompas del desastre
que hoy escuchas no anuncian el Apocalipsis sino sólo tormentas pasajeras
con que la adolescencia comprueba los errores y corrige su rumbo equivocado.
La humanidad - por fin - ha
de entrar en la etapa de la madurez, dejará poco a poco la insensatez
de lado y sabrá manejarse, conocerse, cumplir la alta finalidad a la que
está llamada. Que no te aflijan los hechos que aún habrás de ver, serán
terribles; son el tributo que la raza humana debe pagar por querer prolongar
la niñez más allá de lo lógico. Son el tributo a la credulidad, al placer
engañoso de dejarse arrullar por la dulce embriaguez de las grandes mentiras,
como el niño que pide que le repitan el cuento de hadas cuyo engaño ya
conoce.
¿Qué por qué te hablo así? Quizá por ser tu hermano;
porque desde la pequeñez de mi prosa, afín a máquinas y técnicas,
amo tu vuelo poético sin poder efectuarlo, pero gozando contigo. Quizá
porque encontré, de alguna forma, lo que tanto buscaste en la tortura
de tu inspiración; quizá porque he vivido la sagrada experiencia de
tocar con las manos sin físico la vida del futuro, la del hombre maduro
y sin conflictos, la de la humanidad humanizada. Quizá por compartir
ese tesoro que dentro pugna por expandirse en otras vidas. |
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Tu sabes bien el verso en
forma y no esencia, que su música permitió a los antiguos recordar lo
aprendido y lo pasado, cuando lo escrito aún no había nacido. Tu sabes
que la mente, el sentir dan su mensaje a través de la prosa con muy simple
elocuencia. Y así te quise hablar, con mis palabras. Soy un trabajador
y tú un artista, y me siento tu hermano y te agradezco las emociones dulces
que me diste. Y quiero compartir contigo mi tesoro.
¿Y sabes?.... Tenemos en común
más de lo que imaginas: arte y arar comparten una misma raíz etimológica;
y arar la tierra fue quizá el primer trabajo civilizado del hombre. Y
en esa humanidad que yo avizoro, esa a la cual reformaré algún día, trabajar
será un arte, no un castigo; y volaremos juntos.
El Quinto Hombre
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