Revista Digital de El Quinto Hombre

LOS MAGOS DE ORIENTE

                                                          

Por el Dr. Enrique Briggiler - Argentina




Llegaron, adoraron, ofrecieron sus dones a Jesús niño, y desaparecieron como por arte propia. Desde el punto de vista historiográfico, son más los problemas planteados que los resueltos, como sucede con todo lo vinculado a la magia, pues si su llegada ocasionó un revuelo en el reino de Herodes, en la actualidad no tenemos seguridad si festejamos la Epifanía de 1982 o 1976.

¿Quiénes fueron estos célebres Magos? Son exclusivos de Mateo (2, 1-12), quien le da al episodio un evidente significado teológico y milagrosos: "Y como fue nacido Jesús en Bethlehem de Judea en días del rey Herodes, he aquí unos magos vinieron del Oriente a Jerusalén". Y así como Jesús cambió la macrohistoria de nuestra civilización, los Reyes Magos y la Estrella de Belén conmocionaron la pequeña historia.

Según la tradición posterior fueron designados como sabios y como reyes, que fueron tres y se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar. Pero estos datos no son bíblicos.

El concepto de que eran reyes viene del siglo VI, de San Cesáreo de Arlés, pero Orígenes opina que eran idólatras. Ambos sin confirmarse (O. Caballero). Las más recientes imágenes cristianas los presentan como reyes, a diferencia de las antiguas, en que aparecen como magos adoradores de Mitra. Lo de reyes tal vez se fundase en citas bíblicas, como Salmos 72, 10, Isaías 60, 6. Y de que fueron tres las opiniones divergen. Según algunos autores se basaría en el número de presentes: oro, incienso y mirra. Beda, el Venerable, monje benedictino e historiador inglés (675-735), dice que representaban a Europa, Asia y Africa (Gaspar como negro). En las pinturas de las catacumbas romanas aparecen como tres, pero se desconoce si era un simbolismo. Según las tradiciones y épocas se atribuye su número de dos a quince. Los armenios suponen que fueron doce. El Evangelio no especifica el número de magos llegados a Jerusalén, ni sus nombres. Con respecto a estos, desde el siglo IX se conoce la tradición latina: Melchor, Gaspar y Baltasar. Para los sirios fueron Badalina, Kagfa y Badajarida. Los griegos: Appelikon, Amerin y Damaskon. Hebreos: Magalath, Galdalath y Serakin, Etíopes: Ator, Sater y Paratoras.



Mateo es vago: "Magos venidos de Oriente". Y nada más.

Sobre su procedencia también existen dudas. En el Antiguo Testamento, Oriente abarca las regiones de más allá del Jordán, por lo que puede referirse a Arbai, Mesopotamia (Babilonis) o Persia. Dada la naturaleza de los presentes que traían se les ha atribuido origen árabe, por ser productos típicos de esa región. Otros los vinculan a los astrólogos babilonios (caldeos). Pero el concepto y la palabra magos nos conduce indudablemente a Persia, de donde es originaria, e íntimamente asociada a Zarathustra (Zoroastro), de quien se supone que fue el primer mago, y luego sus discípulos fueron continuadores doctrinarios, considerados sacerdotes en la religión de Zoroastro conformando una casta muy poderosa en el imperio persa hasta el siglo VIII.

Preguntarse cómo sabían los magos con antelación, en su remota tierra, del nacimiento de un Rey de judíos esperado como Salvador, puede parecer una perogrullada. Lo razonable sería atribuirlo a la  capacidad en su arte de magos. Hoy le llamaríamos percepción extrasensorial. Lo cual no sorprendería demasiado, conociendo que existía una predicción de Zoroastro sobre la llegada del Mesías. Y además, la idéntica esperanza de persas y judíos sobre la llegada de un Salvador. Según el "Avesta", libro sagrado persa, el sistema teológico de los magos está fundado en el dualismo y en la eterna lucha entre el Bien y el Mal, lucha que terminará con el triunfo del primero con el advenimiento de un "Socorredor" de la estirpe de Zoroastro, que nacerá de una muchacha "sin que ningún hombre se acerque a ella", y que una vez llegado, sobrevendrá la resurrección de los muertos, el juicio general de la Humanidad y la restitución del reinado absoluto de Ahura-Mazda (Bien) sobre Anra-Mainyu (Mal). Es notable el paralelismo en la esperanza de un mesías entre los magos de Persia y el pueblo hebreo.

Pero los mismos Magos nos aportan referencias acerca de su fuente de información, pues no bien llegados a Jerusalén, indagan: "¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle"(Mt. 2,2). ¿Cómo conocían los Magos que esta estrella indicaba el esperado nacimiento? A este reconocimiento por los Magos y a la misma estrella Mateo le da un carácter milagroso. Por otra parte, no debemos olvidar que los magos también se ocupaban culturalmente del curso de los astros, y los que pretenden darle una explicación natural lo relacionan a fenómenos astronómicos sucedidos entre marzo del año 7 a.C. a marzo del año 5 a.C. Kepler, iniciador de la astronomía moderna, era además astrólogo y trazó la carta natal de Jesús, descubriendo en la fecha de nacimiento una triple conjunción entre Júpiter, Saturno y Marte. Otros lo han atribuido al paso del cometa Halley, pero basta seguir el relato evangélico para evidenciar que sus particularidades no responden a leyes naturales.

Un nacimiento anunciado por la aparición de un astro era habitual en los medios paganos. En el nacimiento del rey Mitridates se describía la aparición de un cometa, y lo mismo en el comienzo del imperio de Augusto. Pero en ninguno de estos casos se indicó que una estrella hiciese comprender a los hombres un nacimiento excepcional, como para resolver a los Magos iniciar tan prolongado viaje en camello a través del desierto para adorarle. Aún más: ellos fueron portadores de la noticia, traída desde enorme distancia, revelada por la estrella. Y responsables de su difusión en Jerusalén. "Y que esa misma estrella los precedía, guiándoles paso a paso en un determinado camino, esperándolos en los descensos, y volviendo a ponerse en movimiento después, para al fin detenerse definitivamente sobre su objetivo, en el lugar en que estaba el Niño" (Mt 2,9). E incluso Herodes se guió en sus actos con respecto al nacimiento de Jesús de acuerdo a la información que le dieron los Magos de la estrella (Mt. 2,7,16). En cuestión de interpretaciones, todos los delirios son posibles, pero se destaca el de un autor contemporáneo que pretende explicar la Estrella de Belén considerándola una nave espacial extraterrestre que guiaba a los Magos con fines determinados (¿?).

Llegados los magos a Jerusalén, no procedieron como tales. Desconocieron las condiciones políticas imperantes, comienzan a preguntar con ingenua imprudencia: "¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido?"(Mt. 2,2). Todo el pueblo se sorprendió, y el comentario llegó a la  corte de Herodes. "Y oyendo esto el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él"(Mt. 2,3). "El único rey de Judea era Herodes, y conociendo su personalidad era de esperarse su reacción. Caracterizado por la ambición y la brutalidad, según Flavio Josefo era "cruel para con todos, dominado por la cólera". La crónica de sus crímenes es impresionante. En el año 37 a.C. mató a 45 partidarios de su rival Antígono. En el 35 a.C. hizo ahogar en una piscina a su cuñado Aristóbulo. En el 34 a.C. hizo matar a José, tío suyo y esposo de su hermana Salomé. En el 29 a.C. hizo matar a su mujer Mariamme, y a los pocos meses a su suegra Alejandra. En el 25 a.C. mató a su cuñado Kostobar. Hizo matar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo, y en el año 4 a.C., a sólo cinco días de su muerte, mandó a matar a su primogénito Antipatros, heredero del trono. Augusto dijo que "más valía ser cerdo de Herodes que hijo suyo", pues como judaizado que era (no era judío), por tradición no comía carne de cerdo y no los mataba, en cambio sí a sus hijos.

Enterado Herodes de la noticia, convoca a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, para indagarlos dónde debía nacer el Cristo, y éstos le responden: "En Bethlehem de Judea, porque así está escrito por el profeta"(mt. 2,5). Pero para confirmar el paradero del niño Herodes resuelve utilizar a los Magos, de manera que no sospechen éstos ni la demás gente. Así los llama en secreto y los interroga hábilmente sobre el momento y circunstancia de la aparición de la Estrella. Y luego los despide a Belén: "Andad allá y preguntad con diligencia por el Niño. Y después que lo hallareis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y lo adore" (Mt. 2,8).



Astuto Herodes.

Y los Magos partieron: "Y he aquí la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se puso sobre donde estaba el Niño... Y vista la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.... Y llegado a la casa vieron al Niño con su madre María, y postrándose, le adoraron. Y abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.... Y siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, se volvieron a su tierra por otro camino" (Mt. 2,9-12).



Así desaparecen los Magos de Oriente.

Herodes esperó su regreso un tiempo prudencial, y comprobando que había sido burlado por los Magos tuvo una de sus habituales crisis de cólera y ordenó el degüello de todos los niños menores de dos años que había en Belén y en sus alrededores. Pero ya el Niño, María y José estaban camino a Egipto en el tradicional burrito. Estadísticas retrospectivas basadas en la población de Belén, índices de natalidad y mortalidad infantil de la época, limitan el número de niños muertos en 25 a 30, y no en 3.000 ó 144.000 como ciertos autores supusieron.

Antes de morir, Herodes realizó un acto típico de los que caracterizaron a su vida. Como preveía la alegría del pueblo ante su propia muerte, y deseaba abundancia de lágrimas en su trayecto a la tumba, citó numerosos judíos ilustres del reino y reuniéndolos los hizo degollar. Así se aseguró las lágrimas deseadas en sus funerales, vertidas por los familiares de los asesinados. Murió en Jericó, "roído de gusanos en sus partes prudendas", a la edad de casi 70 años, y fue sepultado en el "Monte del Paraíso"(Herodium), una colina desde la que se veía la gruta donde un par de años antes naciera Jesús, su temido rival.

Era el año 750 de Roma, 4 antes de Cristo, un día de fines de marzo o comienzos de abril, fecha históricamente cierta que crea otro problema: la fecha de nacimiento de Jesús y el comienzo de nuestra Era. Hay dos elementos de juicio para fijar con bastante certeza dicha fecha. Jesús nació antes de la muerte de Herodes y ésta sucedió en el año 4 a.C. Herodes, mata a los niños de hasta dos años, para intentar incluirlo a Jesús, basando sus cálculos en los datos que le suministraron los Magos con respecto a la aparición de la estrella. Con estas referencias, Jesús habría nacido algo menos de dos años antes de la muerte de Herodes, a fines del 748 y 6 antes de Cristo. Así Cristo nació 6 años antes de Cristo. ¿Festejamos la Epifanía de 1982 o 1976? Paradojas del desenvolvimiento histórico.

¿Y los Magos? Según la tradición, alrededor del año 70 los reencontramos, muriendo mártires. Y con posterioridad, por inquietud de Constantino, sus restos fueron trasladados a Constantinopla. Más tarde a Milán, hasta que en 1164 Federico Barbarroja se los obsequia al obispo de Colonia (Alemania), y en 1248 se resuelve construirles un panteón adecuado, ese monumento de arte gótico que es la Catedral de Colonia, casi destruida en la Segunda Guerra Mundial. A pesar de todos los avatares, desde una de sus naves alientan las ilusiones infantiles año tras año ofreciendo sus dones. Ilusiones que tanta falta nos hacen en esta época.

El Quinto Hombre