|
Revista Digital de El Quinto Hombre
EL MITICO DRAGON - parte II
Una investigación del Grupo CAEFA (Argentina)
Hemos visto las creencias dragónicas en el mundo Occidental,
ahora nos sumergimos en el concepto chino de benevolencia, benevolencia
y sabiduría que tiene esta figura. La diferencia es total entre ambos
mitos, pero en ambas culturas el sentido de admiración y atracción es
totalmente similar.
En Occidente, el dragón representa
lo negativo, lo maligno, lo destructivo de la Creación y por supuesto,
de la Naturaleza. Para los orientales tiene un carácter bondadoso, totalmente
vital asi como regenerador y restaurador de lo positivo.
Para ambas culturas, existen
dragones acuáticos, terrestres y hasta volátiles, asi como dragones simpáticos
como malditos, tímidos y desagradables; en cada lugar, país o región las
formas son de lo más variadas, dado que encarnan las fuerzas naturales,
muchas veces no entendidas y arbitrarias en la realización del destino
de este Planeta.
Desde la máxima antiguedad
de nuestra Historia, todos los mitos, dioses o leyendas muestran sus poderes
sobrenaturales, así como las extrañas mezclas de lo humano con lo animalesco,
de lo demoníaco con lo positivo; quizá siempre fueron reflejo de lo interno
del habitante planetario, poseedor del más y el menos.
Cada lugar, cada cultura,
supo interpretar el carácter del dragón según sus propias necesidades
y se lo representaba según una característica animal determinada. Ya dijimos
que la serpiente es un antepasado del dragón, teniendo para las culturas
mesoamericanas una identidad muy similar; pasar de la serpiente al dragón
fue sólo cuestión de tiempo.
Para los hindúes el dragón
es similar a un elefante mientras que para los chinos un ciervo y el occidental
lo acomodaba como un reptil, emparentándose entonces con la serpìente
mítica.
Para muchos antropólogos,
en esta serpiente está oculto el principio de los monstruos prehistóricos,
en los cuales aparece en forma preponderante el dinosaurio y todas las
distintas formas de animales semejantes, que tanta literatura se ha usado,
al aparecer los distintos cementerios de fósiles en distintas partes
del mundo.
Al ubicarnos en el tiempo,
nos encontramos con el más antiguo, en Sumeria, donde se hablaba de Zu,
presente en la Mesopotamia allá por el año 5000 AC, o quizá más atrás.
La leyenda sumeria cuenta que Zu roba a Elli, dios supremo de ese pueblo,
las Tablas de la Ley, las leyes universales. Entonces Ninuta, divinidad
solar, es requerida por Enlil para que dé la muerte a Zu, hecho que acaece
porque, como siempre, el Bien triunfa sobre el Mal, como son las narraciones
de todos los tiempos. Zu, el ladrón, el maligno debe terminar su existencia
para el bien de la Humanidad.
Hacia el siglo 2l de la prehistoria,
cuando los babilonios empiezan a ser el centro cultural de este Planeta
e impregnados de la cultura de sus antepasados, cuentan la Creación con
este mismo tipo de enfrentamiento de negativo con lo positivo, el orden
contra el caos.
El dragón babilónico era la
reina Tiamat (aparece el elemento acuoso en el mito) con su ejército de
malignas serpientes y flamígeros dragones, todos animales marinos, se
lanzan como poderoso ejército de la maldad contra el orden establecido.
Marduk, otra divinidad solar,
y por supuesto, suprema, se enfrenta contra el ejército dragónico, con
su arma mortal, el Dios Viento, ya que cuando la maligna Tiamat abre la
boca para tragarse a Marduk, éste ordena que todos los vientos entren
dentro de ella, para paralizarla. Así paralizada la enemiga del bien permite
que se dispare la flecha antimaldad, que penetrando la garganta termina
con su vida definitivamente. Una de sus mitades se convierte en la tierra
y la otra constituirá el cielo, el firmamento, el aire, el éter. Aquí,
entra el dragón a la mitología de la creación del Universo y de la Vida
toda.
Si avanzamos en la espiral
del tiempo, tenemos que encontrarnos con el milenario Egipto, en el cual
surge la leyenda de la fabulosa serpiente Apofis, también enemiga del
dios solar, que era tragado al anochecer para ser vomitado en el amanecer;
el dragón o serpiente era la noche.
Para otras versiones, el Sol
descendía por las noches al mundo inferior, a lo subterráneo, para enfrentarse
con el maligno, siendo siempre ganador y regresando a la tierra por la
mañana, para salir y alumbrar a los hombres.
En ese Medio Oriente siempre
había un contenido fundamental indicado en que la figura mítica dragoniana
tenía un permanente odio a toda la descendencia humana: cambiaba de formas,
serpiente, cocodrilo, hipopótamo, león, pero siempre tenía el mismo fin.
La diferencia con el Extremo
Oriente era notable e influye este concepto en el Occidente (nosotros
descendemos de ellos culturalmente) porque en muchas ocasiones la leyenda
de los países europeos medievales el dragón vivía en el mundo subterráneo,
en sus enormes cavernas, pasadizos, túneles, ríos; muchas veces, alguno
de ellos se extraviaba y salía a la luz solar, y desesperado cumplía con
su destino fatal, la muerte de los habitantes de la superficie.
Ya entrando en nuestra era,
en el siglo II y en Grecia, un experto en lectura de sueños, llamado Artemidoro,
habla de los dragones como custodios de tesoros; evidentemente interpretaba
el mundo onírico del ser humano y aparecía esta figura mítica. En el
sueño cuando aparecían estos tesoros, arquetipo de poder, dinero, riqueza,
bienestar, tenía que vencerse al custodio para lograr esas metas.
Desde la época de los primitivos
cristianos, la similitud del dragón con las cuevas y los tesoros, era
notoria; la riqueza podía no ser solo material sino espiritual, porque
podía estar allí el saber, el gran conocimiento, que por supuesto, al
llegar la Edad Media, trató de ocultarse, formándose lo esotérico, el
mundo de lo oculto.
Si nos vamos a la originaria
Germania, la actual Alemania, la leyenda de Sigfrido es paradigmática,
ya que en ella se guarda el precioso tesoro de la vida, de la fuente de
juvencia, porque el héroe mata a la bestia dragónica, se baña en su sangre
logrando la invulnerabilidad y bebiéndola aprende el maravilloso lenguaje
de las aves para conocer las leyes de la Naturaleza; el héroe prácticamente
se convierte en un Dios, o semidios.
En todos los mitos y las leyendas
los héroes adquieren poderes extraordinarios matando a la bestia de la
malignidad e incorporando determinadas partes de su cuerpo logra su eternidad
así como su invulnerabilidad.
En las islas británicas se
conoce la leyenda del gusano de Lambton, descubierto por John en el río
Wear, que rodea la mansión del mismo nombre en el nordeste de Inglaterra.
La narración indica que John de Lambton, heredero de esta casta, un domingo,
en lugar de ir al templo, prefiere ir de pesca; estando allí saca con
su anzuelo un enorme gusano con nueve hoyos alrededor de su boca: Lucha
con el monstruo de tamaño descomunal logrando, luego de muchos esfuerzos
y tremendos improperios, que la bestia llegue hasta la orilla para luego
colocarlo en un profundo pozo, sintiendo que los había liquidado. Victorioso,
regresa a su casa, lleno de triunfo y orgullo.
Pero el gusano reapareció
en poco tiempo ya que abandonó el pozo carcelario, se enroscó sobre un
peñasco en medio del río (otra vez el elemento acuático), para desenrollarse
durante las noches, e ir al poblado donde cometía innumerables atropellos,
como ser la mutilación de vacas, de las que bebía su leche; comiéndose
corderos de un solo bocado, con su enorme bocaza, lo mismo que hacía con
mujeres y niños que encontraba en su camino nocturno.
El heredero de los Lambton
tuvo reconocer que confesarse responsable de la aparición del gusano porque
además varios domingos había faltado a misa; para compensar estos desatinos
John se fue durante siete años a Tierra Santa para luchar como cruzado.
Después de ese tiempo, regresó
a Inglaterra enterándose que el monstruo había acrecentado sus labores
mortíferas; ahora arrancaba árboles de cuajo, mataba a quien tratara de
contenerlo en sus afanes, exigiendo a los Lambton un tributo diario de
grandes cantidades de leche, dada su contextura cada vez más enorme.
Entonces, el heredero inglés
decidió terminar con esta tortura y para hacerlo previamente consultó
a la Bruja de Brugefort para que lo aconsejara; ella le expresó que vencería
al monstruo pero que de regreso debería matar a la primera persona que
encontrar en su camino. Le pidió que jurara por ello porque si no lo
cumpliera pasarían nueve generaciones antes que un Lambton muera en su
cama.
John aceptó el reto, vistiéndose
con una armadura muy especial, protegida por filoso ferrosos muy afilados.
El encuentro se produjo en forma encarnizada durante más de una hora hasta
que el gusano sucumbió en el río, en sus mismos dominios.
El caballero inglés, extremadamente
exhausto, inició el regreso a su castillo; habiendo pactado con su siervo
principal que al sonar de su clarín debía enviar a su sabueso para así
poder ultimarlo cumpliendo con el pacto brujeril; pero su viejo padre,
ansioso y feliz, llegó antes; John rehuyó el abrazo paterno y cuando llegó
el mastín lo mató de una estocada.
Pero el juramento se había
quebrantado, cumpliéndose entonces las palabras de la bruja ya que durante
nueve generaciones ningún heredero Lambton murió en su cama. El primero
que empezó su muerte fuera del lugar fue el propio vencedor del gusano
quien muriera en otra Cruzada a los sarracenos. El último, por supuesto,
el noveno, fue Henry Lambton, diputado por Durham, quien falleciera cruzando
el puente del río Wear (nada menos) en un accidente de su carruaje. La
maldición se había cumplido
.
CONTINUA
El Quinto Hombre
|
|