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Revista Digital de El Quinto Hombre
EL AJO: DISCUTIDO Y MAGICO BULBO ANTIQUISIMO
¿FILTRO DE AMOR? ¿AMULETO DE LA SUERTE? ¿MEDICINA CASERA?
Por Luis Puente
Nadie sabe cómo llegó el ajo a captar y arraigarse de
manera preponderante en el gusto del hombre. Este mágico y peculiar bulbo
de penetrante olor es una y otra cosa. Pero sí estamos seguros de una
cosa, del poder que tiene.....en la cocina.
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Ya los Griegos, hace 2500 años atrás, lo llamaron "la rosa punzante",
y antes y después de ellos, se lo bautizó con muy diversos y místicos
nombres, como por ejemplo: "alcanfor del pobre", "veneno de bruja",
"triaca de los pobres" y también "filtro de amor". El hecho, sin embargo,
es que todos esos títulos provienen de la creencia recurrente y popular
de los poderes extraordinarios del ajo. |
Uno de los primeros casos de adicción al ajo,
data ya desde hace unos 4500 años, cuando cierto dios-rey de Babilonia
hizo un pedido de nada menos que, 139.190 hectolitros de ajo para su mesa.
Se considera que desde entonces el hombre le ha tomado un gusto muy singular,
tanto, que no sólo se lo usó para aderezar comidas, sino que la gente
se untó el cuerpo con él, hizo ungüentos para niños, lo ha enterrado junto
a sus muertos; además, lo ha llevado como collar en sus zapatos, colgado
en las puertas, ventanas y paredes de sus casas, e incluso se le han dirigido
plegarias y oraciones. Vemos así que los antiguos Egipcios dejaban un
modelo de ajo, encalado, en las tumbas ordinarias, y ponían seis bulbos
de ajo naturalmente en la dorada tumba de Tutamkamón.
Además de sus virtudes culinarias, estaban convencidos
de que el ajo poseía el secreto del vigor físico: hasta el rey Queops
invirtió 1600 talentos de plata en ajo para los obreros que trabajaban
en la Gran Pirámide, y se cuenta también que éstos hicieron huelga al
escasear las provisiones de ajo.
Ahora bien, desde el punto de vista botánico, el ajo
no es nada especial; Un solo diente plantado en un lugar soleado, con
suficiente agua, se da muy bien en casi cualquier lugar de clima templado,
y solo es un bulbito blanco de dientes apretados y superpuestos, en número
de seis a trece. Sin embargo, desde el momento en que el primer hombre
le hincó y olió este "lirio", pues en efecto pertenece a la familia de
las liliáceas, la gente supuso que esta planta, tan acre, cáustica y sulfurosa,
tenía que ser algo especial. Que además de haber contribuido en la construcción
de las pirámides, sirvió en la antigüedad de alimento a los soldados romanos,
para que tuvieran fuerza en la batalla, también a los atletas griegos,
para que tuvieran vigor y a los campesinos sirios (antiguos y actuales)
en tiempo de cosecha.
Por ahí se lee también que, cuando nació Enrique IV de
Francia, su abuelo quedó encantado al ver que el niño se relamió cuando
le tocaron los labios con un diente de ajo, pues era "señal de precoz
vigor". Por otra parte se ha considerado desde los más remotos tiempos,
que este "bulbito", es un incomparable estimulante sexual (aunque resulta
incomprensible cómo puede sobrevivir el atractivo sexual de un amante,
después de haber ingerido aunque sólo sean dos o tres miligramos de aceite
de ajo).
Se sostiene que el simple olor del ajo ha obrado maravillas
en nuestra salud. En realidad ninguna otra planta ha conservado durante
tanto tiempo la reputación de curar tantos males humanos. Se sabe que
el sabio romano Plinio el Viejo dejó 61 remedios hechos de ajos para curar
enfermedades, tales como; picaduras de serpientes, las hemorroides, las
úlceras pépticas, el asma, las convulsiones, el sarampión y el catarro
común. Los curanderos indostanos del siglo V recomendaban el ajo para
mejorar la voz y el intelecto: y los persas para la circulación de la
sangre. Los chinos lo utilizaban como sedante; y siempre que el cólera
morbo ha azotado a las poblaciones (como en Nápoles, en 1973), la gente
se ha aferrado al diente de ajo como tabla de salvación. Por supuesto
hoy los médicos se sonríen cuando alguien menciona las posibles propiedades
curativas del ajo. No obstante, al machacarse el diente de ajo, en realidad
se crea un potente antiséptico. Si no veamos a los médicos militares,
obligados a improvisar remedios durante las dos guerras mundiales pasadas,
quienes llegaron a jurar que el zumo de ajo evitaba la "septicemia y la
gangrena". Esta fe se justificó en 1954, cuando un científico ruso descubrió
que este jugo es capaz de matar todas las bacterias de un cultivo en el
lapso de tres minutos.
Otros dos estudios publicados en Inglaterra por LANCET,
autorizada revista médica, declaraban que el zumo de ajo puede reducir
el nivel de azúcar de la sangre de los diabéticos y atacar espectacularmente
al colesterol.
Aunque el poder terapéutico del ajo no es comparable
a las medicinas tradicionales, como la penicilina por ejemplo (es como
de 1 a 100), en cambio sí tiene posibilidades como insecticida. El entomólogo
indostano Shankar Amonkar, obtuvo un aceite sintético de ajo, que mata
las larvas de cinco especies de mosquitos, incluyendo las de los vectores
de la elefantiasis, la fiebre amarilla y el paludismo y también tiene
efectos desvastadores sobre los insectos áfidos, moscas comunes y la oruga
blanca de la col. Claro que para la mayoría de nosotros, la verdadera
magia del ajo sólo se revela en la cocina.....
Curiosa acotación hace al respecto Marcel
Boulestin, francés, dueño de un restaurante y autor de libros de cocina,
que dijo "No es exagerado decir que la paz y la felicidad empiezan geográficamente,
donde el ajo se utiliza en la cocina", Claro que este antiquísimo e imprescindible
ingrediente, no sólo es usado en Francia, España, Grecia, Italia y casi
todos los países mediterráneos, sino en todo el sudoeste asiático hasta
Japón y China y también en Sudamérica. No obstante se entiende que las
únicas zonas que no se utiliza el ajo son las zonas más frías del Norte
y del Oeste, quizás menos inclinadas a la paz y la felicidad, pero están
aprendiendo....En Estados Unidos, por ejemplo, aumentó su consumo en un
100% en los últimos diez años, además está industrializado en forma de
escamas, deshidratado, en polvo, en aceite, etc.
Para los recién iniciados, que le temen al mal olor del
aliento, hay un remedio; comiéndolo cocinado, el ajo jamás deja mal aliento,
y además la última esperanza procede de Japón, donde un ex granjero cultivador
de arroz, inventó una nueva variedad de "ajo inodoro". Quizá este invento
lleve al mágico bulbo a la cúspide de su triunfal carrera, a través de
casi 5000 años de historia, eso sería como saborear la miel del panal
sin que nos piquen las abejas.
¿Tendrá relación con esto las primeras palabras que escuchamos
cuando somos todavía bebés: ajó, ajó, ajó.....?
Datos extractados de: SELECCIONES DEL READER'S DIGEST.
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