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Revista Digital de El Quinto Hombre
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LOS EXPEDIENTES DE FABIO ZERPA
LAS MEJORES INVESTIGACIONES DE NUESTRO DIRECTOR, PROFESOR FABIO ZERPA Y SU EQUIPO DE PROFESIONALES, SELECCIONADAS PARA USTED EN ESTA NUEVA SECCIÓN DE
“EL QUINTO HOMBRE”; DOCUMENTOS DE INCALCULABLE
VALOR TESTIMONIAL E HISTÓRICO.
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EXPEDICIÓN FAWCETT: LA LEYENDA CONTINÚA…
LA CIUDAD PERDIDA
SEGÚN CUENTAN VIEJAS LEYENDAS, EXISTE EN AMÉRICA DEL SUD UNA FABULOSA CIUDAD SUBTERRÁNEA, CON IMPONENTES TEMPLOS, CENTELLANTES DE BUENA PEDRERÍA Y MUCHAS ESTATUAS DE MÁRMOL FINO Y ALGUNAS DE ELLAS DE ORO MACIZO. ALLÍ RESIDEN HOMBRES SABIOS QUE VIVEN EN ETERNA JUVENTUD. LOS AMBICIOSOS Y AVENTUREROS LE LLAMAN ELDORADO Y DESDE HACE SIGLOS ENCIENDE LA IMAGINACIÓN DE LOS BUSCADORES DE TESOROS. IMAGINAN ÉSTOS QUE ALLÍ ESTÁN DEPOSITADAS LAS RIQUEZAS SAQUEADAS A MÉXICO POR CORTÉS Y LAS QUE ESCONDIERON LOS INCAS DE LA RAPIÑA DE PIZARRO
Muchos buscadores de Eldorado, se internaron por lugares inhóspitos. Selvas vírgenes pobladas de toda suerte de alimañas e indios feroces y dejaron la vida en su inútil intento. Pero otros, los soñadores, los eternos buscadores de la verdad intentaron la empresa seducidos por la posibilidad de descubrir la Ciudad Perdida, la Ciudad de la Luz, donde se hallan refugiados los descendientes de antiquísimas civilizaciones, tal vez hasta los mismos sobrevivientes de la desaparecida Atlántida. Depositarios de milenarios conocimientos, el acceso a su mundo subterráneo estaría ubicado en plena selva del Mato Grosso en Brasil y hay información coincidente en señalar las inmediaciones o tal vez las mismas Sierras de Roncador, en el estado de Goiás (Brasil), como zona crítica.
Percy Harrison Fawcett, viajero y esoterista
De Fawcett, todo el mundo ha oído hablar y aunque sólo vea vagamente, se lo recuerda como el intrépido viajero perdido en la jungla brasileña, conjuntamente con Jack y su amigo Raleigh Rimell. Pero los antecedentes de la personalidad de Fawcett y las motivaciones de su singular aventura, son poco conocidas y dignas de la pluma de algún moderno escritor, que nos refiera su epopeya como lo hizo Homero con Ulises en la Odisea. El teniente coronel P.H. Fawcett oficial de carrera, explorador, topógrafo, místico e iniciado en el esoterismo, nació el 31 de Agosto de 1867, en el condado de Devonshire, Inglaterra.
Miembro fundador de la Royal Geographical Society de Londres, fue por sobre todo un indiscutible hombre, moral y espiritualmente íntegro. Llevado por su pasión por los viajes, abandonó el servicio activo para dedicarse al ejercicio de su profesión como topógrafo. En el año 1906 la Royal Geographical, por encargo del gobierno boliviano, le encomendó la misión de levantar un relevamiento de una vasta zona de frontera entre Bolivia y Brasil, empresa que marcó la ruta definitiva para el resto de su vida. América del Sur, tierra inmensa, repleta de historia y belleza natural, lo deslumbró y durante los muchos años de sus andanzas por lugares poco hallados por el hombre tuvo información sobre la existencia de ciudades de una civilización perdida de la que daban cuenta ruinas semi sepultadas, con inscripciones en lengua desconocida, las cuales se hallarían ubicadas en el Mato Grosso. A este respecto, en 1911 Fawcett, escribía según está consignado en el interesantísimo libro de Timothy Paterson (sobrino de Fawcett) “El Templo de Ibez”: “Machu Picchu fue descubierta por una expedición de la Universidad de Yale guiada por Hiram Bingham. Mi objetivo era investigar acerca de una época más antigua que la de los Incas. Tengo la impresión de que tal objetivo se encuentra más al Este, en regiones salvajes desconocidas. Todas las tribus indígenas más evolucionadas, guardan tradiciones de una civilización más remota que la de los Incas, de una raza tal vez generadora de la civilización Inca. También se refieren a un pueblo misterioso que dejó ruinas gigantescas…
El tema del mundo prehistórico podrá ser resuelto recién cuando las antiguas ciudades serán descubiertas. Estas ciudades existen, es muy cierto”. La imaginación fértil y mística de Fawcett volaba pensando en ello, en lo más profundo de su ser una decisión inquebrantable; dedicar todo su esfuerzo a la búsqueda de la Ciudad Perdida y si fuera necesario dar la vida por ello.
La Misteriosa “Zeta”
Fawcett llevaba el esoterismo en la sangre y en el alma. Su hermano Edward Douglas colaboró con la Sra. Blavatsky en su famosa obra La Doctrina Secreta y fue miembro fundador de la Sociedad Esotérica. El coronel Fawcett, según narra su sobrino Paterson, era muy amigo de prominentes esoteristas, entre ellos el legendario Sir Artur Conan Doyle, con quién mantenía prolongadas charlas sobre su obsesiva empresa. Se sabe que Conan Doyle le puso en contacto con una excepcional psicómetra quien en sucesivas semanas le dio información sobre los grandes eventos que hacen a la prehistoria humana, y en particular, aquellas que tenían referencia con la Ciudad Perdida. Se le dijo por éste medio, que en una zona de la América del Sud se encontraban las minas de lo que otrora fue una gran civilización, muy anterior a la incaica y proveniente del éxodo de la Atlántida en circunstancias previas a la gran catástrofe.
La psicómetra, mientras hablaba de esos lejanos sucesos, tenía entre sus manos una pequeña estatuilla de veinticinco centímetros de altura de basalto negro, cuya procedencia estaba relacionada con esos tiempos. A Fawcett se la había regalado Sir Henry Rider Haggard, estimándose que si bien era originaria de la misma Atlántida, había sido trasladada por sus habitantes a una zona de Brasil, cuando ellos dejaron su país de origen. Con énfasis, Fawcett aseguraba que el mismo destino de la estatuilla había sido el de la Ciudad Perdida, aquella que muy exotéricamente se denominaba como la “Misteriosa Zeta”. De esa manera identificaba un hecho arqueológico, como era la investigación de ruinas correspondiente a antiguas culturas, con un significativo evento esotérico como la búsqueda de la “Misteriosa Zeta”.
Se designa por “Z” un lugar en el Sagrado Cerro Roncador y sus inmediaciones. Lo que se puede afirmar es que bajo este enigmático nombre que oculta un antiguo conocimiento sobre la existencia de enclaves místicos diseminados en ciertas partes del mundo.
Cuando la Atlántida desaparece, núcleos de supervivencia se diseminan por el planeta, llevando su sabiduría a las poblaciones autóctonas con quienes tienen contacto.
Ellos, que han alcanzado una iniciación Superior, no sólo les imparten técnicas para mejorar su alimentación o vivienda. Crean verdaderos centros de investigación y desarrollo místico, para los naturales, en los cuales son Maestros. América del Sud, es una de las predilectas, juzgándola digna de un gran futuro para las ciencias del espíritu. Siendo en cierta forma misioneros de luz, no pertenecen por largo tiempo en parte alguna ya que eran sabios, creadores de civilizaciones. Tal vez su punto original fue la Patagonia, en algún lugar del macizo andino. Siguiendo rutas subterráneas, se desplazaron hacia el norte fundando centros en Perú y abriéndose más hacia la zona del Mato Grosso a la cual nos referimos. Pero bien pudo suceder a la inversa, es decir de los primeros arribos de los grupos atlantes habrían tenido lugar por el norte, con incursiones hacia el sud. Nos llama mucho la atención la coincidencia investigativa que señala al Mato Grosso, en un sector bien determinado como su base operacional. Tatunca Nara, Príncipe de la tribu indígena Ugha Mongulala, asegura la presencia aún en nuestros tiempos, de una entrada a un Reino Subterráneo habitado por lo que ellos llaman sacerdotes de la enseñanza de los Antiguos Maestros. Los Ugha Mongulala son nativos del Mato Grosso, y según Tatunca Nara servidores del reino oculto. En “Crónicas de Akakor”, que resume sus tiempos históricos, está escrito: “Y los Dioses gobernaron desde Akakor, gobernaron sobre los hombres y sobre la Tierra. Tenían naves más rápidas que el vuelo de los pájaros; naves que llegaban a su punto de destinos sin velas y sin remos, tanto por la noche como por el día. Tenían piedras mágicas para observar los lugares más alejados, de modo que podían ver ciudades, ríos, colinas y lagos. Cualquier hecho que ocurriera sobre la Tierra o en el cielo quedaba reflejado en las piedras. Pero lo más maravilloso eran las Residencias Subterráneas. Y los dioses (cuando se fueron para su patria cósmica) se las entregaron a sus servidores escogidos (Los Sacerdotes)”.
¿Ingresó Fawcett en la Ciudad Perdida Subterránea?
Fawcett era un espíritu fuertemente inclinado hacia lo esotérico. Es lícito pensar que tuvo largas y frecuentes conversaciones con su hermano Edwards, colaborador directo de Madame Blavatsky y el Coronel Olcott.
Por su intermedio debió recibir valiosa información para sus viajes. En cierto modo, Fawcett, en relación con la Ciudad Perdida, procedía con total seguridad, como si tuviera pruebas de su existencia. Recordaremos que Helena P. Blavatsky había escrito: “Los miembros de escuelas esotéricas, cuyas sedes se encuentran en el Himalaya, tienen ramificaciones en China, Japón, India, Tibet y también América del Sud”.
Con una tenacidad inigualable, organizó entre 1920 y 1921 dos expediciones preliminares tendientes a localizar la precisa posición de la “Misteriosa Zeta”, que definió entre el río Xingú y el Río Araguaia, a la altura de la Sierra de Roncador, en el mismo corazón del Mato Grosso.
La última y definitiva, partió de Cuiabá el 20 de Abril de 1925, como se dijo estaba integrada por su hijo Jack, de tan sólo 22 años de edad y su amigo Raleigh Rimell. El 29 de Mayo de 1925, alcanzaban la latitud 11°43´Sud, y 54°35´longitud Oeste. Punto que Fawcett, había designado en su anterior expedición de 1921, como “Caballo Muerto”, en recuerdo de la muerte de su propio caballo en aquel lugar.
Estas fueron las últimas noticias que se tuvo del intrépido explorador y de sus acompañantes. Se supone que como lo había proyectado, cruzó el río Xingú en su marcha hacia el Norte, pero no se sabe hasta dónde llegó.
Para buscarlo se organizaron numerosas expediciones. Algunas de ellas trajeron noticias del exterminio de Fawcett y sus acompañantes a manos de los indios Calapalos. Otros exhibieron algunos utensilios que les habrían pertenecido. En cuanto a estos últimos, se comprobó que eran de Fawcett pero perdidos (o regalados) en las dos primeras expediciones. Las versiones de su muerte fueron desvirtuadas por el examen de los restos óseos por la Royal Antropological Society de Londres.
En 1930, un periodista, Albert de Winton, va en busca de Fawcett y desaparece misteriosamente sin dejar tampoco rastros.
Por último, en 1935, Patrick Ulyatt, retornando de un largo viaje por el Mato Grosso, declara estar convencido de que por lo menos una de las tres personas que constituían el grupo de Fawcett estaba viva y que la expedición había alcanzado el objetivo de descubrir la Ciudad Perdida.
Hay otra versión, la esotérica, aquella que comparte el mismo sobrino de Fawcett. Sus compañeros, habrían muerto víctimas de las injurias de la selva, pero el indómito espíritu de Percy Fawcett habría alcanzado la Ciudad Perdida. Los Superiores que la habitan como premio a su coraje, tesón y la autenticidad de los objetivos que impulsaron su búsqueda, le habrían abierto su puerta.
También se menciona que allí vivió muchos años, hasta la muy respetable edad de noventa años.
La Ciudad Perdida es otro misterio de nuestro pasado. Por ahora. Si bien los enigmas persisten, el hombre sigue su vocación de pulverizarlos a fuerza de tenacidad, investigación y fe.
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